Hugo Pucheta lleva cincuenta años dedicados a la tapicería, un oficio que aprendió de su padre y que le enseñó a su hijo, con lo que la familia ya lleva tres generaciones realizando esta actividad.
Meticuloso, detallista, metódico, Hugo es uno de los exponentes tradicionales de este rubro en Junín. Rubro que, según dice, está desapareciendo como labor artesanal, ya que descendió notablemente la cantidad de locales dedicados a la tapicería. Pero que él sigue practicando con la misma pasión del primer día.
Los trabajos tienen que tener una buena presentación. Hugo Pucheta Tapicero.
Hay que ser meticuloso. Si esto no te gusta, no lo podés hacer. Hugo Pucheta Tapicero.
Primeros años
Pucheta nació en Arribeños pero a sus cuatro años su familia se mudó a Junín, porque a su padre, ferroviario, lo trasladaron a nuestra ciudad. En aquellos primeros tiempos vivió en Pueblo Nuevo y después pasó el resto de su infancia en el barrio Mayor López. Por eso hizo parte de su primaria en la Escuela N°2 y la completó en la N°41. El secundario lo hizo de noche, porque siendo adolescente tuvo que salir a trabajar.
Desde chico jugó al fútbol en Ambos Mundos, como delantero. “Tuve la suerte de salir goleador en el año 1973”, comenta. Permaneció varios años en "El Tricolor" y luego pasó por Defensa Argentina, Colonial de Ferré, Bunge y C.A.S.E.T. de El Triunfo, entre otros. “También formé parte del combinado de Junín en el que participé en un campeonato provincial en el que llegamos a la final y perdimos con Rojas”, rememora.
Tapicero
Pucheta empezó a trabajar a sus catorce años haciendo changas, hasta que se inició en el oficio de su padre. Así recuerda aquellos años: “Mi papá estaba en el área de tapicería dentro del ferrocarril, hacían los asientos de los vagones y demás. En aquel momento había como cincuenta obreros en ese sector”.
Al mismo tiempo, su padre también tenía su tapicería y Hugo empezó ayudándole: “Hacíamos sillas, después empezamos a agarrar autos y todo lo de esta actividad”.
Fue en el año 1968 cuando arrancó como ayudante, por lo que lleva cincuenta años en el oficio.
Estuvo algunos años con su padre y en 1977 abrió su propio local. Para ese entonces su padre ya estaba dejando de trabajar y Hugo aprovechó la clientela que ya lo conocía.
“Enseguida me fue bastante bien, siempre pude trabajar de esto”, afirma.
Durante un tiempo fue, además, empleado en YPF, por lo que a la tapicería se dedicaba en tiempos libres. No obstante, nunca dejó de ejercer su oficio.
La tapicería
En su local de Avenida República, Pucheta mide, corta, cose. “Los trabajos tienen que tener una buena presentación. Uno no le puede errar en las medidas, ahí está lo importante de este trabajo”, explica.
Para Hugo, su oficio “no tiene muchos secretos, tiene sus cosas, pero si uno lo hace con amor, los trabajos salen bien”.
El paso del tiempo hizo que la tapicería tenga sus cambios. “Hoy existen otras máquinas que permiten estar más cómodo”, señala, para luego ejemplificar: “Antes yo trabajaba con un martillo y tachuelas o semillas, ahora son todas máquinas automáticas y eso es más rápido”.
Asimismo, con tantos años en el rubro, tuvo sus vaivenes económicos. La peor etapa fue en la crisis del 2001: “Fue un momento tremendo, no entraba nadie, pero era algo general, no solo me pasaba a mí. Solo me quedaba esperar. Algo podía hacer en ese entonces, pero había muy poco trabajo. Además, el tema es que, en tiempos de crisis, si uno tiene una silla o un sillón medio roto, lo sigue usando, arreglarlo no es una prioridad, esto lo deja para lo último porque se puede seguir usando igual”.
Los años también hicieron variar el oficio. Tanto que cuando Pucheta empezó con esto había unas 70 tapicerías y, según sus cálculos, hoy queda una treintena. “Este es un oficio que se está perdiendo –asegura–, no sé si es que los jóvenes no quieren aprender o qué es lo que pasa. Recuerdo que quince o veinte años atrás, todo el tiempo pasaban chicos que me preguntaban si yo necesitaba un empleado para trabajar. Ahora eso acá no sucede más. Y no es que este sea un oficio demasiado complejo, tiene sus cosas, pero se puede hacer”..
Balance
Hace nueve años que Pucheta se jubiló, pero continúa yendo a trabajar a la tapicería, que ahora tiene a su hijo al frente. Así como su padre lo formó a él, Hugo le enseñó a su hijo el oficio. Y ya hay una tercera generación de tapiceros. “A él le gusta mucho esto”, dice Hugo con orgullo.
“A mí esto me encanta –puntualiza–, me gusta cortar, coser, es un trabajo que requiere mucha atención, porque si uno no está concentrado, las cosas no salen bien. Hay que ser meticuloso, detallista. Si esto no te gusta, no lo podés hacer”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “Estoy conforme de todo lo que hice, no me reprocho nada. Lo que tengo, lo logré con sacrificio y eso es una satisfacción. Uno habla de cincuenta años en esto y parece que fuese un suspiro, no puedo creer que haya pasado tanto tiempo, ha sido tan rápido esto que uno no se da cuenta. Pero estoy muy satisfecho”.
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