Nací en el barrio El Molino, del Molino Tassara media cuadra sobre calle Almafuerte, la casa de mi abuelo. A los 12 años nos mudamos a la casa en Simón Bolívar, a vuelta del club Argentino. Ya estaba asfaltada la calle, pero no era la entrada a Junín que es hoy. No pasaba nadie. Cuando cambiaron la circulación y comenzaron a entrar todos por Bolívar, se terminó la paz.
En el barrio nos gustaba jugar a las escondidas. Un personaje del barrio, el Pili Puricelli, nos indujo ir por los techos. Nos subíamos a los techos por Bolívar y salíamos a la casa de don Pepe Gutiérrez donde bajábamos por Almirante Brown. Una locura. Otras épocas.
Después estábamos todos los días adentro del club Argentino. Cuando el gimnasio de atrás no existía, había como un alisado y ahí improvisábamos todo. Aros de básquet, canchas de fútbol, poníamos redes y jugábamos al tenis, hacíamos nuestras primeras incursiones en la parrilla con alguna hamburguesa, nos colábamos en la guitarreadas de Quique con los del club.
No jugué al fútbol. Era arquero y jugué una sola vez. Mi vieja me llevaba a la cancha de básquet, habiendo tenido a mi viejo con un historial en el fútbol (Mariano Moreno-San Lorenzo de Almagro). Tal vez mi vieja no quiso vivir de nuevo lo que pasó con el fútbol de papá.
Hice la primaria en la Esc. N°3 y el secundario en el Comercial. En las dos tuve la suerte de ser abanderado. Y en el Instituto de Educación Física, cuando hice la carrera de profe, también.
Jugué en Argentino desde cebollitas. Ahí estaba el Pili que era un jugadorazo. Hasta fue selección de Junín y Provincia. Acá hice la carrera de formativas hasta primera. Nunca fui campeón siendo chiquito. Había equipazos como Sarmiento, Junín. Comencé a salir campeón a partir de los 16 años, con una camada de jugadores como Pirulo Malchiodi, el Turco Abdala, el Hueso Vaccarezza, de la mano de Tito Biurrun que fue quien comenzó a ordenarnos dentro de la cancha.
Llegué a primera a los 17 años, partido en cancha de 9 de Julio contra Ciclista Juninense. Me tocó enfrentar a Hugo Had. Encima yo jugaba con una vincha y el pelo suelto… era candidato al sopapo.
Al otro partido jugamos contra Sarmiento, que tenía al Chiche Ibarra, los hermanos Sofía… Si ahí no aprendía como era el básquet, no lo hubiera aprendido nunca más.
Con Argentino jugué hasta el anteúltimo partido del provincial de clubes que dio inicio a los ascensos escalonados de la entidad hacia la Liga Nacional. Fue en Zárate donde metí un doble sobre la chicharra en cancha de Náutico y ganamos por un punto. Yo tenía la propuesta firme de Ciclista para el TNA y a la vez quería jugar hasta el último partido del regional con Argentino. Llegué hasta una fecha antes. Por supuesto que cuando Argentino gano la final me llamaron para la fiesta y me dieron un reconocimiento. En primera salí campeón con Argentino de la mano de Quique Biurrun. Jugaba el cabezón Marchesi, Tito Biurrun, el Pacha Taró.
Estuve en un momento hermoso el día que vino León Najnúdel a la cancha de Argentino para la despedida de Tito Biurrun. Fue cuando Tito se sacó la camiseta número 7 y me la dio a mí, porque siempre fue mi número.
En Ciclista me fue muy bien. Debuté en Buenos Aires contra el Obras de Denis Still, el Gringo Maretto. Metí 16 puntos. La anécdota fue que me olvidé las zapatillas en Junín y por orden del técnico –César Merlo- ninguno me quiso prestar su calzado auxiliar. Fue mi primer y único gran error en el básquet. Jugué con lo que tenía puesto y me fue bárbaro.
Jugué seis años en Ciclista. Estuve con Tatote Pagella, luego con Roberto Volpi que llegamos a jugar una final en el Sur. Luego otro TNA donde jugamos la semifinal contra el Independiente de Zárate de Thornton, Trovelliesi, Ingles, una máquina a pesar que le dimos batalla hasta el final. Eran partidos accidentados contra Independiente, acá y allá. Terrible.
Luego hicimos otro TNA donde barrimos a Echagüe de Paraná que tenía nada menos que a la “aplanadora” Delon Turner. En una jugada me puso el puño cerrado en la cabeza y todavía me están buscando. Fuimos a jugar a Tucumán, ganamos un juego y a la vuelta fue cuando se conoció la noticia del accidente del chico Pardo. Moralmente se cayó todo el equipo. Quedamos afuera en Junín, perdimos los dos juegos.
Después me fui a Gimnasia de Pergamino para un Regional, luego pasé a Belgrano de San Nicolás pero me volví por los estudios. Me voy a jugar a Douglas Haig y posteriormente comencé la carrera en San Martín de Junín. Ya pensaba dejar el básquet, pero quería entrenar en un parquet nuevo. Estaba Papón Freston y le pedí que me dejara entrenar… y me entusiasmé. Ganamos regional, Liga “C”, la “B” y jugamos TNA. Para mi era impensado. Se dio todo natural cuando le ganamos la final a Firmat FC. Lo que fue esa previa a los partidos, con Gallina del Coprosede inspeccionando la cancha, que si, que no. Una locura.
En San Martín fueron siete años, estuve con las inferiores manejando los chicos y fui el capitán del equipo. En el medio, cuando vino Jaule que se jugó TNA, volví a Ciclista para jugar la “A” que era una signatura pendiente. Me llamó Adrián Capelli para reemplazar al Negro Dominé unos partidos. Hice varios juegos, Formosa, Corrientes, acá contra Boca que ganamos raspando en suplementario.
Luego me dediqué a la música, pero seguí jugando. Fui a Chacabuco para un regional, estuve en Lincoln, en Sarmiento.
Es difícil ver hoy que salgan tantos jugadores. Hay profes y hay chicos, pero me parece que pasa por el lado de los fundamentos, la formación básica del básquetbol. Tal vez deberían darle más tiempo a esto. La otra es formar la cabeza del chico como jugador. El chico por ahí se va y se enoja, les es difícil entender que el técnico es la autoridad. Más allá del básquet pasa en todos los deportes. Los chicos se acobardan, se frustran, hay un montón de características que tienen que ver más con la sociedad de hoy en día que con el deporte en sí.
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