Nací en el campo. Mi papá tenía animales, hacía reparto de leche. La escuela primaria era la de Maulini, que era para el lado de Saforcada. Después cuando mis viejos se vinieron a la ciudad fui a la escuela que estaba pasando la Pequeña Familia, antes de llegar al Campo La Cruz, que le decían La Escuela de Doña Benita porque la directora se llamaba así.
Mi padre se vino a poner un boliche en el pueblo, un almacén de ramos generales. Era el viejo boliche de Torti, que después pasó a ser de Varela. Había cancha de paleta y de bochas.
Jugué al fútbol desde que nací. La diversión en el campo era armar la pelota con un par de medias viejas. Fuimos siete hermanos, cinco varones. Y eso que mi viejo nunca jugó al fútbol.
Pero en el boliche había que ayudar al viejo porque era mucho laburo atenderlo y mantenerlo. Ni hablar cuando se llenaba por los partidos de paleta. Se jugaba por mucha guita. A la paleta, si no hay plata en el medio, es aburrido hasta jugarlo.
Vino hasta el Manco de Teodelina a jugar, si nos hicimos grandes amigos, casi como hermanos.
Fiché en la cuarta “B” de Rivadavia. Pero yo era mi muy amigo de los Toro –Cacheta y El Peto- que me convencieron para ir a Mariano Moreno. Jugué en la cuarta especial con Rebeco, Rabanito Caporaletti, el Negro Tomeo, Alcides Marchesi.
Después vi jugar hasta los Tablada (Chulín y Chiche). Como Chiche Tablada, Fito Inglese y Taqueta Barrionuevo no vi ningún jugador en el mundo. En Moreno era Chiche y diez compañeros, los hacía jugar a todos. Te llamaba, te aconsejaba. Y a Fito Inglese -que jugábamos juntos- yo le decía Maestro, no lo llamaba por su nombre.
Y ojo que los vi jugar a todos, a Pelé, Didí, Babá, Sívori, Angelillo.
Debuté en primera con Mariano Moreno en un torneo nocturno. Estaba Caporaletti, Tomeo, no había lugar. Y jugué un partido.
De ahí me fui a Leandro N. Alem porque había unos hermanos de mi vieja en la comisión y me llevaron. Estuve cuatro años.
Luego me salió una oportunidad en General Pinto. Jugué un año en Pintense. Me pagaban una fortuna. Con un solo partido cobraba lo que ganaba todo el mes en el Ferrocarril. Hoy serían quince mil pesos por partido.
Me vine a practicar con El Linqueño. Ya tenía todo arreglado, inclusive mejor pago que en General Pinto. Y cuando fui a fichar me vinieron a buscar de Rivadavia de Junín y me quede acá. Es que yo cuando no tenía que ayudar a mi viejo, me iba a practicar a la cancha de Rivadavia porque me daban permiso. Fue en 1960, yo era muy amigo del Negro Puchetta y me convenció.
Fui campeón con Rivadavia después de 40 años que no ganaba un título. Y logramos el tricampeonato: 1964, 1965 y 1966. En el ´65 salimos campeones una fecha antes. Y no fuimos invictos porque el sábado a la noche antes de jugar con Newbery salimos de parranda y llegamos todos amanecidos a jugar el último partido del campeonato. Y repetimos el título en 1968.
Ya tenía 34 años y me fui a Leandro N. Alem donde jugué un año y me retiré.
La verdad que hoy no salen jugadores porque se perdieron los campitos. En frente di mi casa estaba el Campito de Moretta, otro más allá frente al viejo Chacarita, en el bajo había un pozo que hicimos una cancha donde era obligación ir a jugar todas las tardes. Hoy no están más.
Se perdió mucho el fútbol lindo, exquisito, que había antes. Ver jugar la delantera de Rivadavia con Martínez, Tobalina, Manuel Viaño, Noli Walton y Guillotti. Te agarraban estos cinco y le hacían goles hasta al arco iris. Se hacían un picnic. El Negro Tobalina era un fenómeno.
Después como Maradona va a ser difícil que juegue alguien. Lo vi jugar tres veces, dos en Mar del Plata con la selección. En la otra oportunidad estuve en la cancha de Boca. Inigualable.
Hoy no hay fútbol. Acá en Junín no fui más. Pero por lo que veo en la tele de Buenos Aires, un desastre. No hay fútbol. Se juega a un toque, no hay gambeta. Son atletas en vez de futbolistas.
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