Dicen los que saben reunir pericia futbolera y aritmética que en un grupo clasificatorio de la Copa Libertadores el mejor plan de mínima para avanzar a octavos es ganar los tres partidos en condición de local y ganar o al menos empatar alguno fuera de casa: según esa premisa, River ha dado un gran paso adelante, Lanús recuperó terreno y San Lorenzo ha quedado colgado de un pincel.
La semana se presentó fecunda para los equipos que no hace tanto jugaron la final de la Supercopa Argentina, con sendas victorias de 3-1, por orden de aparición una en Medellín y otra en Chapecó.
La de anoche, frente al Chapecoense que por razones de más por saber devino simpático y entrañable, representó EL resurgimiento de la memoria de un Lanús bastante parecido a lo que inspirado y consumado Jorge Almirón.
Bastó que los brasileños conviertan para que algo muy profundo y vital se reactive en Lanús, capaz de recuperar determinación, buena calidad de la tenencia de la pelota, profundidad, goles y ahora sí perfilarse para algo que había parecido muy lejano cuando cayó con Nacional de Montevideo en la Fortaleza.
Como Zuliá dio el golpe de escena en la capital uruguaya, el grupo 7 de la Libertadores ha quedado en clave de curiosidad: en los cuatro partidos resultaron vencedores los visitantes.
También en Montevideo, por el grupo 5, Atlético Tucumán dejó pasar una buena oportunidad de llevarse algo contra Peñarol y eso que jugó un primer tiempo aceptable y en el segundo llegó a estar en ventaja merced a una anotación de Cristian Menéndez.
El cuadro que dirige Pablo Lavallén, sin embargo, mantiene intactas sus posibilidades de seguir avanzando, puesto que el grupo es parejo y el puntero, Palmeiras, tiene cuatro puntos, y los escoltas, Jorge Wilstermann y Peñarol, tienen tres.
En cambio River ha dado un paso que excede largamente el optimismo moderado: haber derrotado al supuesto adversario más fuerte del grupo 3, Independiente de Medellín, y en la tierra donde Carlos Gardel mutó en leyenda, tiene un valor incalculable.
Más todavía cuando el segundo rival más incómodo, o en los papeles más incómodo, Emelec de Ecuador, cayó por 1-0 en su visita a los peruanos del Melgar.
Estudiantes de La Plata había cumplido un digno papel en el estadio Nilton Santos de Río de Janeiro y sus despistes defensivos le costaron caro, pero hay mucho camino por recorrer y el 11 de abril dispondrá de la oportunidad de ponerse en carrera cuando reciba a Barcelona de Guayaquil.
El del equipo de La Plata es un escenario complejo, baste con reponer que en el grupo 1 juega el mismísimo campeón defensor, Atlético Nacional de Medellín, pero ni por asomo más complejo que el de San Lorenzo, que ha jugado dos, perdió los dos, no convirtió y es dirigido por un entrenador con más problemas que el plomero del Titanic.
Después de ser goleado por Flamengo, jugar en el Nuevgo Gasómetro con Atlético Paranaense se presentaba como una calesita de sortija sugerente y accesible.
Sin embargo, por lo menos hasta nuevo aviso San Lorenzo ha perdido la brújula: la perdió el entrenador Diego Aguirre, la perdieron los defensores (penaron con el otoñal Lucho González), la perdieron los delanteros (Nicolás Blandi ejecutó un penal que, ejem, manto de piedad) y la perdió la mayor parte de la hinchada, aunque mejor mirada la cuestión la merma más sensible que sufre es la de la paciencia.
Como sea, el destino de San Lorenzo en la Libertadores estará ligado a lo que pase el 12 de abril en Chile cuando visite a la Universidad Católica y, al parecer, el destino de Aguirre incluso está atado a los próximos compromisos por el campeonato argentino.
Esta semana tuvo descanso Godoy Cruz Antonio Tomba, que en el debut había empatado 1-1 con Atlético Mineiro y el 12 de abril visitará a Libertad de Paraguay.
ENFOQUE
COMENTARIOS