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ENFOQUE

Que no cunda el pánico

Fácil de reconocer la dimensión del mejor Flamengo en mucho tiempo y luminoso ganador de una semifinal que en los papeles se presentaba pareja, más valdría tomar distancia de la automática deducción de que la Copa Libertadores ya tiene dueño y de que en todo caso River deberá contentarse con ser un digno partenaire.
Si dinámicas, tornadizas y a menuda caprichosas son las derivas de la vida misma, qué decir del fútbol de alta competencia, qué decir de los hinchas y qué decir, por qué no, de quienes ejercemos el rol de presuntos analistas calificados.
A pesar de haber eliminado a Boca con lo justo, la módica diferencia de un gol, se le atribuyó a River el valor de un equipo indestructible.
Y veinticuatro horas después, rubricado el insospechado 5-0 a expensas de Gremio, fue Flamengo el equipo bendecido por un enroque que lo depositó en la infrecuente cima del equipo capaz de disponer de las mejores respuestas a las peores preguntas y por si fuera poco en consonancia con los paladares más exigentes.
De tal suerte, la final que tendrá lugar en Santiago de Chile el 23 de noviembre próximo representaría algo aproximado a un vulgar protocolo: la Copa ya tiene lugar en las vitrinas de Flamengo y apenas si quedaría por saber por cuál resultado.
Se trata, a todas luces, de una verdad a mano, funcional, temeraria, a sola firma.
Y es por eso mismo, por su escasa o nula profundidad, por su limitado espesor, que asistimos a una verdad que, como muchas otras en el fútbol, merece ser interrogada e interpelada.
¿Sugerimos acaso que Flamengo sea un equipo sobrevalorado, inflado, susceptible de ser mirado con desdén?
De ninguna manera: Flamengo es un flor de equipo, que, para empezar, ofrece una impronta que no abunda: juega tal y como lo concibe su director técnico.
Llamado “El maestro de la táctica”, Jorge Jesús es una rara avis que contiene algunos rasgos más propios de décadas ha (por caso, el desenfado del 4-2-4) y a la vez un par de supremos valores de la época: una tenencia elaborada y consistencia en transiciones defensivas intensas y ordenadas.
Y tiene, por si no ha sido subrayado hasta aquí, jugadores de técnica depurada en la mayoría de los puestos y unos cuantos veteranos probados en las fraguas más exigentes.
Flamengo, el interrogante va de suyo, está habilitado para imponerse a River e incluso, si cuadrara, si las circunstancias consistieran, con meridiana claridad.
Pero eso está por verse, en una final, en 90 minutos que reúnen vida y características específicas y ante un adversario, el River de Marcelo Gallardo, templado, juramentado, con más de un examen aprobado en tenidas semejantes y además no exento de jerarquía.
Tal vez, dejamos planteada la cuestión y la retomaremos conforme se acerque la fecha del partido, no sería ajustado preguntarse cómo hará River para derrotar a Flamengo sino exactamente al revés.

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