Nací en el barrio del club Defensa Argentina. Era un barrio espectacular. Calles de tierra, se jugaba al fútbol en la calle después de comer todos los días.
Fui a la escuela número 7 con Walter Ullúa, Tato Deglaue, Raúl Giménez, Rubén Walton, Claudia Traverso, Claudia Falasconi, un chico de apellido Maciel, Sandra Añorga.
El secundario lo hice en la Escuela Nacional de Comercio, con José Luis Sosa, Tato Deglaue, Alcides Truqui, Marcela Zalazar, Luján Greco.
En la escuela 7 teníamos los intercolegiales y en el secundario también había competencias entre las escuelas, inclusive trascendiendo nuestra ciudad para competir con otras localidades.
Jugué tres años al fútbol en séptima y octava del club Defensa Argentina, donde fiché apenas me dio la edad. Estaba Salvador Chiaravino, quien me puso el apodo de Petete. Yo era gordito, pero me defendía bien en la cancha.
Nos daban las zapatillas flecha para jugar y después de entrenar el mate cocido con el alfajorcito. Cuando recuerdo todavía se me aparece el gusto del alfajorcito. Una exquisitéz de la época. Pero el fútbol no era lo mío.
Paralelamente jugué al básquet en 9 de Julio con Fabio Crespi, el Chino Paleta, Diego Fritayón, Leonardo Buffalino. El técnico era el Manso Lorio. Fue una época hermosa.
Ya de grande me decidí por incursionar en la dirigencia. Siempre colaboraba con el club Defensa Argentina, cuando necesitaban algo. Nunca les decía que no.
Un día me fue a buscar el Matu Coria para trabajar más asiduamente en el 2011.
El club hacía lo que se podía, era una época difícil. No había camisetas, no teníamos la cancha, los chicos jugaban como podían.
No me voy a olvidar nunca el primer partido que me suspenden, por zapatillas rotas, que era reglamentario. Casi me muero. Encima había poquísimos chicos.
Un día fui a Baigorrita, con el Coca Pirani, y los chicos tardaban en salir a la cancha. Después me entero que jugaban con las mismas camisetas que los del partido anterior.
Yo me puse como propuesta multiplicar a los chicos, sumar los máximos posibles. Hacer un club de puertas abiertas para toda la comunidad.
Contratamos un cuerpo técnico y nos pusimos a trabajar. En diez años sumamos 400 chicos al club. Hermoso. Se le compró la ropa a todos, los materiales que necesitaban para entrenar.
Después se hizo la cancha, se la dio vuelta y se la sembró con pasto. Todo culminó con la iluminación artificial, que fue como la frutilla del postre.
El club está saneado. Es un orgullo verlo de pie y caminando. Ahora disfruto ver todas las divisiones uniformadas, cada una con su cuerpo técnico. Están trabajando Ricardo Videla, Luciano Coria, Matías Tulissi, el Negro Delgado en primera, el Colo Castro. Hicimos un plantel bárbaro.
Es difícil ser dirigente. Hay que dejar parte de tu vida en el club. Pero tuve la satisfacción de que me ayudaron los amigos, mi familia, porque tengo que sacarme el sombrero por el apoyo de mi señora. Hay que estar. Yo estoy desde las 9 de la mañana en la cancha hasta las 7 de la tarde que me voy. Tengo la satisfacción de no haberme perdido nunca un partido. Lo disfruto.
La Liga Deportiva del Oeste y los Clubes trabajan codo a codo. Todos están. Se hace una función social que muchas veces no se ve.
No quiero que a un chico le falte algo. Si hay que conseguirle ropa, zapatillas, se le consigue, lo mismo con los medicamentos en caso de necesidad. Los padres de mis chicos son amigos. Sé donde viven, los voy a visitar a todos a su casa. Ellos me dicen Petete.
Como está la situación ahora cuesta mantener muchísimo el club. Una pelota vale seis u siete mil pesos. Es algo increíble. La ropa se fue arriba mal. Hay que pagar la luz que es muy caro, tener el pasto cortado, etc.
Y para tener todo bien hay que tener los materiales actualizados. A los chicos se le da la merienda. Es bravo. Hoy los profes lo hacen por pasión, porque si es por plata, nada. En esta pandemia son los únicos que no cobran.
Cuesta sacar grandes talentos. El problema es que cuando pinta uno más o menos, te lo llevan. Se va a Sarmiento o algún club de afuera. Y los técnicos se enojan.
Pero se hace docencia. Los chicos aprenden a cumplir un horario, a ser compañeros, a respetar al otro. Aprenden un montón de cosas en el club que uno, con el paso del tiempo, recién se va dando cuenta.
¿Maradona o Messi?. Mi generación vivió de una manera especial la era Maradona. Lo mismo que Monzón, Reutemann, después Messi. Pero me quedo con Maradona.
COMENTARIOS