Gran tristeza: murió "El Vasco" Azcárate
Fue una de las figuras más destacadas de la dirigencia deportiva juninense. Toda su vida estuvo estrechamente ligada a su amado club BAP, al que dirigió en varios períodos. Se distinguió como analista futbolístico y también fue un jefe admirado en el ámbito ferroviario.
Qué pena. Ayer, a los 92 años, falleció Néstor Ángel Azcárate, “El Vasco”, apodo que desde pequeño le ganó a sus dos nombres. En los últimos días tuvo un grave traumatismo, tras una caída, y no pudo reponerse. Marcó toda una época en la dirigencia deportiva de nuestra ciudad. En febrero de este año había sufrido la pérdida de su esposa, Zu-nilda Amelia Galante, detalle importante que también lo tenía hondamente apesadumbrado.
De gestos reposados y temperamento categórico, Azcárate fue una presencia singular en el campo de la conducción. Supo defender sus creencias con valentía y hasta con tozudez. En su casa paterna bebió de adolescente una tradición que no pudo parar: el amor incondicional por el Club Atlético B.A.P. Eso lo lanzó a una carrera honoraria por la institución, una vocación que se transformaría luego en la pasión de su vida. Pasó por todas las etapas, desde modestos lugares acompañó a diferentes conducciones y finalmente llegó a la cima: presidir su club tan adictivo como entrañable.
Su obsesión en el campo institucional fue conseguir los títulos que ocupaba el club, luego de la compra por parte de los ingleses, primitivos hacedores de la entidad, hace casi 130 años: un lejano 23 de diciembre de 1892. Sin temor a empañar otros esfuerzos igualmente valiosos en ese sentido, durante la gestión inclaudicable de tres presidentes -Raúl Giménez, Eduardo Cosola y Néstor Azcárate- se avanzó muchísimo en el quijostesco objetivo de escriturar los terrenos a nombre de sus legítimos propietarios. El sueño quedó felizmente cristalizado por otros dirigentes, tras un camino marcado con firmeza y convicción.
Se está corriendo el gran riesgo de un estancamiento en la visión deportiva de los últimos años, sobre todo desde la óptica del reconocimiento a dirigentes que hicieron prosperar a sus clubes, gracias a un enorme esfuerzo, a grandes franjas de imaginación y a una constante búsqueda de la superación. Eso sí: siempre haciendo equilibrio en el medio de la faz económica, sin otra ayuda o recursos que la cuota social. Azcárate lo tuvo por parte de la Liga, al designar con su nombre el Torneo Nocturno 2014/15.
Por suerte, hubo muchos Azcárate, muchos molinos de viento que superar dentro del tiempo de este gran dirigente azul, austero, humilde, visionario y dinámico por donde se lo mire. Lamentablemente, el olvido es el peor remedio para combatir la escasez de brazos y voluntades con la que conviven la mayoría de los clubes. Aun con tradiciones culturales y sociales distintas, hombres como Alfredo Julio, Luis Montagna, Andrés Hankin, Pedro Borra, Oscar Revello, Eugenio Marcaida, Miguel Di Feo, Gil Pérez, Alberto Chescotta, Oribe Olmos, David Bozzo, Luis Giagante, Carlos Gamazo, IdelboVoda, Antonio De Narda, Ramón y Pedro Castro, Luis Rabadán, Pascual Baro, Ismael Casim, Hidalgo Bisio y Ramón Astorga, entre muchísimos otros, igualmente hoy serían capaces de vencer obstáculos y dificultades en beneficio de sus colores partidarios, que es como decir construir utopías para el crecimiento social y deportivo de todo el continente juninense.
Comprometido con cada una de sus responsabilidades, “El Vasco” Azcárate dejó un extenso legado digno de imitar en el entrañable B.A.P., que fue como su segunda casa. Trabajó en distintos puestos de la comisión directiva con entusiasmo y gran compromiso en cada una de las franjas de la institución. Lo vimos moverse a destajo, para vencer contrariedades y arrimar soluciones a los problemas. Tentado varias veces por unanimidad para presidir los destinos de la Liga Deportiva del Oeste, prefirió continuar adherido a su querido club, sin apostar a otras ambiciones muy significativas.
Seguramente existen pocos dirigentes que hayan sido tan meticulosos en preservar las arcas de una institución y también tan imaginativo para hacer, sin plata, cosas importantes. Además, Azcárate fue minucioso al extremo en el cuidado de las formas y las normas reglamentarias. Esclavo de los estatutos y reglamentos del fútbol, utilizó esa visión para denunciar tanto las “avivadas” de los chantas como lo deshonesto, siempre con un único propósito: pelear contra los embusteros. En rigor, sin juego limpio no hay deporte posible, ¿qué duda cabe?
