Nací en Junín atrás de la cancha de BAP. Fui a la escuela 22 con Bottiroli, Rosaspini, Baumann, y después a trabajar. A los ocho años empezamos a laburar con mi hermano (El Brujo) en una fábrica de alambres que estaba por Arias al fondo. Íbamos con unos fríos, unas heladas y no paramos nunca.
En la escuela se jugaba al fútbol. Hicieron un campeonato de todas las escuelas de Junín y salimos campeones con la 22. Le ganamos la final a la escuela numero 24. Habrá sido en 1959-60.
Se jugaba todo el día al fútbol. En cada barrio había un campito y entonces los fines de semana se jugaba barrio contra barrio. Era muy común eso en la ciudad.
Y cuando nos cansábamos salíamos con la onda a cazar. Era furor en ese entonces. Yo todavía conservo algunas de aquellos tiempos. A mi me gustaba muchísimo.
Pero era una diversión sana, ahora cambiaron los tiempos y lamentablemente para mal.
A mi me vio jugar en el campito don Juan Torelli, junto con mi hermano. Se vino como tiro y nos fichó en BAP.
Resultó que había otro reclutador de jugadores y era de Sarmiento, de apellido Cofré. Y también nos había visto jugar, pero Torelli fue más rápido y le ganó de mano. Se quería morir el hombre cuando se enteró. Pero antes era así. En la Liga hubo casos que llegaban con una persona para fichar y en el interín que iba adentro para adelantar los papeles le robaban los chicos de otros clubes y los metían por otra puerta para ficharlos.
Hice todas las inferiores en BAP. Con la sexta B, sexta A y quinta salimos tres años seguidos campeones. Estaban el Vasco Guruceaga, Aguerre, Pelli.
Estaba quinta e intermedia. Yo no jugué en intermedia, de quinta salté a primera. Me promovió Edgard Aramburu. Tenía quince años.
Costó ganar la titularidad en la primera. Había cada jugadores, eran de primera línea. Y ni hablar en los clubes de enfrente. En Rivadavia estaba el Cabezón Nievas, los Varela, Chaparro. También en Moreno, Independiente, Defensa.
A los dos años de estar en primera se comenzaron a hacer los torneos nocturnos en Junín. Ahí empezamos a salir campeones. No nos ganaba nadie. Ya estaba el Loco Basso de técnico.
Los nocturnos eran impresionantes. La cancha de Sarmiento se llenaba, estaba de bote a bote. Ahora no va nadie a la cancha. Se fue perdiendo todo.
Pasé a Jorge Newbery tres años, en la mejor época. Jugué los regionales y también en el Nacional. Fue mi mejor época.
En 1971 fuimos con mi hermano a jugar a Rivadavia de Junín y salimos campeones del torneo oficial de la Liga Deportiva del Oeste.
Jugué en Independiente, en Mariano Moreno. Y en los pueblitos estuve en Racing de Teodelina, en Rojas, Chacabuco. En Alberdi salimos campeones.
Terminé de jugar en Fortin Tiburcio, que también fuimos campeones con mi hermano. Tenía cuarenta años y tal vez podría haber seguido un tiempo más. Pero me retiré con una legión de amigos. Es lindo porque hoy, jubilado, siempre te encontrás con alguno para charlar de fútbol. La amistad que se cosecha es lo más sano que puede existir.
La diferencia de antes a hoy en cuanto a la cantidad de jugadores es la vagancia. Hay mucha vagancia. Nadie quiere esforzarse. Y se sumaron vicios nuevos. Andá hacer correr un chico ahora.
Yo, con la edad que tengo, corro todos los días una hora. Completo con elongación y todo.
El avance de la ciudad fue eliminando los campitos y ahí era donde se aprendía la mística, el abc del fútbol. Hoy no hay gambeta, se perdió la magia que uno traía del campito donde esquivaba los cascotes y el rival, todo junto.
También el avance de la tecnología mató el fútbol. Los chicos están todo el día con la play, los video juegos, el celular y la computadora. Juegan al fútbol en la tele. Nunca visto. Andá a hacerlos entrenar.
¿Maradona o Messi? Cada uno en su tiempo. Dos monstruos del futbol nacional.
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