ENFOQUE OLÍMPICO

Antorcha para todos

Ana Paula Renault no soportó que Adelia le vaciara un vaso de cerveza sobre su cabeza. Estaban todos algo alegres, jugando al “Tren Expreso”. Renan Oliveira, futbolista del Avaí, intentó calmarla. Fue inútil. Ana Paula la sacó con una bofetada. Ana Paula, que es periodista, había pasado por el “confesionario” unos días antes, víctima de una crisis nerviosa. Sufría herpes, estaba engordando, su cabello se arruinaba, estallaba en llantos y desahogos y había sobrevivido a cuatro “paredones”. Pero la agresión contra Renan colmó el vaso. Renan, que nunca la soportó, la denunció porque la agresión significó incumplimiento de los reglamentos. Sus seguidores, desesperados, protestaron en las redes sociales. Pero Ana Paula fue expulsada. “No fue un ejemplo”, expresó Pedro Bial, conductor. Sucedió en marzo pasado. El 7 de junio pasado, en Fortaleza, Ana Paula fue distinguida para llevar la antorcha olímpica de los Juegos Olímpicos que comenzarán dentro de un mes en Río de Janeiro. ¿Su mérito? “BBB16”. Big Brother Brasil 2016. Gran Hermano.
“Imagino cómo deben estar los atletas brasileños. El rostro de Brasil –editorializó al día siguiente un importante diario de ese país- es incompetencia, desempleo, inseguridad, la falta de salud, analfabetismo, pobreza, desigualdad social. ¿Cómo esperar que las autoridades reconozcan a sus ídolos?”. “ Los que se indignan por mi participación –replicó Ana Paula-, en lugar de criticarme, ayuden a llevar el espíritu olímpico y ayudarán a construir un mundo mejor”. Si en lugar de Brasil pusiéramos Argentina y en lugar de Ana Paula a Calu Rivero, comenzarán a entender de qué estamos hablando. A un mes de su inicio, estamos hablando de los Juegos más complicados en mucho tiempo. Crisis social, política y económica. Inseguridad. Río de Janeiro que se declara en estado de “calamidad pública”. No tiene dinero para la policía. La bahía de Guanabara sigue contaminada. Se venden menos boletos de lo que se esperaba. “Bienvenido al infierno”, decían ayer carteles de trabajadores en protesta en el aeropuerto de Río. El zika espanta golfistas. El doping prohíbe atletas rusos. El fútbol veta a sus jugadores. Novak Djokovic duda. Y hasta Usaín Bolt puede ser baja por lesión. El problema, sin embargo, fue Calu Rivero.
“Tal vez no debería haber aceptado. Encima, como el recorrido estaba muy adelantado, los organizadores me pidieron que no corriera. Yo caminaba y me gritaban ‘dale gordo, si no podés ni correr’”. Lo recordó el viernes pasado el periodista Gonzalo Bonadeo, en un programa que compartimos desde hace meses en una radio de Buenos Aires. Gonzalo se rió inclusive de él mismo y recordó que, además de deportistas como Gaby Sabatini, Magdalena Aicega y Gabriel Batistuta, también participaron en Buenos Aires de ese recorrido con la antorcha, para los Juegos de Pekín 2008, el colega Juan Pablo Varsky, Soledad Pastorutti, un comerciante chino y una economista del CEMA, de esas que hoy señalan que la economía debe “ajustarse” aún más porque todavía hacen falta medidas más duras. Aquel recorrido de la antorcha de Pekín 2008 provocó protestas en muchas capitales. El mundo, que ya había abierto los brazos a China y a sus dineros, eligió el deporte para moralizar. Se preguntó por qué se le daban los Juegos a un país que, decían los argumentos, viola los derechos humanos. China para hacer negocios, sí. China para hacer deporte, no. Las protestas tuvieron enorme repercusión. Temeroso, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió que, de allí en más, la antorcha dejara de recorrer el mundo. De Grecia, como siempre, directo a correr sólo dentro del país sede.
“Los que se indignan por mi participación –replicó Ana Paula-, en lugar de criticarme, ayuden a llevar el espíritu olímpico y ayudarán a construir un mundo mejor”
