La pasó mal. Muy mal. “Estuve tres años entre un sofá, una cama y un quirófano”, resume sobre aquel período, entre 2013 y 2016, en el que sufrió una de las peores lesiones (rotura del hueso escafoide del pie derecho) y soportó siete operaciones. Pero Carlos Delfino es así: rebelde y apasionado, por naturaleza. “Estuve deprimido y toqué fondo. Algunos tenían miedo, decían que quedaría con el pie ortopédico, otros que se me desplazarían los huesos… No pocos me recomendaron que lo mejor era el retiro, que me dedicara a otra vida, a mi familia, pero yo no quería terminar así y sentí que podía… Luché, perseveré y nunca dejé de soñar”, recuerda. Y un día, de 2016, regresó a las canchas y fue a su cuarto Juego Olímpico en Río. En 2017 volvió a nuestra Liga Nacional y en 2018 a Italia. En 2019 retornó al club de sus amores (Fortitudo Bologna) y este año ni siquiera la pandemia, la inactividad o la edad pudieron apagar esa llamita que sigue prendida. En julio firmó con Pesaro Basket, un club histórico que en sus épocas doradas (años 80) fue el Scavolini, y su inicio de temporada no pudo ser mejor. Sus números llaman la atención (12.6 puntos, 40.5% triples, 3.4 rebotes y 25.6 minutos), su nivel impacta y los elogios se repiten. Claro, el santafesino tiene 38 años y es otro caso de cómo si al talento natural se le agrega sacrificio, profesionalismo y pasión es posible estirar carreras hasta un límite más allá de lo inimaginable. Pasó con Ginóbili, sucedió con Nocioni y ahora se repite con Scola y Delfino. Especímenes distintos que inspiran e invitan a la reflexión. Prensa CABB habló con Cabeza para conocer los motivos de esta vigencia y, por qué no, consultarle sobre un sueño que aparece en el horizonte: Tokio 2021.
-¿Cómo está el hombre que es noticia por su gran nivel a los 38 años?
-(Se ríe) Muy muy contento, dentro de una cancha, compitiendo y divirtiéndome. Como quería. Con el plus de tener la suerte de hacerlo cerca de los míos. Acepté la propuesta de Pesaro por distintos motivos: porque conozco mucho al coach y tengo una gran relación (Jasmin Repesa), pero también porque estoy a una hora y media de mi familia (NdeR: vive en Cento, cerca de Bolonia). Imaginate que los melli (8 años) me conocieron como jugador viendo YouTube y hoy me ven dentro de una cancha. Es fuerte y todo viene funcionando. Lo estoy disfrutando.
-Hablamos en marzo y pedías una oportunidad. La tuviste, pero no sé si vos esperabas este nivel.
-Yo siempre sueño con más. Pero noto que están todos sorprendidos con mi nivel. El otro día nos reíamos con Jasmin (Repesa) justamente por cómo todo el mundo lo toma y él me cargaba diciendo que había confiado en mí por lo que le había dicho y que menos mal que estaba saliendo bien. Él es muy bueno, me conoce, me dosifica y así la vengo llevando muy bien.
-Todo el mundo se sorprende porque tenés 38 y todo lo que pasaste, pero a vos tal vez no te llama la atención.
-Bueno, en un punto sí. Yo siempre me entrené, estuve en movimiento aunque estuviera fuera del radar de todos, básicamente porque siempre he sido un enamorado del básquet, pero hasta que no entrás a la cancha no sabés… Pero confianza tenía, sabía que todavía tenía cosas para dar. Incluso hoy, con este buen nivel, creo que puedo dar más. Todavía pretendo ajustar cosas. Me doy cuenta de que a veces el cuerpo no me acompaña, pero soy un eterno inconformista y quiero ir por más.
-¿Hay algo que puntualmente te sorprenda de lo que estás logrando?
-Mi reacción es más natural, porque sé lo que entrené, cuál era mi deseo y lo que podía lograr si tenía la chance… Nunca bajé los brazos y hoy tengo mi recompensa. Pero, a la vez, me pone contento la reacción de tanta gente que me alienta o se ilusiona. Tal vez no esperaba esta difusión, pero tiene que ver con la edad en relación con mi rendimiento.
