Un marciano y 22 terrenales
Jorge Sampaoli ha puesto a rodar una política de predilecciones.
Cumplidas las formalidades del caso, cuando ya los 23 nombres eran un secreto a voces, Jorge Sampaoli ha puesto a rodar una política de predilecciones, si así pudiera decirse, que más allá de sus volteretas conduce a una certeza de apuño: una Selección en cierta medida avejentada irá a Rusia con un fuera de serie y 22 terrenales de variada entidad.
Ya escrito lo escrito, se ve antipático, pero como un análisis periodístico de esta índole no tiene por qué ser simpático, bien va la pena volver a subrayar lo que es un hecho: sí, una Selección en buena medida avejentada.
Salgamos por un minuto de la lista que ha dado a conocer Sampaoli y pongamos la lupa en los países cuyos representativos son candidatos a coronar y encontraremos en todos, sin excepción, copiosas y luminosas revelaciones.
Virtuoso el recambio generacional del vigente campeón, Alemania, y virtuoso el recambio de Brasil, de España y de Francia, incluso de Bélgica, uno que no saldrá campeón pero que en una buena jornada puede eliminar al más pintado.
Argentina no, Argentina ofrece hoy algunos nombres nuevos, todos jugadores de Primera División, claro, algunos destacados, desde luego, pero ninguno capaz de mover el amperímetro.
En la nómina hay 15 jugadores de 28 años o más, ocho que estuvieron en Brasil 2014 y sin contar a Ángel Di María siete de ellos que jugaron la final: amén de Messi, Sergio Romero, Marcos Rojo, Lucas Biglia, Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín y el Kun Agüero. Con una mano en el corazón: ¿cuántos marchan hoy en flecha hacia arriba?
Ni defensores de alta gama ni mediocampistas de alta gama.
El calificativo más elogioso que puede ser dispensado a Federico Fazio, a Nicolás Tagliafico, a Cristian Ansaldi, a Giovani Lo Celso, a Manuel Lanzini, a Marcos Acuña, con el debido beneficio de inventario, es el de “correctos”.
Fazio es competente, y ya, en Roma; Lanzini no hace grandes diferencias en West Ham, Lo Celso va en ascenso, cierto, como segunda guitarra, rodeado de estrellas, en una liga determinada por una grosera desigualdad; Ansaldi acompaña en Torino, mientras que Tagliafico y Acuña juegan de forma aceptable en equipos grandes de sendas ligas de segundo orden, Holanda y Portugal.
¿Querrá sugerirse que ninguno está habilitado para hacer un buen Mundial?
No, no de lejos se sugiere tal cosa, sólo se repone el rango con que varios de los nuevos nombres del horizonte albiceleste llegarán a Rusia, al tiempo que es oportuno hacer notar un par de curiosidades, pongamos, sugestivas.
La primera curiosidad reside en que los que invitan a deducir que podrían mover el amperímetro son de la liga argentina (Franco Armani, Maxi Meza y Cristian Pavón), los tres de convocatoria inobjetable, incluso como fuente de entusiasmo, del mismo modo que no consta en sus fojas la rigurosa fragua de medirse cada semana con los mejores futbolistas del planeta.
(Armani, por ejemplo, llevado a la categoría de Dios, es un gran arquero que sin embargo jamás atajó un tiro libre de Messi o Cristiano Ronaldo).
La segunda curiosidad estriba en la curva del ciclo biológico que, una vez registrado, supone poner los pies en la tierra: en la nómina hay 15 jugadores de 28 años o más, ocho que estuvieron en Brasil 2014 y sin contar a Ángel Di María siete de ellos que jugaron la final: amén de Messi, Sergio Romero, Marcos Rojo, Lucas Biglia, Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín y el Kun Agüero.
Con una mano en el corazón: ¿cuántos marchan hoy en flecha hacia arriba?
Luego: ¿a guisa de qué deberemos suponer que en Rusia jugarán mejor que en Brasil o en el caso de los que irán por su tercer Mundial que jugarán mejor que en Brasil y Sudáfrica?
¡Hasta con el propio Messi se vuelve legítimo el interrogante!
Si añadimos el desbande organizativo, las propias señales de confusión que ha dado el entrenador, la brumosa identidad de un equipo que viene de comerse seis goles con España, el principal punto de conexión positiva con la lista, con la Selección y con el porvenir es el del soñar no cuesta nada y, en definitiva, el que acaba de deslizar el propio Sampaoli en su conferencia de prensa: Argentina es candidata… pero una candidata emocional.