Nací en Junín. Allá en el ´30 había mucho problema de trabajo, todo era en base a sacrificio. Las familias hacían muchas quintitas en sus casas o tenían gallinero, era muy común. Otros tenían el horno para hacer pan, en fin se la rebuscaban como podían. Yo me había hecho un palomar en el fondo de casa, que daban los fondos con Manifesto -que había sido Intendente- y jugábamos con el hijo.
Jugué al fútbol, pero era malo. Pero estuve como dirigente en Sarmiento, cuando se hizo grande, por los ´50.
El estadio se había inaugurado en 1950 con el famoso partido en Junín entre River y Racing. Fue un mundo de gente. El hermano de Eva Perón, don Juan Duarte, era fanático de Sarmiento y fue él quien hizo todas las gestiones de la cancha. Pero el estadio estaba pelado.
Eso sí, Sarmiento entró al profesionalismo por la ventana. Eran otras épocas.
Éramos un grupo grande de jóvenes que formamos la sub comisión de Estadio. Hicimos el dormitorio para los jugadores que venían de afuera, porque no había nada. Le pusimos camas cuchetas para ganar espacio y abaratar costos.
Creamos un comedor comunitario y había infinidad de personas que donaban alimentos.
Después había un grupo de jóvenes hinchas que hicieron una "vaca" y se compraron un colectivo viejo para seguir a Sarmiento a todos lados. Fue todo un acontecimiento. Eran como treinta que estaban incondicionalmente al lado de los jugadores, colaboraban con ellos. Nunca le pidieron al club cincuenta centavos. Esos eran los barras de antes.
Luego se hizo el primer baño turco de Junín, que era para los jugadores.
Cuando se hizo el torneo mundial en Chile, nosotros organizamos una rifa con un pasaje a Chile y entradas para el Mundial, completo. Vendimos absolutamente todo y quedó un platal para Sarmiento.
En Los Indios prácticamente desde que nací estuve caminando por el club. Había vereda de tierra, un portón de entrada con una canchita de básquet de tierra que con el tiempo fue de polvo de ladrillo. Al costado había una cancha de bochas. En el fondo había una vivienda con una cantina. Había juego de sapo, naipes y otras cosas. Hubo un intento de fusión con el club Recreativo Italiano, porque chocaban los fondos y éramos los mismos que de un lado íbamos a otro. Pero lamentablemente no pudo ser. Hubiese sido un golazo.
Hicimos varios festivales para hacer la cancha con baldosas. Los Indios tuvo la primera cancha embaldosada de la ciudad. De día se hacía patín, era un mundo de chicos. A la tarde y noche, el básquetbol. También hicimos boxeo con el gran Torito Sardi. Se practicaba el permanentemente.
Luego se hicieron los planos para hacer el gimnasio. Se hicieron las cabreadas que estuvieron luego como cinco años tiradas contra el paredón de un vecino. Paralelamente se comenzó a levantar todo el edificio adelante, con la secretaría, la cantina, los baños y planta alta. Todo con el esfuerzo del socio y del hincha.
Tomás Corrado llegó a Junín por un trabajo del ferrocarril. Venía de Rawson. Tenía un grupo de gente que trabajaba con él en albañilería y otras cosas. Le gustaba mucho la mesa de naipes y lo trajeron a Los Indios, a lo que le decíamos “el bodegón” en la parte de atrás del club.
Se sentaba en la mesa con todos y se hizo una amistad. Empezó a hacer alguna pequeña donación y un día comenzó a planificar el salón grande para el básquetbol.
Presentó la iniciativa de hacer una rifa para hacer toda la obra. Se hizo una reunión grande y se aceptó. Tenía un automóvil de premio y dinero en efectivo. Se contrató una compañía que hacía rifas y se vendió en toda la provincia. Se caminaban las calles de la ciudad y se llegó a vender hasta José C. Paz, porque más de ahí no los dejaban pasar. Hasta arriba del tren vendían. Fueron tres rifas con un éxito total. Todo el dinero sirvió para levantar el estadio. Se comenzaron a sumar socios, casi cuatro mil.
Empezamos a hacer bailes en el salón y fue un golazo. Las chicas eran todas socias, porque tenían privilegio para las mesas el día del baile. Las mesas y las sillas las mandó Ferro Carril Oeste, que se había llevado a Gandolfo a jugar allá. No tenían dinero para el pase, pero nos enviaron muebles (mesas, sillas, butacas).
El día de la inauguración –que quedó gente afuera- trajimos la orquesta de Osvaldo Fresedo. Era imposible poder conversar con él. Tenía su secretario. Pero insistimos tanto hasta que nos atendió y logramos traerlo. Nosotros sabíamos que el pianista había nacido en Junín y lo convencimos por ese lado. Vinieron quince días antes, chequearon el sonido. Fue todo un acontecimiento para la ciudad.
Después vinieron Oscar Aleman, un morocho que hacia hablar la guitarra, José Basso, Aníbal Troilo, Julio De Caro, compañías de teatro, etc.
Finalmente el grupo se fue disgregando, paralelamente aparecieron otros clubes de Junín que trajeron espectáculos, la ciudad se fue agrandando y los tiempos cambiaron muchísimo.
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