Y claro pibe que soy de Sarmiento.
Y soy del verde desde que tengo uso de razón. Pero te confieso, a veces me provoca cierto pudor admitir que alguna vez también fui hincha de otro club, un club de los llamados grandes.
Con cuatro o cinco años fui por primera vez a la cancha de la mano del viejo.
Allí, detrás del alambrado, te aturde por primera vez el griterío de miles de gargantas y entonces preguntas si fue gol y tu viejo te responde, medio molesto, no por la pregunta, sino por lo que acaba de ocurrir, “no hijo, no. Casi, casi”.
Ahí supe de la bronca del gol perdido. Entonces, pibe, ponés toda tu atención, aún en los más mínimos detalles, y cuando ves que la pelota roza el travesaño o la saca por poco el arquero, el mismo griterío se repite. Observás a tu alrededor y ves patadas contra el alambrado, agarradas de cabeza, manos apretadas en los rombos metálicos y escuchas puteadas al aire multiplicadas por cientos.
Hasta que por fin conocés por primera vez la delicia de su majestad, la alegría máxima: el gol.
El gol de Sarmiento.
Único, incomparable. Escuchás y gritás, gritás y escuchás ese bramido eufórico que vas a vivir miles de veces. Ese momento único que podés sentir de mil maneras: alzando los puños apretados, buscando el abrazo del amigo, el hermano o el desconocido que está al lado. Hasta, mirá lo que te digo pibe, podés vivirlo en silencio mirando las casacas verdes con vivos blancos dentro del campo de juego saltando, corriendo en busca de un abrazo fugaz e interminable, mientras te saltan las lágrimas por alguien que se fue, pero lo sentís pegadito a vos.
Mirá pibe, por aquellos tiempos uno era hincha de Sarmiento, pero también, casi obligadamente, de algún club grande. Los lunes en la escuela los muchachos se cargaban según los resultados de los equipos de primera. Con el correr del tiempo Sarmiento también se metía en el ruedo. Pero por aquellos años si te preguntaban de qué cuadro eras, decías Boca, River, Independiente, Racing, San Lorenzo no sé, el que se te ocurra, aunque después se aclaraba y de Sarmiento.
Ya siendo un muchachón, con el correr de los años, tuve la inmensa alegría de ver al verde en primera. Como tantos otros me preguntaba ¿y cuando el Verde juegue con Boca por quién hincho? Está duda que compartíamos con los amigos, se había convertido en un intríngulis casi filosófico: ¿se puede ser fiel a dos banderas? Ya desde mi adolescencia me planteaba cómo se puede ser de dos cuadros al mismo tiempo. En las charlas con los amigos las explicaciones eran muchas y por qué no todas válidas. Pero...no para mí.
Pensaba cómo se puede ser hincha de un club al que nunca o pocas veces fuiste a su cancha, que no vivís en su barrio, que apenas si viste unas fotos en “El Gráfico” o “La Goles” o que escuchaste sus partidos en la radio.
No podés ser hincha de River, de Boca, de Racing, de Independiente, de San Lorenzo o de quien sea, si ni siquiera vivís en Capital o Avellaneda. Qué tienen que ver con vos esos equipos. Cuántas veces los viste jugar, cuántas veces estuviste en sus tribunas vacías o llenas, silenciosas o bullangueras.
No pibe, vos tenés que ser de Sarmiento, que es de tu ciudad y por ahí hasta de tu barrio.
No podés ser tan tibio. ¿Qué es un equipo chico? ¡Y qué, mejor! En la cancha gritamos y sufrimos por cien entonces. En el laburo, en la escuela, en el bar, discutimos también por cien. Y si hay que aguantar lo hacemos como los apenas 300 espartanos que en Las Termópilas mantuvieron a raya a los 250 mil persas del ejército de Jerjes I. ¿O por qué te crees que somos los “Guerreros”?
Decime si no es algo mágico acercarte a la cancha los días de partido. Los hinchas llegando como peregrinos atraídos por esa pasión que es el Verde. Las pibas, los pibes, los viejos, las familias cantando, bailando, haciendo flamear las banderas del verde.
No pibe, la doble camiseta ya no corre en el Eva Perón.
No sabés las broncas que me tragué cuando por ahí se me cruzaba uno con una camiseta de Boca, o de River. ¿Qué están en su derecho? Más vale. Ahí tenés toda la razón. Lo que yo digo es como no sienten la del Verde. Pero todo es cuestión de tiempo, ya vas a ver.
Ser hincha es algo profundo y tiene que ver con los cinco sentidos. Nuestro estadio tiene sus propios, sonidos, colores, olores, sabores, suavidades y asperezas. Andate un día de semana al cemento, ves esa diferencia, podés ir cuando quieras porque estás en tu casa, en tu ciudad. Sentís entonces el aroma del pasto recién cortado de tu cancha, el canto de los pájaros, de los teros, los gritos de los jugadores entrenando...
Si yo aún hoy percibo el sabor de los maníes de los Cordone, la dulzura de las garrapiñadas de Nicola y el olor de los choris de las cantinas. Tiene que ver con la vista que se extasía en esos colores queridos y en esos rostros conocidos o desconocidos, pero siempre entrañables por la común unión de la divisa. El tacto tomando contacto con el alambrado frío, el áspero escalón de la tribuna, la suave tela verde de la bandera verde asida con pasión.
Pero yo no soy perfecto pibe. Y reconozco que cuando me preguntaban “¿y vos de qué cuadro sos? alguna vez dije de Boca. Pucha y por ahí cuando me acuerdo hasta me da un poco de vergüenza, no por Boca que me merece todo el respeto, sino por mi propia debilidad.
Pero bueno yo vengo de otra época donde no solo no habíamos pasado aún por la primera división, sino que hasta andábamos galgueando por la Primera “C”.
Y no es que quiera justificarme, pero si de dos próceres de la hinchada como eran Cachito y Pirulo se dice que uno era de River y el otro de Boca, como no me voy a perdonar aquel desliz de pibe.
Pero...un día, cualquiera... se revela la plena sensación de ese amor futbolero indiscutible por una sola camiseta, la verde con vivos blancos con el escudo entrañable del CAS en el pecho. Entonces, después de esa epifanía te repetís con orgullo: soy hincha de Sarmiento, ¡¡¡de Sarmiento y nada más!!!
Ahora, por todo esto que te estoy contando, no te puedo decir a ciencia cierta desde la cuna, pero si te puedo asegurar pibe, con toda la certeza del mundo: ¡¡¡solamente del Verde de Junín y hasta la muerte!!!
(*) Profesor en Letras e Historia y periodista. Se desempeñó como Jefe de Redacción en el Diario de la República de San Luis y como periodista en Semanario y La Verdad de Junín. En San Luis fue profesor en la Universidad Católica de Cuyo, el Nacional Juan Pascual Pringles y la Escuela Secundaria de El Trapiche. En Junín, fue director de la Escuela Secundaria N°19 y profesor en varias escuelas de nivel medio.
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