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BASQUET EN EL RECUERDO

A 20 años del... EXPRESO AL SUR

Banquina Suárez y Caicho Ortiz llevaron a Ciclista Juninense por la Patagonia Argentina con un Mercedes Benz 1114, en el caluroso enero de 1994.

Ciclista Juninense había llegado a la Liga Nacional “B” y fue todo un acontecimiento para la ciudad hacia fines de 1993. Pero la Liga comenzaba en enero de 1994 y no había un mango.
Presidencia del Dr. Rubén José Cartier, el equipo al mando del recordado César Merlo con otro jugador muy querido como lo fue la Fiera Evans. Además lideraba el grupo César Pastorino, Gastón Zagrodny, Ignacio Cuchetti, Miguel, Hugo y Marcelo Had, Luciano Baigorria, Federico Viola Prioli y el extranjero nacionalizado Steve Stanford.
Para colmo de males el fixture lo mandó a la Patagonia Argentina en las primeras dos fechas... y allá fueron, había que cumplir. ¿Cómo? La historia la cuentan los protagonistas Oscar Adolfo Ortiz (Caicho, entonces vicepresidente Verdirrojo) y Raúl Suárez (Banquina).
“Apareció por el club Ciclista Raúl Suárez con un colectivo modesto. César Merlo lo inspecciona y dice que al menos le faltaba una heladera y un televisor. Restaban dos días para el viaje, pero cuando había que salir el 1114 estaba en la puerta del club en condiciones. Hasta que tuvo que arrancar para salir. La heladera le había comido la batería y los jugadores debieron empujarlo una cuadra y media para que arranque. Ciclista hacía pareja con Estudiantes de Olavarría y nuestros jugadores se pensaban que al menos el micro era parecido al de ellos. Se querían morir cuando lo vieron. Pero viajaron igual.
No solo tuvimos que conseguir el gas oil, sino que llevamos todos los bártulos y mercadería para desayunar, almorzar y cenar. Hoy ese viaje no te sale menos de cien mil pesos. Inclusive a los doscientos kilómetros hicimos una vaca entre todos para poder almorzar en un restaurante.
Cuando pasamos por La Pampa nos encontramos con una inundación y debimos desviar. Cuando llegamos a Río Colorado nos paró Gendarmería y solicitó los papeles del micro. No tenía ni tarjeta verde. Solo un papel para poder andar en la ciudad. El Gendarme nos preguntó a donde íbamos y cuando le dijimos a Esquel largó la carcajada: “Con esto a Esquel, ustedes estan locos”.... y nos dejó seguir viaje.
A seiscientos metros estaba el control de la otra provincia y había un puente que no se podía circular a más de cuarenta. Cuando el colectivo tomó envión lo pasamos a ochenta. Todavía nos están esperando los controles parados. Menos mal que no nos siguieron.
Más adelante vino lo peor. Una pendiente con precipicio y el micro no frenaba. Estaba en cuarta y hubo que pilotearlo con la desaceleración, la banquina y contra el guarda rail.
El micro zapateaba como loco en las piedras y adelante venía una curva y contra curva. Entramos y cuando estábamos en el medio aparece un Ford Falcon de frente, en subida. Nos hace seña de luces y se tira a la mano nuestra y nosotros a la de él. Stanford se puso de espaldas con las dos manos pegadas al techo, la Fiera se agarró a un estribo y los otros hicieron lo que pudieron. Hubo un silencio sepulcral. Estábamos esperando que el micro se desbarranque. Se le habían cristalizado los frenos. Acá fue cuando Raúl tomó el sobrenombre de Banquina. Pero nos salvó a todos. A los 300 metros el colectivo paró solo, hubo llantos, lágrimas, abrazos. Pareció que habíamos revivido.
Llegamos a Esquel para ir a un camping. Llevábamos carpas, fideos, azúcar, café, té, ollas para el mate cocido. Se largó a llover y algunos jugadores salieron a buscar alojamiento a la 1 de la mañana. Encontraron un galpón y metieron la carpa adentro. Después consiguieron un chileno que les alquiló una casa para seis personas y fueron a dormir los jugadores titulares.
A la otra mañana fuimos a la práctica y se nos pegó el hijo del chileno que pasó a ser como la mascota que nos trajo suerte porque a la noche ganamos. Por esa amistad con el hijo, cuando nos fuimos, el chileno de unos mil pesos nos cobró sólo trescientos para ejemplificar lo que sería la plata de hoy.
Salimos a Comodoro Rivadadavia, escala hacia Pico Truncado. Fuimos a un lugar tipo multiuso. Hicimos la comida, dormimos y partimos al otro día hacia Santa Cruz. Pasamos por Caleta Olivia y llegamos a Pico Truncado. La noche anterior el volcán Hudson había tirado barro, justo cuando estaba la gente de Estudiantes de Olavarría que después del partido regresó.
Llegamos a una ciudad que era de YPF y que cuando privatizaron quedaron cien personas. Fuimos al club que era un tinglado donde estaba la cancha de basquet, el banco, el cine, la confitería bailable, etc.. Todo el pueblo iba ahí.
A todo esto veníamos con Gastón Zagrodny descompuesto y el Dr. Pastorino lo venía asistiendo en el micro. Pero lo acomodó, jugó el partido muy bien y ganamos. Estuvimos una hora y volvimos a Caleta Olivia a las 4 de la mañana. Tuvimos que entrar a una clínica para atender a Gastón de una recaida. Logramos salir a Comodoro y otra vez hubo que atenderlo. Acá se la jugó el Dr. Cartier y mandó tres pasajes de avión porque así no podíamos seguir. Se volvieron Gastón, César y la Fiera.
Quedamos con César Merlo, Steve Stanford y todos los pibes que emprendimos el regreso. Doscientos cincuenta kilómetros antes de Junín no teníamos nada de comida. Volvimos a hacer una vaca y pudimos comprar dos sanguches de milanesa para cada uno.
Cuando llegamos a Baigorrita era una caravana impresionante de gente esperándonos con banderas, bocinas, bombos y matracas. Sabían de nuestras peripecias y nos prepararon una fiesta de bienvenida”. 

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