El problema no es que Gonzalo Higuaín falle un gol fácil. Seguirá fallando muchos. Forma parte de la naturaleza del goleador. El problema es si Higuaín, después de perderse un gol con la camiseta de la selección, se bloquea el resto del partido. Fue lo que le sucedió a Pipita en el todavía ruidoso 1-6 contra España. Cuatro días antes, Pipita también había malogrado la ocasión que tuvo contra Italia. Pero no era tan clara. Tenía menos ángulo y pierna menos hábil y enfrente estaba el gigantesco Gianluigi Bufon, su compañero en Italia. En la Juventus, donde volvió a jugar el domingo, Higuaín hace goles siempre, como vuelven a hacer Mauro Icardi y Paulo Dybala, otros que meten presión. Higuaín lleva años anotando en partidos menores y en partidos decisivos, al primer minuto o al último, de derecha, de izquierda, de volea, de sobrepique, con toque sutil o con un bombazo. Goles de todos los colores.
En la jugada contra España, era mucho más fácil hacerlo que errarlo. El propio Higuaín lo sabe. Acaso por eso, después de ese error, no acertó una. Como si en su mente hubiesen comenzado a desfilar una por una las otras ocasiones que falló con Argentina en las finales previas. Algunas más claras que otras. Pero siempre él. Es la maldición de los goleadores. Resurgieron como fantasmas los goles fallados contra Chile o contra Alemania. Se venían los memes insoportables. Y la mochila pareció hacerse otra vez más pesada. Cada vez más. De titular casi indiscutido en Rusia (“lo veo potenciado en el Mundial, donde se puede reflejar lo que es, uno de los mejores delanteros del mundo”, había dicho Jorge Sampaoli antes de los partidos), Higuaín parece resignado ahora a primer suplente del Kun Agüero.
Después del partido contra Italia (no hizo goles, pero jugó bien), Pipita apareció en la TV en una de las pocas entrevistas que concede. Confesó inclusive el momento en que hasta llegó a pensar en si debía dejar el fútbol. Mientras era burlado por casi todo un país, él, le contó a TyC Sports, sufría por la salud precaria de su madre. No lo dijo a modo de reclamo. Por algo lo contó mucho tiempo después. Nos descubrió, simplemente, que a un jugador VIP le pasan las mismas cosas que a cualquiera de nosotros. Tras la goleada de España, otra vez burlado y agraviado (“cáncer”, llegó a decirle un hincha en uno de los diarios más importantes del país y nadie se hace responsable), Higuaín eligió responder en cambio con un tuit algo más cercano a estos tiempos de redes sociales. Agradeció los apoyos. Y a los críticos (“los que les importa más la vida de otro que la de uno mismo”) les mandó “un abrazo también”. Tal vez hubiese sido mejor otra cosa. No digo un hara kiri. Pero sí algo que pudiera ayudarnos a entender por qué la selección puede a veces convertirse en una mochila. Así podría ser más fácil la búsqueda de alguna solución. Porque falta cada vez menos para Rusia.
Ahora, claro, están los que siguen pidiendo la cabeza de Pipita (y la de Sampaoli). O plantean que Argentina, después de la paliza española, debe abandonar todo intento de fútbol protagónico (como el que busca el DT) y volver a un juego más utilitarista. Que el riesgo lo asuma el otro y nosotros nos mantengamos a la espera del primer error para buscar nuestro gol. Como si todos los rivales fueran lo mismo. Como si todos los partidos fueran iguales. ¿Acaso no terminó también en un fiasco la selección supuestamente más pragmática del Patón Bauza? Tal vez el error contra España fue asumir demasiados riesgos. Salir con un equipo que tenía debutantes y otros que venían de poca o nula actividad. Y haberlo hecho contra el candidato a ganar la Copa y en su propia casa. Y sin Messi. Fue demasiado.
Sampaoli parece sentirse tan seguro de lo que quiere que se anima a probar todo el tiempo. Sucede que algunas pruebas, de tan expuestas que son, requieren de alguna red mayor. Porque seguramente no todos tienen por qué sentir la misma seguridad y convicción del DT. Y sus cambios permanentes acaso terminen generando inseguridades. Mentes bloqueadas. ¿Cómo explicar, sino, el gol de arco a arco que hizo España, como en un picado en la plaza de la esquina de solteros contra casados? Higuaín tal vez sea el más expuesto. Pero no es el único.
En nueves meses y diez partidos, informó el diario Olé, Sampaoli ensayó cuatro esquemas distintos. Utilizó 37 jugadores titulares y realizó 45 cambios entre un partido y otro. Un promedio de 4,5 cambios por partido. Tanta búsqueda, al menos hasta ahora, parece haber provocado inseguridad. Y Sampaoli ya es conciente de la fragilidad del equipo. De cómo le cuesta reponerse ante la primera piña del rival. ¿Cómo compatibilizar su apuesta por un fútbol de riesgo con un equipo que se desnuda frágil si el riesgo se traduce en una piña? ¿Acaso alcance con la búsqueda solamente deportiva cuando el propio DT acepta que el equipo sufre problemas emocionales? La despedida contra ¿Nicaragua? y el amistoso final en Israel no podrán sumar mucho más. Solo por Messi la selección sigue entre los grandes animadores (no candidatos) para el Mundial. Pero Rusia 2018, hay que admitirlo, es hoy un gran misterio.
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