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Llega el VAR al fútbol argentino.
ENFOQUE

Más vale tarde que nunca

A despecho de sus impurezas, todavía por verse, la llegada del VAR al fútbol argentino supone una buena noticia que se abre paso en medio de un espeso cóctel de oscurantismo y nostalgia puesta a plaza fijo.
Sí, al fútbol argentino en particular, aunque en un sentido general y formal llegará al área de la Conmebol, puesto que el partido de ayer, en el estadio Monumental correspondió a la Copa Libertadores.
No menos de tres lustros, acaso más, grosso modo, ha llevado un debate más o menos serio y conducente en torno a la incorporación de la tecnología al fantástico deporte de la pelota número 5 en un rectángulo de 105 metros por 70.
En ese lapso abundaron los merodeos en el propio seno de la FIFA y jamás se fue más allá, sea porque había cosas más urgentes (por ejemplo atender una escalada de corrupción sin precedentes en la historia del deporte profesional), sea porque el propio Joseph Blatter era remiso a achicar el margen del presunto costado positivo del error.
Hagamos memoria y los archivos ayudarán: el culto y políglota capitoste suizo era sin embargo un firme defensor de un fútbol si no vetusto en todo caso hostil a darse una buena lavada de cara.
Confundían Blatter y los que piensan como Blatter, la eventual posibilidad de suprimir el error, parte constitutiva de la gracia del fútbol admitido, con la primordial necesidad de circunscribir la emergencia del horror.
¿Y qué se entiende por horror?
Por horror debe entenderse la duda más cruel: ¿fue gol o no fue gol?
En un partido de fútbol muchas cosas pueden quedar en una nebulosa o admitir más de una apreciación, salvo un elemento esencial y determinante como es el gol. 
De ahí que si el avance de la tecnología (por caso, un sensor), un árbitro adicional o lo que fuere, permite zanjar una incógnita de singular trascendencia, debería ser apoyada incluso por quienes con más fuerza se aferran a valores, sea dicho sin ironías, románticos. 
Puesto que la injusticia nada tiene de romántico, el ingrediente más plausible del Arbitraje Asistido por Video (Var, que se le llama en inglés) atañe a los goles: si la pelota entró o no entró, si hubo infracción o posición adelantada.
Discutible, lo que se dice discutible podría ser todo lo demás que ya tiene vigencia en el Calcio y en la Bundesliga y que ayer constó en el menú del partido de River y Lanús en el Monumental (penales, tarjetas y confusión de identidad), pero de ninguna manera descalificable, en la medida que toda innovación está sometida a sus efectos indeseados, revisión y rectificación.
En ese contexto perfectible no será necesaria demasiada perspicacia para deducir que el acontecimiento traerá polémicas y que no faltarán insignes personajes del fútbol argentino que saldrán a agitar la bandera de la espontaneidad y el error “que es parte del juego”.
Bienvenido el debate, a guisa de qué temer al intercambio de ideas, pero entretanto, y aún en un escenario que a la vez de novedoso puede ser interpretado como resbaladizo, es dable observar que en cualquier caso se trata de un paso adelante: mientras la última palabra la tenga el juez principal, toda ayuda tendrá estatuto de ganancia.

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