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Rafael Santos durante una entrevista que "Democracia" le realizó en 1965.
RECUERDO

El adiós a Rafael Santos, crack de fútbol y algo más

Se inició en Newbey y luego pasó por Independiente, Lanús y Chicago, cerrando su carrera en Olympique Gymnaste Club de Niza, Francia.

Enorme conmoción causó la triste noticia del fallecimiento de Rafael Santos, acaecido anteayer, como anticipó “Democracia”.
El ex jugador, empresario deportivo y vinculado al mundo de las finanzas, gozaba de particular estima entre sus familiares, amigos, conocidos, allegados y, en especial, en el círculo cercano al Club Jorge Newbery, entidad por la que sentía un notable arraigo. 
El sábado pasado había sufrido un ACV, del que lamentablemente no pudo recuperarse.  Sus restos fueron inhumado ayer y recibieron cristiana sepultura en el Cementerio Parque Rosedal. Tenía 79 años.
Rafael Santos se inició en las inferiores de Jorge Newbery, de la mano de un ícono de la entidad del Pueblo Nuevo: Luis Alaniz. Fue campeón en varias de las categorías formativas, siempre vistiendo la casaca albiazul. 
Muy joven llegó a la primera (tenía como compañeros al Flaco Bozzini, Tomino, Falasconi, Pironi, Costa, Pontelli, Varela, Guiguet) y de ahí al seleccionado de la Liga Deportiva del Oeste. 
En 1956, integró un equipo albirrojo de grandes jugadores, que jugó en los hoy inexistentes Campeonatos Argentinos. El elenco formaba de esta manera:  Poratto; Nievas y Lucero; Prévite, Caramelo y H. Ferrari; Proglio, Barrionuevo, De Carlo, Santos y Tomino. También alternaban otros cracks de la época, como Sacco, Lombardi, Guilloti, Franchi, Ayala, Leruzzi y Tomeo.
En 1958 fue transferido a Independiente de Avellaneda (disputó 6 partidos, con  2 goles). En esa temporada, el Rojo terminó en la mitad de la tabla, en un torneo que ganó su archirrival, Racing Club.
Rafael  tuvo como compañeros a Varacka, Raffo, Bonelli, Blanco, Cruz, Mousegne, Cozzi y Britos. Fue el año de José Sanfilippo (goleador del campeonato), Alfredo Rojas (Lanús), Pedro Manfredini (Racing), Ermindo Onega (River), Héctor Antonio (Estudiantes) y Juan José Pizzuti (Racing).
Luego se enroló en Lanús, durante dos ciclos:  1959/1960. Con la casaca granate participó en 38 encuentros, convirtiendo 17 goles. Fueron dos flojas campañas, aunque Santos marcó muchos goles, en una etapa en la que comenzó a aparecer un juninense, por entonces en Atlanta, que ya insinuaba su porte de artillero: Luis Artime. 
Rafael jugó con brillantes compañeros: Daponte, Guidi, Nazionale, Beltrán, Curia, Rambert y Muñoz, entre otros.  El Nene Sanfilippo volvió a ser el goleador máximo de esos dos campeonatos. En esa franja, otro juninense,  Aníbal Mosca, descollaba en Vélez Sarsfield.
Al año siguiente, tuvo un paso fundamental por el ascenso, que curiosamente lo catapultó para su éxito posterior en el extranjero. Nueva Chicago lo contrató en 1961, donde jugó en 15 cotejos, marcando 9 goles. 
El equipo de Mataderos resignó el título en la última fecha ante Quilmes, el campeón. En rigor, el ganador del certamen resultó Newell´s Old Boys, pero fue descalificado por haberse comprobado una incentivación, descontándosele 10 puntos. Rafael alternó en una delantera de notables figuras, como Dacquarti, Calandria, Julio San Lorenzo, D´Acenzo y Casanova. 
En la misma temporada, Horacio Barrionuevo lucía en Tigre. “Taqueta” fue tercero en la tabla de goleadores, detrás de San Lorenzo (Chicago) y Diogo (Newell´s) y junto a Mazzeo (Platense), Pedersen (Dock Sud) y Manuel Suárez (Sarmiento).
Esa gran campaña en Chicago le sirvió en bandeja para ser requerido desde el exterior, más precisamente del Olympique Gymnaste Club de Niza, que lo contrató. Y allí permaneció varios años, con mucha fortuna, tanto en lo deportivo como en lo económico. 
Democracia” lo entrevistó varias veces en la casa de su madre, en la calle Alberdi, cuando llegaba a Junín de vacaciones. Más tarde, fue él quien propició la llegada de “Taqueta” Barrionuevo a su mismo club de Niza.
¿ Sus características ?: Se desempeñaba como volante izquierdo. Tenía mucha movilidad y excelente manejo con el balón. Acompañaba y llegaba al gol con enorme facilidad. Era solidario y muy comprometido con el buen juego.  
Además, veloz, hábil, gambeteador en un tiempo cuando dicho recurso (la gambeta) parece olvidado. Exhibía un remate preciso y sorpresivo como pocos, convirtiendo muchos goles importantes de esa manera.
Ya en la paz del retiro, en su quinta del Barrio Real, solía encontrarse en forma constante con sus amigos de toda la vida, donde las charlas de fútbol y la buena comida eran dos ingredientes infaltables. 
Rafael lucía una gran agudeza para opinar sobre diferentes cuestiones del juego más bello del mundo. A veces, se trenzaba en interesantes porfías con su primo, Miguel Angel Villafañe, el recordado y querible “Chacho”, quien tenía visiones distintas. Pero todas esas supuestas asperezas se limaban con un brindis y un aplauso para el asador.

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