¡Qué ironía! El jueves pasado, día del centenario de la revista El Gráfico, las redes rescataban la tapa del último número, enero de 2018. Allí está Ariel Holan con el brazo en alto. “Quedó para siempre en la historia de Independiente”, decía la portada. La conquista de la Sudamericana, añadía, le dará el “agradecimiento eterno de los hinchas”. Ese mismo jueves, Independiente anunció el cese del DT. Holan duró dos años y seis meses, una marca que supera la media de estos tiempos. El Gráfico duró noventa y nueve años. Pero en más de un sentido, y en las buenas y las malas, a El Gráfico le cabe la misma figura que la revista usaba para Holan en aquella última tapa de enero de 2018: la eternidad.
Es que El Gráfico, como escribió el periodista Oscar Barnade, sigue vivo “en las hemerotecas, en los rincones de las casas de los coleccionistas, en la memoria de miles y miles de lectores de varias generaciones y de distintos rincones de Latinoamérica. En las redes sociales que recopilan fotos increíbles o creativas producciones con los mejores deportistas de cada época. En el Parque Rivadavia, en el (Parque) Centenario, en las ferias populares, y en las librerías de culto y de compra y venta”. Diego Borinsky, que trabajó veinticinco años en la revista, hasta su cierre en 2018, lo simbolizó de modo aún más casero, con un ejemplo que todos los que amamos el deporte sabemos que es cierto. Que “El Gráfico no se tiraba. Se compraba, se leía y se guardaba”, hasta que, a todos nos sucedió también lo mismo, una “madre, hermana o novia y/o esposa” reclamaba: “sácame esta pila de revistas de acá, te pido por favor!”.
Los más pibes tal vez no lo entiendan. Hay que explicar que no había tele de cable, suplementos ni diarios deportivos y mucho menos internet. Y contar que El Gráfico era muchas veces el único medio de prensa argentino presente allí donde un deportista nacional sorprendía con algún título o victoria resonante. Y que lo contaba luego con gran ambiente, como si nosotros mismos hubiésemos estado también allí. Y acompañado de una producción notable. Con maestros de la foto y el diseño. “Aprendí que una buena nota no es solo cómo está escrita, sino también cómo se produce”, contó Daniel Arcucci. Los más pibes tampoco tienen por qué saber que, para un deportista, salir en la tapa de El Gráfico, era una cumbre tan importante como ganar un Balón de Oro.
Porque El Gráfico se equiparaba con France Football, La Gazzetta dello Sport o Sports Illustrated. Puedo dar fe. En 1981 -tuve dos años breves pero intensos cubriendo rugby para la revista- salió una supernota con el Puma Eliseo “Chapa” Branca. Cuando le dieron el Olimpia de Plata, el locutor, leía exactamente el inicio de esa nota.
Tan influyente era El Gráfico que, en tiempos de Borocotó y Frascara, dos periodistas míticos ya en los años ‘30, la revista le dio letra fundacional a “la nuestra”, ese estilo de juego de pelota al piso, toque corto y gambeta. Bello, pero insuficiente para confirmar la presunción de que éramos “los mejores del mundo”. Cuando sí lo fuimos, en el Mundial de Argentina 78, el país sufría la peor dictadura. Y El Gráfico, fiel a su cercanía con el poder (y si conservador mejor), abrió el número siguiente a la conquista de la Copa con una larga entrevista al dictador Jorge Videla. Imposible olvidar la carta que la revista inventó a Ruud Krol, en la que el capitán holandés le decía a su hija que Argentina era “tierra de paz” y que los soldados disparaban flores de sus fusiles. Fue valiente la renuncia de periodistas claves (Juan José Panno, Guillermo Blanco y Carlos Ferreira, entre ellos) porque la revista, tras el fiasco de España 82, cambió de línea y pasó a criticar a César Menotti. Ya en democracia, El Gráfico repitió obsecuencia con tapas y notas a Carlos Menem. La etapa más anticonformista fue a fines de los ’50, cómo no, con Dante Panzeri director. Con él, todos los deportes podían ser tapa, no importaba si vendían mucho o poco. Y la etapa más “progre” fue entre 2000 y 2002, con Mariano Hamilton director. Pero la modernidad y errores propios agravaron todo. Despidos, publicación de semanal a mensual, traspaso patronal (de Editorial Atlántida a Torneos). El cierre y la sobrevivencia en la web.
Los ’70, Mundial incluido, fueron tiempos de Guillermo Vilas, Carlos Reutemann, Carlos Monzón y otros ídolos. Años de fotos en colores. Record de 595.924 ejemplares con la conquista del Mundial 78. Y de 690.998 con la del Mundial 86. Tiempos de Pelé, Muhamad Alí y Jesse Owens para la fiesta del 60º aniversario de 1979. De “cumbre” Pelé-Maradona. Todo inimaginable para una revista que había iniciado el 30 de mayo de 1919 como de “interés general”, con notas como “Exploradores del Africa” o “La cacería del zorro”. Last Reason, Chantecler, Free-Lance eran apodos de periodistas míticos, igual que Robinson (Ernesto Cherquis Bialo) y
también El Veco, Juvenal y O.R.O (Osvaldo Ricardo Orcasitas, Orito para todos). Alma de la revista, Orito exigía nombres bien escritos, años precisos, que todo fuera chequeado. “La memoria no existe”, nos decía. Hoy podríamos decirle al querido y fallecido Orito que, por suerte, la memoria sí que existe. Y que por eso todos recordaremos siempre a El Gráfico.
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