UN EJEMPLO DE LUCHA

Lucas Ávila, la historia del pibe que volvió a nacer y que ahora sueña con ser campeón

En septiembre de 2014 sufrió un accidente que le provocó una doble fractura con hundimiento de cráneo. Resistió a una operación quirúrgica de casi cinco horas y estuvo tres meses sin levantarse de una cama. Hoy vuelve a vestir la camiseta número cuatro de su querido Ambos Mundos.

Lucas Ávila tenía una vida normal hasta que en septiembre de 2014 sufrió un accidente. Aquella tarde, cayó de su moto y las heridas que recibió pusieron en riesgo su futuro. Los primeros estudios confirmaron una doble fractura con hundimiento de cráneo. A partir de allí comienza una historia de lucha, de optimismo, amor y muchísimo coraje. 
Antes del accidente, Lucas era feliz en una cancha de fútbol. Desde los nueve año jugó en Ambos Mundos, nunca en otro club, porque ama esos colores, los mismos que hoy, muy orgulloso, vuelve a defender. 
El accidente, la operación, su recuperación y el regreso a las canchas formaron parte de una entrevista exclusiva que Lucas mantuvo con Democracia. El punto de encuentro fue en su casa, de Irlanda 595, donde vive junto a sus padres Roxana y Carlos; sus hermanos Melisa y Nicolás, de 16 y 14 años, respectivamente; y su abuela Alba. Allí fue la charla.

- ¿Qué fue lo que te ocurrió en septiembre de 2014?
- Tuve un accidente en moto y como consecuencia de las lesiones me tuvieron que operar la cabeza. Yo venía por Rivadavia y en la zona de las vías, antes de doblar para Jean Jaures, me caigo solo, en una maniobra que hago para esquivar a una persona mayor que se cruzo en bici. Me hice una doble fractura de cráneo con hundimiento. Me tuvieron que operar y me pusieron dos placas de titanio en la cabeza. 

- ¿Qué más recordás del accidente?
- Me acuerdo de todo porque nunca perdí el conocimiento. Me acuerdo que este hombre se me cruza y yo clavo los dos frenos para no chocarlo. Y ahí caigo de cabeza. Yo iba a treinta, nada. En una IBR 125 (Yamaha). Estando en el piso me acuerdo que me trato de levantar y ahí siendo que tenía el ojo caído (izquierdo). Tuve como la sensación de guiñar el ojo y después no lo pude abrir más. Se me cayó. Se me hizo una pelota negra y se me empezó a hinchar cada vez más. De ahí me llevaron al hospital y después a la Pequeña Familia. Ahí estuve en terapia intensiva hasta que el 14 de octubre me operaron. 

- ¿En qué consistió la operación?
- Fue una sola operación que duró como cuatro horas y media. Me abrieron de lado a lado de la cabeza y pusieron una placa de titanio. Me pusieron 48 puntos. Me abrieron de lado a lado, de sien a sien, me tiraron todo para adelante, me levantaron el hundimiento de cráneo y me colocaron las placas. Me operó Nelson Picard (neurocirujano) y por suerte salió todo bien. Después arranqué con la rehabilitación.  

- ¿Cómo fue el después de una operación tan compleja?
- Cuando salí de la clínica estuve en una cama tres meses. Acá en mi casa, con mi mamá cuidándome todo el tiempo. No me podía mover. En aquel momento yo trabajaba en Paty, hacía un reparto y desde la empresa la verdad que se portaron muy bien porque siempre me bancaron. Cuando salí de la cama empecé a caminar y a volver a la vida que tenía. Todo con muchos controles y muy despacio. Al principio solamente caminaba, después troté, después empecé a agarrar la pelota, a hacer trabajos de velocidad y cuando quise acordar ya había pasado más de un año. 

- ¿Qué pensabas en esos tres meses que estuviste en una cama?
- Que tenía que pelearla, que la cosa iba a mejorar. Al principio era muy difícil, porque estaba todo el tiempo acostado, con una venda en la cabeza, no podía hacer nada de nada. Estaba todo el día acostado y me podía levantar a bañarme nada más. Mi mamá me bañaba con un vasito. Fue jodido. Pero siempre positivo, sabía que si me bajoneaba era peor.       

