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OPINIÓN

Magos sin magia

Dicen que la Argentina es el país del fútbol, el tango y el dulce de leche. El país de los 44 millones de entrenadores de fútbol. El país de los cánticos y los papelitos. Es tal la desmesura futbolística, que somos muchos los argentinos que creemos que la vida es aquello que pasa entre mundial y mundial.
Di Stéfano, Kempes, Maradona, Batistuta, Messi. Son solo algunos de los ejemplos que muestran como la Argentina ha ofrecido jugadores al mundo. ¿Por qué este fenómeno? Muy probablemente esté asociado a la cultura del potrero. Esos lugares emparentados con el folklore del fútbol que hoy escasean. Canchas de tierra donde abundan rostros de felicidad, rabonas, sombreros y demás ademanes lúdicos para el deleite de todos.
Durante mucho tiempo de la historia bastaba con el desarrollo de este aspecto intuitivo, técnico, para lograr obtener resultados positivos. La Argentina se diferenciaba como potencia mundial a partir de sus grandes jugadores que gambeteaban a más no poder. Eso le permitió la obtención de 2 copas mundiales y 14 copas América. Sin embargo, en los últimos años la selección argentina de fútbol no ha logrado grandes cosechas. Como un oasis en el desierto, obtuvo tres subcampeonatos en forma consecutiva, producto de la sincronisidad de una gran camada de jugadores guiados por el mejor del mundo.
Con el advenimiento de ciencias que se introducen en el deporte y el desarrollo de la performance física, el fútbol se ha vuelto cada día más parejo. Hoy ya no es suficiente contar con jugadores de calidad técnica para ganar, debe existir por detrás un proyecto que sustente el trabajo. En este sentido, la Argentina se encuentra varios años atrasada.
Tal cual subrayó Albert Einstein, "si pretendes resultados diferentes, debes hacer cosas diferentes". El pueblo argentino pretende ganar sin asumir el costo que implica trabajar para ganar. Pretende tener resultados diferentes haciendo lo mismo de siempre. 
Parecería que el fútbol de hoy es el resultado de un entrecruzamiento entre el arte -la intuición, el potrero, la técnica- y la ciencia -el estudio de la performance-. Desde este paradigma podremos comprender la hegemonía actual del fútbol inglés: 4 equipos finalistas en los torneos más importantes de Europa, semifinales en la Copa del Mundo 2018, campeones sub 17 y sub 20. El fútbol se gesta a partir de conocimientos e investigaciones que parten desde universidades. Se hace ciencia del deporte.
¿Esto significa un adiós al potrero? El ganar se ha convertido en el fin de nuestra existencia. Ganar no está mal, al contrario, todos queremos ganar. Representa el espacio donde uno reconfirma el desempeño en el propio accionar. El problema es cuando se busca de manera directa y a cualquier costo. Ganar es una consecuencia, no una meta. Necesitamos revalidar el triunfo para sentirnos importantes. Como dice el refrán: "Dime de qué alardeas y te diré de qué careces". Debemos valorarnos por lo que somos y no porque somos ganadores. Ganar no es salir campeón, es superarse.
En la mayoría de los casos, el niño juega con una mochila en sus hombros cargada de proyecciones, expectativas, miedos de fracasar, temores. Estos condimentos atentan contra la espontaneidad, la fluidez y el despliegue del potrero. No se animan a ser porque tienen miedo de equivocarse en el hacer. Entonces, hoy escasea el talento -porque no se permite la equivocación- y tampoco existe un proyecto. Ni arte, ni ciencia.
La selección argentina de fútbol sigue buscando atajos sin saber hacia dónde se dirige. Deambula. Entonces, ¿qué nos deparará esta Copa América? Le podrá ir un poco mejor o un poco peor. Sin embargo, es momento de intentar replicar modelos. Estar dispuestos a perder. Tomar conciencia que no somos una potencia. Permitirnos equivocarnos. Volver a conectar al jugador con su esencia lúdica. Disfrutar el juego. Investigar. Estudiar. Dejar de esperar trucos de magia.

(*) Profesor de la carrera de Psicología. Director del Curso de Psicología del Deporte y Secretario Académico del Programa en Ciencias del Deporte de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.

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