Nací en Pueblo Nuevo, a la vuelta de la cancha de Jorge Newbery. En realidad yo me inicié con el maestro Dionisio García en la escuelita de Newbery. También lo tuve a Marengo.
Pero como mis padres se fueron a vivir al Barrio de las Morochas, fiché en Mariano Moreno. Los profes eran el Colorado Cavagna y Sergio Lippi. Se hizo una división con jugadores excepcionales. Me acuerdo del Pata Ayerbe, un exquisito del fútbol, que después terminó jugado en Buenos Aires. Juan Tello, Marcelo Forzano, Diego Carpinella y su hermano, Quadrilátero, el Pato Marinello. Estaba Topeka Azconzábal que ya en ese año pintaba como que iba a llegar. Si terminaba el entrenamiento y se quedaba solo pateando tiros libres. Y me olvido de un montón más.
Después de Mariano Moreno me fui a la Loba por intermedio de un amigo. Y me hizo debutar en primera Omar Cándido Valdéz con dieciséis años. Fue un partido contra Rivadavia de Junín que no estaba en los planes. Para mí no fue un buen debut. Yo había salido la noche anterior, estaba desmayado en mi casa, y me fueron a buscar de raje para estar en el banco. Pero me encontré con la sorpresa que llegué a la cancha y el técnico me necesitaba de titular.
Tengo que agradecerle a River Plate por el debut en primera, que me hizo ser conocido.
Después tuve la suerte de pasar a Sarmiento. Pero en la Loba tuve compañeros excepcionales: el Turco Abdala, Cano Suseret, Pepe Sánchez, el Negro Caresani, Pesaresi, el Colorado Maraviglia, Enzo y el Curro Cielo, el Chueco Catamarca. Jugadores impresionantes que ayudaban a los más jóvenes y le volcaban toda su experiencia.
En inferiores fui campeón con River Plate, pero nunca en primera división.
Pasé a Sarmiento en 1993 que me llamó Taqueta Barrionuevo. Fue un año a préstamo. Llegue a la gomería de calle San Martín y me dijo: “si hacés las cosas bien en tres meses estás entrenando y jugando con los profesionales”.
Y se dio así. Sarmiento asciende en 1993 en cancha de San Miguel y tuve la suerte de entrenar a los tres meses de llegado con la primera profesional. Me llamó Mario Finarolli.
Pero a su vez tuve la mala suerte que en el primer partido amistoso que se hizo contra Douglas Haig me quebré el quinto metatarsiano y estuve cincuenta días parado. Cuando volví no habían podido meter el pase en AFA.
Pero a mi me gustaba jugar al fútbol y si tenía que hacerlo con los amateurs lo hacía con mucho gusto. Tuve la suerte de jugar muchos partidos en los preliminares de la primera profesional y al año se me venció el préstamo. Volví a River Plate.
En 1997 me llamó Oscar Tuso y me fui a BAP. Tuve la suerte de poder jugar torneos argentinos, muchos años salí campeón en primera. Se armó un buen grupo que me dio la posibilidad de mostrarme y poder jugar con otros equipos de Junín torneos nacionales, eliminatorias importantes, etc. Estuve en Rivadavia y Villa Belgrano.
En realidad no jugué en la zona. Un solo partido me llevó Rubén Albarello a Deportivo Alberdi, a probarme. Pero no hubo acuerdo económico y desistí de ir a jugar.
Dejé de jugar a los 31 años. Las rodillas me pedían por favor que dejara. Yo sabía que me tenía que operar de la rodilla izquierda pero me negaba. Después de sufrir la lesión del quinto metatarsiano en Sarmiento juré que no me operaba más.
Si no me hubiese pasado esto, todavía me estaría diviritiendo con el fútbol. Lamentablemente no pudo ser.
Para volver a tener cantera de jugadores hay que dejar de ser tan competitivos. Hay que buscarle la vuelta de hacer un certamen para que los chicos se diviertan. Ahora es todo competencia. Vas a la cancha y es todo dale, metele, poné. Y hay que dejar que el chico se divierta.
Además hay jugadores chicos en canchas inmensas. Hay que reducir los espacios y que el chico tenga mucho más contacto con la pelota. En cancha grande ves jugar a los pibes y tocan la pelota de ves en cuando. Tendría que volver el famoso torneo reducido. Cuando nosotros jugábamos en los barrios, en el campito. Ese es el ABC del fútbol.
¿Maradona o Messi? Dos fenómenos. Me quedo con Diego.
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