Casi sin proponérselo, él se nutrió de las enseñanzas de un dirigente con mayúscula que tuvo su club y la Liga: Gil Pérez. La esquina de la casa de Pérez, Leandro N. Alem y Dorrego fue por muchos años la “sede de B.A.P.”. Un verdadero cabildo abierto para las necesidades y urgencias de la institución, donde el anfitrión desplegaba su condición de consejero mesurado, con opiniones valiosas y juicios certeros. Fue proclamado el primer socio azul “no ferroviario”, pese a las rígidas disposiciones de la entidad en los años iniciales del siglo pasado. Pérez, verdadero ejemplo de las generaciones que vinieron después, se transformó en un testimonio inolvidable. Murió en julio de 1973, cuando tenía 84 años.
Años atrás, Azcárate contaba algunos hechos curiosos relacionados con la llegada de Bernabé Ferreyra a Junín, procedente de Rufino, para trabajar de pintor en los talleres ferroviarios, con un salario de siete pesos por jornada. En 1926, “El Ñato” tenía 18 años y, obviamente, fichó para B.A.P. Al año siguiente, llevó al club al título, junto con su hermano Paulino, Gervasio Pelli, Héctor y Santiago Garro, Cándido Saletti y Arturo Verón, entre otros. Dos años después, Bernabé integró el seleccionado juninense, junto a Angel Azcárate, zaguero de Jorge Newbery, el padre de Néstor. En 1931, con 23 años, Ferreyra, que todavía no se había transformado en La Fiera o en El Mortero de Rufino, pasó a Tigre, paso previo a su escalada triunfal en River Plate.
Sobre la ida de Bernabé a Tigre, Azcárate nos mostró, también hace varios años, una carta manuscrita que Ferreyra le mandó desde Buenos Aires al dirigente Gil Pérez. Le rogaba expresamente que le mantuviera el puesto de trabajo en el ferrocarril, porque “no sabía qué destino le depararía” su traspaso a un club profesional, de la envergadura de la entidad de Victoria. Lo cierto es que estuvo apenas una temporada en Tigre y ocho en River. Jugó 198 partidos y marcó 206 goles, y se convirtió en una verdadera leyenda del fútbol argentino.
Azcárate recordaba que “B.A.P. fue el primer club en Junín en darle impulso a la redonda. Fue allí donde surgió el pelotazo inicial, por gravitación de esos “ingleses locos” que llegaron a estas llanuras empujados por el ferrocarril. Como si eso fuera poco, también el básquetbol tuvo el estreno en sus filas, bajo la influencia de Carlos Pérez Correa. Otros deportes resultaron mojones impresionantes para la época, como golf, tenis, cricket, sek-ball, boxeo, hockey sobre césped (fue campeón Metropolitano en 1944) y atletismo”.
“El Vasco” siempre se vanagloriaba de lo bien que su club trabajaba en la formación de jugadores. Y es muy cierto. Sin exagerar en lo más mínimo, B.A.P. ha sido la entidad que más jugadores promovió al fútbol profesional, varios de ellos campeones nacionales y mundiales, como también en otros ámbitos importantes. La lista es interminable. Una noche, en la redacción de Democracia, la repasábamos con otro amigo muy entrañable: Miguelito Di Feo. Se nos ponía la piel de gallina al recordar algunos nombres: Orlando Tirapani, Biro Lombardini, Walter Echarri, Manuel Viaño, Ricardo Giles, Andrés Guruceaga, Raúl Baldo, Raúl Giménez, Paulino y Bernabé Ferreyra, Heriberto Ferrari, Hugo Ferrari, Osvaldo Zubeldía, Pablo Mallegni, Hebert Pérez, Ernesto Pelli, Hugo Spadaro, Alfredo Bisio, Eduardo Cosola, Camilo Aguilar y Rubén Piedrabuena, entre tantos otros.
Si uno pudiese cambiar de trapos o de fidelidad de una institución a otra, como sí lo suele hacer con sus mujeres (sabia reflexión emitida por Jorge Luis Borges) … ¡qué lindo sería ser hincha de B.A.P.! Un club con historia y dignidad, merecedor del cariño eterno.
Te tenemos que despedir, Vasco. Chau. Nos quedamos con las ganas de otro cafecito, de otra anécdota, de esa mano en el hombro que dan los que viven amistosamente más allá de la amista.