“Yo nací en el barrio El Picaflor. Desde los cuatro años jugué al básquetbol en Los Indios. En esa época estaba Pirulo Di Cienzo y luego seguí con Walter Mansilla en las formativas.
Pirulo era un gran motivador. Le ponía una devoción total a lo que hacía. Fue una persona muy querida. Siempre estaba de buen humor, contagiaba. Jugué hasta juveniles en Los Indios y recién lo tuve a Darío Racero en primera cuando pasé al club Junín. Un estudioso del básquet, me enseñó muchísimo. No jugué primera en Los Indios, pero si me acuerdo cuando estuvo en la Liga Nacional “B” y de los clásicos contra Ciclista, cuando trajeron a Camisassa y estaba Aréjula. Yo creo que fueron los primeros clásicos del profesionalismo de la historia del club Los Indios.
Igual de chico jugábamos al fútbol en el campito de enfrente (Remedios de Escalada de San Martín y Tedín) con los chicos del barrio, los Chemile, Capelli, Spichiale, Benvenutto, eran otras épocas. De esa camada ninguno salió jugador de fútbol, sí de básquet. Pero toda mi familia fue de básquetbol, mi abuelo y mi viejo lo jugaron.
Después por razones personales dejé de jugar, aunque ahora despunto el vicio en el Torneo de Segunda de Los Indios. Esto está bien porque hay un montón de jugadores que trabajan y no tienen lugar. Para todos los que nos gusta jugar a éste deporte es una vía de escape bárbara. Se hizo un lindo torneo, son todos ex jugadores y nos conocemos de toda la vida”.
La hazaña
“Hace cinco años que entré a trabajar en la firma Naldo Lombardi. Estoy en la parte de auditoría y vivo viajando a las sucursales de todo el país.
La semana pasada salimos y en realidad nosotros no íbamos a San Nicolás. Originalmente el destino era Alta Gracia, Córdoba. Generalmente vamos por la ruta ocho que es la que pasa por Venado Tuerto. Ese día decidimos ir por la autopista que la tomábamos en Rosario. Precisamente por la lluvia, asegurarnos que la autopista nos daba un margen de tranquilidad mayor. Llegando a Pergamino nos llaman de la central de Naldo Lombardi y nos cambian transitoriamente el destino. Teníamos que pasar por San Nicolás.
Fijate lo que es el destino que un compañero nuestro que venía de Salto nos pide que lo aguardemos en Pergamino y de esta manera seguíamos todos juntos. Nos demoramos quince minutos en esa ciudad. Si no hubiese pasado esto no nos encontrábamos con el hecho.
La ruta 188 estaba cortada en varios tramos porque fue el fin de semana que se llovió todo. Delante nuestro iba otro auto de la empresa y llegando a General Rojo –unos quince kilómetros antes- nos paran pidiéndonos una soga. Eran aproximadamente las 10 de la mañana y habría unas ocho personas.
Le decimos que no teníamos nada, preguntamos qué pasaba y nos dicen que había una señora atrapada en un auto en el canal al costado de la ruta. Es un tramo muy pronunciado con dos metros de profundidad y una correntada tremenda.
Bajamos a mirar y vemos el cuadro donde se veían diez centímetros del auto que estaba como clavado de punta. Se juntaron varios cintos que se fueron atando, me saqué la ropa y me metí en un primer intento porque quería ir una chica y no la dejamos.
Me llevaba la corriente, me sacaron y lo volví a intentar. Llegué hasta el auto y no lo pude abrir por la presión del agua, en medio de los gritos de la señora.
Yo ya había tragado agua la primera vez porque con una mano tenía los cintos y con la otra me intentaba manejar, pero el agua te llevaba de cualquier manera. Fue impresionante. No la pude sacar y salí cansado, asustado, de todo un poco.
Se metió mi compañero Matías Romo y le pasó lo mismo que a mí, el auto estaba como sellado. Pero en el segundo intento se metió otro muchacho que hizo de intermediario entre el cinto y mi compañero que así pudo llegar al auto. Le alcanzan una llave cruz y rompe la luneta porque el auto estaba de punta. Ahí la señora que ya tenía el agua en la pera, asoma la cabeza porque había llegado a la parte más alta en busca de aire. Recién pueden abrir la puerta y sacar a la señora que estaba shokeada”.
Reconocimiento
“La señora nos quiso conocer y cuando volvimos el viernes pasamos por la casa de ella en General Rojo. Nos contó que se le vino un auto de frente y perdió el control cayendo a la banquina. No hay diferencia de la banquina al canal, son escasos metros. Igual la correntada arrastró el coche unos ciento cincuenta metros.
Ahora viendo que salió todo bien repasamos con mi compañero lo que hicimos y sacamos una conclusión: ¿Qué pasa si no la podíamos sacar y se ahogaba? ¿Qué trauma te queda? Yo estuve a treinta centímetros y escuchaba los gritos desesperados de la señora y no la podía sacar por nada del mundo. También uno se pregunta ¿Qué hubiese pasado si había un chico adentro? ¿Cómo hubiese reaccionado? o si alguno de nosotros dos se iba con la corriente... en fin salió todo bien.
Hoy no se si me vuelvo a tirar. Yo creo que los gritos desgarradores de la señora y que amagó a meterse una chica, no me hicieron dudar en ese momento. Fue complicado el cuadro y pensándolo en frío muchas cosas pudieron haber salido mal.
Nunca en mi vida pensé que iba a vivir una situación límite como esta. No me gustaría volver a pasarla. Gracias a Dios salió todo bien”.
ADRIÁN FABRIZIO
El basquetbolista juninense que se convirtió en héroe
>Jugó al básquetbol desde chico en el Club Los Indios, donde hizo todas las formativas. Luego en primera división en el club Junín. A mediados de la semana pasada, estando de viaje, la vida lo puso en una situación límite y participó del rescate de una señora que se había caído a un canal al costado de la ruta en General Rojo y se estaba ahogando.
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