Si hay un joven haciendo ruido en el Next Gen del básquet italiano, que reúne a los mejores proyectos formativos de aquel país, es sin dudas Stefano Alesso Rodríguez. Este joven de padre argentino y madre boliviana nació en Salta hace 19 años y llegó a Europa hace poco más de tres meses luego de jugar en Oberá y en Leones de la Libobásquet de su país materno.
En solo dos encuentros lleva 19 puntos y 13.5 rebotes de promedio para el equipo al que llegó para disputar este torneo en particular, ya que es parte del Unibasket Lanciano. Claro, lo que no aclaramos es que su altura es de 2.11. Pero su historia tiene dos oportunidades de vida.
Es que a los 12 se salvó de milagro de morir en un accidente doméstico. “A los 12 años casi me muero. Vivía en un edificio que tenía una puerta de entrada que era mitad de hierro, mitad de vidrio, y que se cerraba sola. Con mi hermano, que siempre estábamos jugando a lo que sea, hicimos una carrera para ver quién llegaba antes. Él llegó antes y cuando llegué yo me fui con las dos manos sobre la parte del vidrio de la puerta, que se rompió. Sin que me diera cuenta, empezó a salirme un montón de sangre. Cuando vi todo el charco, cometí un error de ignorante y me saqué un vidrio que tenía clavado. Ahí empezó a salir más sangre todavía. Me auxilió una vecina que rápido me llevó a que me atiendan… El vidrio que me había clavado llegó hasta dos centímetros de la carótida” contó en una nota.
A los 13 años su relación con la naranja comenzó, cuando pasó de vivir en Bolivia con su madre, más precisamente en La Paz, a ir con su papá, exjugador, a Salta. “Hasta ahí yo jugaba al fútbol, en el club Real Madrid de La Paz. No tenía idea básquet”.
Luego de pruebas en Ameghino y Quimsa, además de pasos por la preselección U13, le llegó la oportunidad de fichar en Oberá y no lo dudó, pero no todo fue color de rosas: “Fui a Oberá y me convenció. En abril de 2018 me mudé a Misiones. Fui directo a Posadas el primer día y jugué dos partidos, todavía sin haberme instalado en Oberá. Y en el primer partido que jugué de local me fracturé la quinta vértebra. Estuve recuperándome todo ese año. Me quedé la mayoría del tiempo en Oberá. Yo nunca tuve dolores por el crecimiento, pero sí por esa fractura”.
La llegada de Leo Hiriart lo llevó a primera luego de recuperarse y jugar en 2019 solo en formativas. “Él fue uno de los entrenadores que más me cambió. Por ahí yo tenía una idea de cómo era llevar la vida del profesional. Pero él habló con el club para que me pongan nutricionista, preparador físico y horas de gimnasio. También habló en el colegio. Él me exigía, pero a la vez me daba herramientas. Me ponía entre los 12 que se vestían en Liga Argentina y salimos campeones del Súper 4. Después de ganar el Súper 4 jugamos un partido más y nos agarró la pandemia”.
El Covid lo llevó de vuelta a Salta y se puso a entrenar en su casa y algo clave, subir de peso. “En casa con mi viejo tenemos un aro en el patio y me puse a entrenar y a comer fuerte, a subir de peso, que siempre me costó”.
Con pasos por Liga de Desarrollo y Torneo Federal con los misioneros, tuvo su primera experiencia como profesional con Leones de Bolivia, donde tuvo 9.3 puntos y 6.9 rebotes. Ahora llegó su salto al Viejo Continente, donde de arranque está sorprendiendo a todos y espera seguir creciendo tanto como creció su altura.
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