Y a que el mundo del boxeo asiste escandalizado al anuncio del regreso a los rings de Floyd Mayweather, ante un luchador de artes marciales y por una montaña de dólares, la ocasión autoriza a preguntarse si en realidad la cosa da para tanto grito en el cielo.
Si da, en definitiva, para que se arme tamaño alboroto, si da para sentirse traicionados por Mayweather y estafados por los organizadores del espectáculo que tendrá lugar el 26 de agosto en Las Vegas.
¿Estafados por Mayweather?
De ninguna manera: ¿cuándo lo escucharon profesar amor al boxeo y, si lo hubiera hecho, no dirán que le habían creído?
Mayweather no es ni bueno ni malo, es Mayweather, no por nada lo apodan "Money": a este señor de Michigan los billetes verdes lo entusiasman más que la miel al oso Winnie Pooh.
Y billetes verdes habrá tantos y tantos y tantos, hasta el punto de que llevará mucho tiempo contarlos cuando se multipliquen los devotos de esa presunta pelea de boxeo que reunirá a Floyd con el irlandés Conor Mc Gregor, un crack de las artes marciales mixtas.
Tampoco la búsqueda de prestigio se entrevé como un estímulo esencial para Mayweather, tal vez porque lo que no pudieron ninguno de sus adversarios, derrotarlo, sí lo pudo la sabia regulación de la escala de valores del boxeo mismo, de su prensa especializada y de sus seguidores más baqueanos: ponerlo en su lugar y reconocer su valía, pero jamás su pretendida condición de número 1 de todos los tiempos.
Invicto y acumulador de coronas como es, verdadero prodigio en el arte de defender, le han faltado y le faltarán al “Pretty Boy” dos ingredientes decisivos: carisma y victorias lucidas ante sus rivales más difíciles.
En realidad, mejor examinado el tema más interesante son las derivas del otro personaje del mano a mano que tendrá lugar en el T. Mobile de Las Vegas: Mc Gregor, el muchacho pobre que en Dublin se ganaba la vida con el oficio de su padre, plomero; el que sufrió bulling, soñó con ser un gran futbolista del Manchester United, vivió años y años contando las monedas para sobrevivir y es hoy un personaje de videojuegos y tótem viviente de los seguidores de las artes marciales mixtas.
Sí, de las artes marciales mixtas, que como su mismo nombre lo indica abreva en varias fuentes (judo, jiu jitsu, muay thai, kick boxing y lucha), y que por añadidura consiente acción de pie y en el suelo, golpes y patadas, palancas y estrangulamientos, en fin, de todo un poco, más cerca del todo que del poco.
En medio de ese combo de destrezas, dicen los conocedores que Mc Gregor es extraordinario, pero el gran problema que se le presentará ante Mayweather es que en lugar de un octógono habrá un cuadrilátero, en lugar de guantes de cuatro onzas deberá calzar diez onzas y, pequeño gran detalle, deberá hacer lo que jamás había hecho: boxear.
Esto es: Mayweather tendrá todas pero todas las de ganar y ni siquiera gozará de la honrosa decadencia de otros boxeadores que acosados por la miseria incursionaron en el ámbito de la lucha: entre otros, el argentino José María Gatica, el español José Manuel Ibar Urtain, el italiano Primo Carnera y el mismísimo Joe Louis.
Mayweather enfrentará a un luchador por su clásica codicia y por su no menos clásica vanidad, que, como ya sabemos, come más que diez hipopótamos.
Según reza el saber popular, jamás hay traición cuando antes hubo aviso: si la pulseada Mayweather-Mc Gregor ha sido bautizada como “El Combate Esperpento”, y un esperpento se define por el desaliño, la fealdad, el grotesco y la degradación, quiere decir que no hay motivos de enojo.
A dos meses del mega espectáculo en cuestión ya sabemos que tendrá vinculación con el boxeo pero que no será boxeo propiamente dicho, así deberá ser asumido y, si cuadrara, contemplado: como una variedad pretenciosa, rocambolesca y circense.
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