UN ENAMORADO DE LA GEOGRAFÍA URBANA

Murió Néstor “Taliche” Lombardi, gran futbolista y un patriarca de Sáenz Peña

Fue jugador de Sarmiento en la dorada época amateur de la institución, además de entrenador de las distintas categorías del “Verde”. Una persona estudiosa de la disciplina y repleta de convicciones futbolísticas.

Un hombre culto, un líder capaz, un ex futbolista y director técnico profundamente exitoso, un caminador incansable y un gran amigo. Así recordará la comunidad juninense en general y la deportiva en particular a Néstor Raúl Lombardi, quien falleció anteayer, tras una trayectoria brillante, pero inmersa en muchos esfuerzos. Tenía 89 años.
En rigor, fue todo un grande en la exitosa era amateur de Sarmiento, al extremo de convertirse en un verdadero paradigma, un modelo a copiar en todas las formaciones verdes, desde la categoría más pequeña hasta llegar al sueño de cualquier jugador: la primera. 
Apenas bastaba pronunciar una palabra, “Taliche”, su apodo de toda la vida,  para saber de quién estábamos hablando, cuando se quería recordar algunas de las anécdotas que lo involucraban.
Su romance con el club no tuvo fronteras a lo largo de los años, pero sí fidelidad absoluta. Una llamarada de credibilidad nace en la evocación de este singular personaje juninense, dotado de actitudes equilibradas, elocuentes y dinámicas. 
También reunía un amor especial con el fútbol en general, ejercicio sentimental que actualizaba permanentemente, a través de charlas con amigos, en ruedas familiares y en la mesa de cualquier café. 
Agregaba un perfil agudo, crítico, mordaz, a veces casi irónico. Llamaba a las cosas por su nombre y no era de aquellos que escondían lo que pensaban, dándole un sentido totalmente ajeno al verdadero. Siempre resultaba hermoso conversar con él, simplemente porque su sola presencia significaba toda una forma de vivir, convocando a evocar toda una época, internándose en la historia
Se caracterizó por ser una persona sin filtros, que siempre dijo lo que pensaba sin importar las consecuencias o el rebote que sus palabras podrían generar.
A menudo, por su proximidad, las cosas se pierden de vista, como si se fundieran en una masa indiferenciada en la niebla de lo cotidiano, en la inercia de su función. Pero si se las mira fijamente, si se las frecuenta, parece como si despertaran a otra realidad, dejando de lado su condición de recuerdo perdido y lejano. 
Su fisonomía adquiere un poder expresivo inesperado. Se convierten en fetiches, en ídolos, transmiten la sensación de formas ideales, como si se materializara un arquetipo platónico. 
En tal caso, ese maravilloso volver descubre de pronto la energía secreta que la habita. Las cosas se transforman al aislarse de su contexto, de su contenido expresivo. 

Más de 250 partidos
El “Flaco” dispuso de un raro privilegio durante su larga trayectoria en Sarmiento. En todas las divisiones que integró, no solamente fue campeón, sino que también hizo goles. Y muchos. 
No hay antecedentes precisos dentro de la historia de la Liga Deportiva del Oeste, pero no es para nada exagerado asegurar que Lombardi superó los 250 partidos en primera, vistiendo la casaca verde, con más de un centenar de tantos. Le tocó jugar en la época más difícil, la del “pos-profesionalismo”. 
En aquellos tiempos y por décadas, nadie le perdonaba a Sarmiento haber entrado a la Asociación del Fútbol Argentino por “la ventana”, por razones políticas. Los aficionados contrarios iban a la cancha a insultar a “esos panzas verdes”. 
Para colmo, la “doble afiliación” por entonces era utilizada como realmente la establece su espíritu, de modo que varios de los futbolistas juninenses que jugaban el sábado por el torneo de Primera “B”, al día siguiente lo hacían con el equipo amateur. 
En ese plantel imbatible de los torneos locales, en donde Sarmiento todavía mantiene, aún hoy, el perfil de uno de los más ganadores de la historia, especialmente por su ciclo excepcional hasta los años ´60, “Taliche” Lombardi era un verdadero cacique, un clásico patriarca, una marca registrada. 
Sus larguísimas piernas que le permitían llegar a todas las pelotas, su cabezazo letal, su traqueteo constante por la mitad de la cancha eran algunas de las cualidades que supo atesorar, destinadas a resolver equilibradamente los problemas de cada partido. 
No fue un virtuoso, claro que no, pero lo suyo tuvo la magia de lo simple, la dimensión de la entrega, el testimonio de lo auténtico. Jugó como vivió: con honestidad, con humildad y, sobre todo, con coherencia.
Si este despliegue de mundos futbolísticos que deambuló Lombardi sólo puede ser mostrado gracias a los recuerdos, sin el dispositivo tecnológico-escénico que hoy es moneda corriente, su extensa trayectoria aparece enmarcada dentro de una austeridad casi espartana que, por momentos, conspira contra lo que los propios hinchas de Sarmiento (los viejos hinchas, sobre todo) tienen instalado como “memoria activa”. 
Por suerte, no son pocos los que recuerdan que también “Taliche” fue DT del plantel profesional, además de todo lo que hizo (dirigiendo, opinando, tirando hilitos de pensamientos) por el bien de lo que él amaba: el fútbol amateur. 
Ocurrió en 1967, con un equipo formado por Medina, Villafañe. Bissón, Ayala, Ainchil, Córdoba, Oyarzábal, Andrade, Prandi, Consistre, Amaya, Becek y Marcelo Jorge, entre otros. 
“Taliche” tuvo otro romance entrañable: las luces del centro. Recorría hasta hace poco tiempo atrás las calles céntricas de su Junín tan querido. Fue un visitante ilustre de Roque Sáenz Peña, a la que conocía por cada baldosa. 
Era muy común verlo transitar despaciosamente por ella, instalado en cualquier sitio para charlar con amigos circunstanciales o saboreando un café en alguna esquina. 
Ni el propio Spielberg, en algunas de sus noches despabiladas, hubiera imaginado algo por el estilo: la lealtad de un hombre por la geografía urbana. 
En un país de hechos vertiginosos, de grandes cambios que se suceden por hora, en un ámbito estricto, el tiempo para Lombardi no parecía detenido. Y eso es bueno. “Taliche” fue bien moderno. 
Quiso una Sáenz Peña resplandeciente, pero no olvidaba el cuadro de esos recuerdos que marcaron una época, muy rica en apuntes, en personajes, en comerciantes tradicionales, como una vieja postal pasada por lavandina.
Pero por sobre todas sus particularidades y gustos, “Taliche” fue un futbolista y un técnico en estado puro, pese a su retiro de ambas actividades. Hablar con él significaba utilizar uno de esos respiros que los periodistas suelen tomarse entre diversos compromisos laborales. 
Sus historias, sus anécdotas, sus comentarios, sus opiniones filosas y punzantes, sus abundantes imágenes metafóricas y sus cuentos, sonaban a remanso frente a los grandes títulos y a las pomposas apariciones mediáticas de estos tiempos. 
Hubiese sido lindo que la capacidad suya por mantenerse actualizado, se transformara en un modelo inmejorable para los jóvenes, impulsándolos al relegado ejercicio de pensar, con el fútbol como instrumento y el raro equilibrio entre la pasión y la mesura.

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