Comencé de chico a jugar al básquet en Ciclista Juninense. Yo nací en Avenida San Martín entre General Paz y Quintana, y como fui a la escuela número 2 todos los chicos de ahí iban a jugar al básquet a Ciclista.
Ricardo Francescutti, el Pato Pace, Mateo Pisano, chicos que vivían cerca de la cancha, me llevaron a jugar ahí.
También jugábamos al fútbol en el barrio. Ibamos al campito de Sánchez o al descampado que estaba detrás de la calesita de Pacífico.
Pero elegí el básquet porque como siempre las amistades iban para un lado y todos iban para ahí. En ese momento estaba el Bicho Raimundi como entrenador, pero los mejores recuerdos los tengo con el Pocho Abdala. Después apareció en gran Cristian Márquez.
Fui campeón con las inferiores porque jugaba un escalón más arriba, con los 1967 que tenía a Chuny Merlo, Hernán Belfer, Guillermo Tamburini, Pipo Portinaro. Era el clásico con Los Indios que tenía un equipazo con Lorio, Sartor, Japez, y nos sacábamos chispas.
También todos fuimos campeones provinciales con la escuela número 2. Ganamos el “Futura” de Lincoln, entre otros. Pero ya la camada mía, 1968, era más débil.
Llegué a jugar en primera, pero antes se llegaba mucho más tarde. Jugadores consagrados como Chuny llegaban pero a los 16-17 y 18 también. Yo estaba en el banco de la primera cuando estaba de técnico Raúl Fresina, de Bragado. Cuando se fueron los más grandes ahí recién nos dieron lugar.
Pero jugué poco en la primera de Ciclista. Mi carrera fue en Sarmiento donde fui campeón. Lo tuve de entrenador a Cristian Márquez que fue mi espejo en cuanto a formación, mi profesor de toda la vida. Hasta de pelearme con él porque uno era difícil y él nos quería encaminar, guiar. También después de Cristian lo tuve a Adrián Capelli y finalmente terminé dirigiendo yo el equipo. En esa época se hacían unas cuantas locuras porque se jugaba y dirigía al mismo tiempo. Estuve hasta los 29 jugando y después seguí dirigiendo.
Me fui un año a Lobos a dirigir, en 2001, y cuando terminó el contrato –a mediados de 2002- recibí un llamado de Adrián Capelli y arranqué como profesional en el club Argentino, cuando él comenzó como profesional.
En Argentino me fue bien, logramos el ascenso con un equipo juninense. Jugamos la Copa Argentina porque estábamos entre los cuatro mejores.
Después llegamos a la “A” y nos fue más o menos. Tuvimos que dar un paso al costado y apareció Ciclista donde repetimos buenas campañas y ascendimos. Jugamos la A un año y en el segundo tuvimos la mala suerte de descender. Alternamos buenas y malas pero en el resumen general el balance fue positivo. La experiencia de transitar canchas que pisaban Acosta, Beigier, Gil, jugadores con los que uno aprendió mucho. Porque esa clase de jugadores te dejan enseñanzas, vivencias de su trayectoria y eso te enriquece.
Y llegó 9 de Julio. Justo en el 2008 yo estaba a punto de ser papá. El chango Poggi estaba solo en el club, sin chicos prácticamente. Y arrancamos con el Pili Puricelli que lo había convocado. Luego llegó una comisión encabezada por Mico Portiglia, con un gran manejo en el club. Igual discutíamos mucho. Yo quería salir a competir fuera del ámbito local. Hubo diferencias, buenas por supuesto, yo me corrí por un tiempito y después me volvió a llamar.
Luego llegó el Oveja Balvidares que siguió con el proyecto y lo enriqueció con mucha competencia. A pesar de que no teníamos equipos muy desarrollados y nos costaba, éramos más competitivos. Ya íbamos a jugar el Open de Mar del Plata, el torneo de Peñarol también. Y se fueron acercando chicos de otros clubes porque nos pusimos de moda, por trabajo, por resultados.
Hoy estamos gozando de un desarrollo importante, con una estabilidad muy buena. El club está ordenado. En mini está el Colo Huarte con su equipo. Y todo lo que sea la parte más grande sumamos a Gabriel Paolín, más Gustavo Gauna que nos da una mano para resolver cualquier tipo de situaciones.
Los títulos llegan solos. Uno quiere ganar, no voy a mentir más allá que son divisiones formativas. A veces se logra, otras no. Lo importante es la formación.
Se han dado camadas de chicos que hemos ido mejorando. Algunas son más fuertes y otras no tanto. Ahora lo que viene hay mucho más laburo para hacer, porque siempre miramos para adelante. Por ahí se dan las cosas. Por ejemplo fuimos a San Nicolás y logramos un título provincial impensado.
Los chicos entendieron lo que es tener un preparador físico, un entrenador de fundamentos, hacer la parte táctica y de juego que es mi responsabilidad.
Hemos logrado títulos y jugado finales. Por supuesto que nos dolió lo de mayores que no se pudo conseguir el título, pero le hemos dado el premio a los jugadores porque vamos a jugar un provincial de clubes.
Todo esto nos fortalece para seguir. No es fácil estar en un club por mucho tiempo. Uno a veces se confunde haciendo cosas o se cree que esta todo bien y no es tan así. No es que se aburguese uno, pero son las mismas caras o se discute siempre lo mismo.
Pero el apoyo directivo que encabeza el Oveja Balvidares y mucha gente que lo acompaña y hace de todo por el club es fundamental para tener la fuerza de seguir motivándose y ponerle fichas. Por ejemplo veo que un domingo están vendiendo pizzas o poniendo un cartel, o fueron a la cancha a arreglar tal cosa.
Eso te invita a esforzarte, a hacer algo más de lo normal, porque hay gente que realmente se merece responderle con hechos.
Y el año pasado con la pandemia encima, nos pagaron el cien por cien del sueldo durante todos los meses, cuando sabemos que la mayoría tuvo dificultades. Es todo esfuerzo de la dirigencia del club. Esto hace que uno se sienta cómodo en la institución.
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