- ¿Te replanteaste el uso del casco?
- Más o menos. Sé que si lo llevaba puesto quizás no hubiese sido tan grave. Pero bueno. La verdad es que no me dio miedo, de hecho sigo andando en moto. Capaz que sea medio cabeza dura (risas). 



- Después de todo lo que te pasó, ¿Cómo fue tu regreso al club, al fútbol?
- En primera todavía estaba el "Keto" Barco como técnico. Yo empecé a entrenarme a fines de 2015 y ya en 2016 estaba jugando. Por suerte fue bastante rápido. Empecé a trotar bastante, después hice velocidad pero al principio sin hacer movimientos bruscos. Después el "profe" me empezó a dar trabajos más fuertes hasta que me entrené a la par del resto. Fueron etapas difíciles porque tenía muchas ganas de jugar. Ya cuando me dieron el alta y jugué tuve que superar otros miedos, como ir al choque o cabecear. Tenía una sensación de inseguridad. Pero el mismo juego me fue llevando, en alguna jugada no me quedaba otra que cabecear porque sino capaz nos hacían un gol. No la podía dejar pasar, entonces al principio ponía la cabeza con miedo hasta que también fui superando eso. 

- Nunca bajaste lo brazos.
- En cada control que me hacían me decían que iba mejorando. Eso me daba confianza. Y cuando ya estaba para jugar el DT no me ponía, ¿podés creer? (risas). Pero bueno, empecé a entrar en algunos partidos y de a poco fui volviendo. Me propuse demostrar que seguía siendo el mismo y por suerte recuperé la titularidad. A todo esto también conseguí un trabajo nuevo, en Nidera, eso fue durante el 2016, entonces a veces se me complicada para entrenar. Pero bueno, hice lo que pude. No jugué con la continuidad que quería por el laburo, no me quedó otra. 

- Pero en este torneo (Clausura 2017) arrancaste de titular.
- Si, por suerte cambié de trabajo, estoy de 8 a 16 y a las 17.30 me entreno. Hoy ya tengo una vida normal. A veces después de entrenar me quedo un rato con los chicos, en el club y hay noches que nos comemos un asado. Por suerte hoy ya tengo una vida normal. 

- ¿Qué significa el club Ambos Mundos para vos?
- Todo. Juego desde los nueve años, es mi otra familia. Me conocen todos, desde los chiquitos de la escuelita hasta los de primera. Saben que soy de Ambos Mundos. 

- ¿En algún momento pensaste que no ibas a jugar más?
- No, nunca. Siempre positivo. Estuve un año y medio sin jugar, detrás de un alambrado y es feo. Por eso a los chicos que a veces se entrenan y no les toca jugar siempre les digo que no aflojen. Cuando yo iba a ver los partidos me daban ganas de meterme en la cancha. Era muy feo. A veces me tocaba estar trabajando mientras los muchachos jugaban. Estaba todo el tiempo preguntando cómo iban. Me volvía loco por saber cómo iba Ambos Mundos. 

- ¿Qué aprendiste de todo esto?
- Fue un año muy duro que me hizo ver muchas cosas. Lo que más sentí es agradecimiento hacia los que estuvieron. Fue un momento muy difícil que me sirvió mucho para eso, para darme cuenta de quiénes eran los verdaderos amigos. Quiénes eran los que realmente querían que vos progreses. Se fue dando así. Los chicos del club, por ejemplo, me hicieron remeras y estaban pendientes de mí, entonces yo cómo me iba a dejar caer. Eso me daba unas fuerzas tremendas. Tenía que seguir peleándola. Mi familia y mis amigos me empujaron para que salga adelante. 
En definitiva, la vida le dio a Lucas una nueva oportunidad. No sólo volvió a nacer sino que también el destino le dio la posibilidad de volver a jugar al fútbol y de seguir defendiendo los colores de su querido Ambos Mundos. 

Con la del tricolor puesta, en la primera fecha el Clausura 2017 el equipo empató contra Villa 2 a 2 y él marcó el segundo tanto. Se dio ese lujo y ahora va por más. Confesó que junto a sus compañeros quieren hacer una buena campaña. Sueña con eso y con salir campeón. Objetivos que podrían formar parte de un nuevo capítulo en la vida de este pibe gladiador.

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