Nunca voy a dejar de agradecer a la prensa, porque parte de lo que somos los deportistas se lo debemos a la prensa. Si no somos mimados y atendidos por ella seríamos mucho menos de lo que fuimos.
Me sorprendieron Miguel y Marcelo cuando me comunicaron esta novedad de ponerle mi nombre al campeonato local de básquetbol. No es que lo tuve que pensar, pero de un tiempo a esta parte que dejé de ser directivo me había llamado a silencio. Tuve un tiempo para pensar y recalcular mi vida, porque también es el momento actual de mis dos hijos que están jugando en Europa –Alvaro y Silvano- . Y por respeto a ellos pensé en mi interior que debía tener un poco menos de exposición, por mi personalidad y por todo lo que me había ocurrido en el último tiempo.
Ya había vuelto al club. Es un proceso de mucha confusión y sentimientos. Por más que este sea uno de los estadios más hermosos de La Liga Argentina, es mi casa. Para mi sigue siendo el Club Ciclista, al que venía a las 6 de la mañana después de hacer el novio con quien fuera mi esposa, a tirar al aro.
Cuando entré me temblaron las piernas. Sentí eso. Encontrarme con mucha gente que hacía tiempo que no veía, con el básquet en general, pero más que nada el agradecimiento a esto que fue lo que me catapultó en mi carrera: el básquet de Junín.
Ciclista es el básquet de Junín como todos los demás clubes. Pero sin Ciclista y sin el básquet de Junín no hubiera llegado hasta donde llegué.
Lo primero que me acuerdo retrotrayéndome a la infancia es de Pocho Abdala. En lo esencial –basquetbolísticamente hablando- fue el que me marcó toda la vida los defectos y nunca las virtudes, porque su personalidad era esa.
Fue un monstruo como jugador, uno de los mejores tiradores de la historia del básquetbol. Lo que pasó es que en esa época no existía la Liga Nacional, eran otros tiempos y hoy tal vez nadie se acuerda de él. Son tediosas las comparaciones, pero no me puedo olvidar de su mecánica de lanzamiento a la canasta. Y en él me guié en cuanto al lanzamiento. Cuando yo era profesional cada vez que me tocaba ir a jugar a Venado Tuerto y erraba porque la tiraba mal a la pelota, escuchaba la voz de él desde la tribuna “el brazo”. Era Pocho Abdala guiándome desde afuera y habiendo pasado el tiempo.
Entro acá y para mí es el galpón donde yo vivía mandando la pelota adentro de la canasta.
Esto es lo que le remarqué a los chicos en mi alocución de presentación del campeonato. La mecánica es todo para el básquet. Para meter la bola hay que tirar bien. Y si ejecutás bien, la pelota entra. Es como una piedra. Si hacés el gesto, le vas a pegar al tarro. Esto es más fácil todavía, porque es grande. Y si lo hacés todos los días, como lo hice yo, la metes hasta con los ojos cerrados. Por algo me rompí el tendón del bíceps.
Cierro los ojos y lo veo a Ricardo Thefs abriéndome la puerta del club. Venía rezongando todo el pasillo porque a cualquier hora le tocaba timbre para que me abriera. Y me abría. Gracias a él entrenaba todo el día. Me acuerdo de Néstor Boni, del Poyo Griselli, de Beto Durante, Ricardo Taburini, Carlos De Rosa, de todos los que me mimaron y me ayudaron muchísimo en lo personal. Me educaron, me criaron junto con mis viejos. Y a todos los técnicos como Corchito Abdala, Pedrini, que eran señores entrenadores que ya no quedan abajo en las inferiores. Hoy todos quieren ser entrenadores de Liga, agarrar todos jugadores hechos. Y lamentablemente no agarran un carajo de jugadores hechos porque los pibes no saben jugar al básquet.
Los clubes lamentablemente se dedican más al día a día para juntar el dinero y no en pensar en gastar mucha plata en señores entrenadores-educadores para que los chicos del club sean los profesionales del mañana. Y ahí los costos bajarían notablemente. Ya hable mucho de esto.
En cuanto a mi vida personal le agradezco a todos el respeto que tuvieron hacia mi persona en todo este tiempo que estuve en silencio, guardado, reencontrándome con migo mismo, recuperándome.
Hoy mi vida pasa por mi papá. Tengo el orgullo y la bendición de tenerlo viviendo conmigo. Sobrepasamos el Covid 19 los dos y ya después no podía ir a vivir solo a su casa. Es un gran aprendizaje y fue un gran motivador junto a mis hijos y grandes amigos para salir adelante que me costó mucho.
Uno no estaba acostumbrado a esas cosas. Vivía en una nube de pedo, lleno de felicidades pasajeras. La posibilidad que te ofrece la fama, no el haber jugado bien. La fama no sirve para nada, pero a veces joven o no tanto, a uno lo lleva a confundirse. Y está bueno. Yo por lo menos viví una vida de equivocaciones, tal vez con errores que no me costaban tan caros como estos últimamente.
Pero soy humano y no me creo la última víctima. A todos en algún momento nos toca sufrir. Yo solamente había sufrido la muerte de mi abuela, mi hermano y mi vieja. Pero son ciclos de la vida que no tienen nada que ver con que si uno hace las cosas bien o mal.
Lo que estoy diciendo es que yo me equivoqué, hice las cosas mal y las tenía que pagar. Me encantó saldar deudas conmigo mismo.
Hoy estoy feliz de esta nueva versión de persona y hasta me reconforta cuando me invitan a dar clínicas y hablar a calzón quitado. Acá no hay nada que yo tenga que esconder, porque me conocen todos y todos saben por la que pasé… y no se lo deseo a nadie.
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