ENFOQUES

La violencia en el fútbol sudamericano, un problema sin fin

La suspendida final de la Copa Libertadores de 2018 entre los archirrivales argentinos Boca Juniors y River Plate, que finalmente se disputó en Madrid, lejos de su hogar natural, Sudamérica, fue el corolario de años de violencia en el fútbol de la región y que lejos parece estar de solucionarse.
El poder de las barras bravas (hinchas violentos), con sus negocios ilícitos y sus nexos con la política, ha llegado a niveles alarmantes, con cientos de muertes a través de los años, además de infinidad de partidos suspendidos e intimidaciones a jugadores, entrenadores y dirigentes.
"En Argentina se tiende a pensar que la violencia en el fútbol es un producto monopólico de las barras bravas, pero las prácticas violentas son vistas como algo legítimo dentro del fútbol", afirma a la AFP el sociólogo argentino Diego Murzi, miembro de la ONG Salvemos al Fútbol, especialista en violencia deportiva.
Según Murzi "el Ministerio de Seguridad piensa la violencia en el fútbol exclusivamente en términos de organizaciones delictivas", pero "se pasa por alto que en Argentina existe una cultura del fútbol donde la violencia es legítima y no sólo para las barras sino para todos los sectores que participan, obviamente con distintos tipos de violencia: discursiva, económica, simbólica".

Negocios ilícitos
El modus operandi de las barras bravas argentinas se replica en la mayoría de los países de la región. En Paraguay, las barras bravas operan de manera similar a sus pares de Argentina, de donde se copian hasta los estribillos.
"Detrás de las hinchadas violentas hay droga, hay prostitución, relación de negocios entre ellos y sus protectores que pueden ser indistintamente dirigentes deportivos y políticos", asegura el experto Eugenio Ocampos, fiscal titular de la Unidad de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio Público paraguayo.
Recuerda que en la puja por el dominio de territorios de drogas se producen de tanto en tanto crímenes. "Hay barras que están condenados a 30 años por homicidio".
En Argentina "surgen como grupos del mundo del fútbol que adquieren un perfil delictivo y usan sus saberes delictivos aprendidos en el marco del fútbol para convertirlos en mercancías y obtener beneficios propios en la reventa de entradas, el control de estacionamientos, puestos de comida adentro de los estadios, participación en actos políticos y sindicales y actividad en el mundo del delito", detalla Murzi.
En Colombia la situación no difiere de sus vecinos de la región.
"En muchas de las barras bravas colombianas, los hinchas tienen unas formas subterráneas en las cuales pueden mover ciertos capitales que es lo que les permite mantenerse, tanto con negocios legales como negocios ilegales", ya sea organizando fiestas, eventos deportivos, venta de camisetas o distribución y venta de drogas, afirma a la AFP el sociólogo John Alexander Castro, de la Universidad Nacional de su país y experto en violencia y fútbol.

Brasil no escapa a la problemática
"El mayor problema de la violencia en el fútbol brasileño es la infiltración de grupos ligados al crimen organizado y al tráfico de drogas que penetran en las torcidas organizadas y son ellos, y no los torcidas como un todo, las que provocan la violencia y las muertes", explica a la AFP Mauricio Murad, sociólogo de la Universo (Universidade Salgado de Oliveira) y autor del libro "A violência no futebol: Novas Pesquisas, Novas Ideias e Novas Propostas".
Esos grupos del crimen organizado y del narcotráfico, prosigue Murad, "no tienen ninguna relación con los clubes, entran en las torcidas como hinchas, pero en verdad lo hacen para poder vender drogas, armas. Y así son ellos los que provocan la violencia".

Vínculos
Para Murzi, la gran pregunta es "cuál es la connivencia entre la barrabrava y la policía, que sabemos que son dos actores que trabajan juntos".
"Todos los policías conocen a los barras, a la policía le conviene que los barras existan. De su mano tiene un montón de negocios con la barra también", asegura el sociólogo argentino.
"La policía es un actor que colabora al problema más de lo que ayuda a solucionarlo", ya que "la violencia en el fútbol es una caja muy importante para la policía también. Hay policías que cobran sueldos precarios y el fútbol aparece como una forma de hacer horas extras".
En Colombia, los vínculos entre barras y políticos o policías son "coyunturales", según John Alexander Castro.
"Aquí ese tipo de relaciones son más bien coyunturales, un político se puede vincular a una de esas barras bravas, pero es más por conseguir votos. No hay unas relaciones constantes o frecuentes".
También en Paraguay las barras bravas tienen vinculaciones con políticos, de acuerdo con el experto Eugenio Ocampos.
"Sabemos que reciben el apoyo pecuniario de dirigentes deportivos y de políticos. Ellos o sus representantes son los primeros en apersonarse en la comisaría (delegación policial) para reclamar por sus operadores", asegura Ocampos a la AFP.

¿Y la solución?
Varios países de la región han tomado medidas para intentar acabar con el problema, pero los resultados distan de ser lo mejores.
En Chile, en 2012 el gobierno del presidente Sebastián Piñera promulgó la Ley de Violencia en los Estadios.
La norma fue renovada en 2015 para la Copa América de ese año disputada en Chile, incluyéndose sanciones para cánticos xenófobos de las barras y multas por violencia fuera del estadio, entrenamientos, celebraciones o durante el traslado de equipos.
Entre las más relevantes disposiciones de esta ley se cuenta la imposición de multas a los clubes si es que sus barras provocan desmanes en los partidos de fútbol, sanciona la reventa de entradas, prohíbe la relación entre líderes de las hinchadas y la dirigencia de los equipos e impone el derecho de admisión a los espectáculos deportivos para evitar la presencia de hinchas violentos.
En Paraguay, mientras tanto, la política oficial, coordinada con el Departamento de Eventos Deportivos de la Policía es "violencia cero", explica Ocampos.
"Estamos decididos a aplicar más dureza en las penas. Ya no concedemos medidas sustitutivas. Los infractores directamente van a la prisión preventiva".
Murzi es más pesimista de cara a la posible solución en Argentina porque "el abordaje es siempre el mismo, pensar que la violencia parte de un grupo de salvajes, locos, estúpidos o inadaptados. La prensa y los funcionarios lo llaman así y es una visión muy simplificadora.".
"Pero las barrabravas de Boca y River ya fueron descabezadas dos veces y esto no cambió", afirma. "Esa no es la solución para terminar con la violencia en el fútbol".
Y Murad es igual de pesimista a su colega argentino, pues según él las autoridades brasileñas han hecho "prácticamente nada".
"No hay un plan para prevenir. No hay entrenamiento de la policía para lidiar con las multitudes, no hay una política de involucrar a los clubes, ni políticas para valorizar la gran mayoría de las torcidas que es pacífica y castigar a esas mafias infiltradas", sostiene el experto brasileño.