La idea de salir desde Grecia no se debió sólo a que ese país fue la cuna histórica de los Juegos. Sino también a que la civilización griega partía de la etapa doria, un pueblo llegado desde el norte, la población más “pura” que había sobrevivido en Esparta. Un origen, el de la “pureza”, que siempre sedujo a la Alemania de Adolf Hitler. A ese régimen le dio el COI los Juegos de 1936. Y fueron sus organizadores los que crearon el recorrido de la antorcha. Carl Diem, secretario general de la organización, historiador olímpico de gran prestigio, lo creó “para hacer comprender que el deber de la juventud –escribió en sus memorias- era tomar la fuerza y el espíritu de sus antepasados para trasmitirlo a las generaciones siguientes”. La llama encendida como ideal de paz. El fuego sagrado, que para los griegos simbolizaba la parte divina del hombre, pensamiento y razón, inspirado en unos párrafos de Vidas Paralelas, de Plutarco. La antorcha llegó en 1936 al Estadio Olímpico de Berlín en manos del atleta Erich von Schilgen, colmado por 110.000 espectadores que cantaban Deutschland Uber Alles, con Hitler en la tribuna. El COI jamás pidió disculpas por haberle obsequiado su fiesta al nazismo.
Igual que como fue sucediendo con los Juegos, la antorcha también se convirtió en un negocio. Los Juegos, boicoteados políticamente, estaban en peligro. La edición de Montreal 76 dejó un desastre económico. Moscú 80 también, pero la vieja URSS asumió todos los costos. No había postulantes para la edición siguiente. Y surgió Los Angeles para asumir la fiesta en 1984. A cambio, convirtió los Juegos en una inversión al ocho por ciento. Peter Ueberroth, organizador, planeó el negocio con la agencia de publicidad Burson-Marsteller. La idea: vender el recorrido con la antorcha a 3.000 dólares el kilómetro, recaudar unos 12 millones de dólares y donarle dinero a entidades benéficas vinculadas con el desarrollo del deporte juvenil. Los primeros kilómetros, eso sí, estarían a cargo de nietos de Jesse Owens y Jim Thorpe, atletas míticos. Pero Grecia, mucho más que el COI, se negó a que el sagrado fuego olímpico fuera mercantilizado. Las partes cedieron y el recorrido mantuvo su rito, con algunas concesiones “made in USA”. Portadores de esa antorcha polémica fueron el entonces atleta Bruce Jenner, oro en Montreal 76 y célebre estos últimos tiempos por su cambio de sexo. También corrieron con la antorcha OJ Simpson, entonces famoso jugador de fútbol americano (caso policial años después, tras el homicidio de su pareja), Sylvester Stallone y Donald Trump, entonces apenas un millonario (hoy un peligro público).
La antorcha, desde entonces, comercializó siempre buena parte de su recorrido. Fue llevada hasta por un camión de Coca Cola. Las marcas patrocinadoras de los Juegos impusieron nombres de ejecutivos, CEOS, políticos, ricos y famosos. Y hasta los organizadores de los Juegos ampliaron el criterio que permitía elegir a personajes influyentes de cada comunidad por la que pasara la antorcha. El mundo se hizo global. Y los nuevos personajes pasaron a representar a ese nuevo mundo. Allí estaba entonces el viernes pasado en Foz de Iguazú, en el hermoso paisaje de las cataratas, el youtuber chileno Germán Garmendia, que tiene millones de seguidores, como se vio en la última Feria del Libro de Buenos Aires. Fue él quien le pasó la antorcha a Calu Rivero. Atletas argentinos, algunos inducidos por algún titular confuso de la prensa, saltaron indignados creyendo que el Comité Olímpico Argentino (COA) había elegido a la joven. Medios a los que jamás les importaron los Juegos hablaron de “espíritu olímpico mancillado”. Escándalo mediático. Río 2016 tuvo que salir a aclarar que Calu Rivero fue decisión suya. “Por la gran audiencia de la señorita en las redes sociales”. Lejos, bien lejos de Carrozas de Fuego.

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