-Le pasó a Manu y él lo dijo, cuando era El Pibe de 40, cualquier cosa buena que hacía, era muy destacada, casi magnificada. Lo mismo pasa con vos y con Scola, en la valoración en relación con la edad que tienen.
-Claro, es así. Cuando jugás mal, dicen ‘no podemos esperar mucho con la edad que tiene’ y cuando jugás muy bien dicen ‘no se puede creer la vigencia’. Lo mismo que cuando sos muy joven: si la rompés dicen que ‘no sentís la presión’ y si jugás mal, ‘es por la inexperiencia’. Pero, en mi caso no me siento viejo, no me siento de 38 (años). Sé que ha pasado el tiempo, me miro al espejo y veo menos pelo, canas en la barba, los días de humedad me duelen los huesos y la recuperación tras un esfuerzo no es la misma. Pero cuando compito no me veo como un veterano, ni me siento que doy tantas ventajas. Aprovecho la experiencia, la tranquilidad y hasta el jugar sin público, que veo que los más grandes sufrimos menos porque no necesitás que te encienda un canto de la gente. La verdad es que estoy disfrutando, del juego, de que mis hijos puedan verme en una cancha…
-¿Y cómo estás en lo físico? ¿La lesión y los dolores son parte del pasado?
-Nunca volvés a ser el mismo. Mi pie no es el mismo luego de tantas operaciones y manoseo en la zona, como tampoco sos el mismo cuando te rompés los ligamentos cruzados. Pero te adaptás a jugar con dolor, a tener menos movilidad, a charlar más con los médicos y los kinesiólogos (se ríe). A veces el árbol se tuerce, pero el tema es que no se caiga, que siga floreciendo torcido (se ríe). Mi cuerpo sigue yendo para adelante y trabajo mucho para que así sea. Ya no tengo un motor naftero, tengo un diésel que necesitaba calentarlo mucho antes de arrancar… Soy un Perkins viejo (se ríe). Por eso me apagan las luces del estadio cuando elongo tras una práctica o partido. Y lo mismo antes de arrancar. Me cuido mucho y gasto –entre comillas- un tiempo extra en la previa y en el post.
-Está bueno que lo cuentes con detalles para que la gente sepa de lo que se trata cuando el profesional habla de sacrificio, que no es una palabra vacía sino que a veces la vida gira en torno a su carrera…
-Es así. Para llegar bien a un partido o entrenamiento invierto mucho tiempo, dejo de hacer otras cosas. Masajes, osteopatía, el fortalecimiento de zonas del cuerpo que no se trabajan con el equipo. Cosas más focalizadas para equilibrarme. Es un trabajo silencioso. Hay que ser muy riguroso y metódico, escuchando al cuerpo. Son muchas las horas que uno dedica. Y sí, está bueno que los jóvenes lo sepan. Me pasa hasta en mi equipo, que ellos no saben lo que uno hace para alargar la carrera. Lo hago ahora y lo hice cuando no sabía si volvería a jugar. Aposté y me salió bien. Hoy paga ese trabajo: la dieta, el descanso, la recuperación para poner a punto este motor diésel.
-Qué sentís hoy, estando en este nivel, luego de años tratando de dejar atrás aquella lesión y de estar muy cerca del retiro. Qué locura, ¿no?
-Sí. Hoy lo estoy disfrutando, porque la pelota está en mis manos, este cuarto lo estoy ganando (se ríe). Son momentos, los clásicos subí y baja de una carrera, por suerte pude pasar aquel mal momento. Hoy, pensando en lo que viví, agradezco haberlo seguido intentando. Es emocionante cuando mi hija mayor me mande un mensaje luego de un partido o que mis enanos estén pendiente qué color de camiseta o zapas voy a usar. Quiere decir que muchos de los que sufrieron lo disfrutan conmigo.
-¿Acordarte de aquellos malos momentos te hace disfrutar más hoy?
-Obviamente. Y me permite dejar ese mensaje, el no darse por vencido, seguir trabajando y persiguiendo sueños. Ojo, tampoco quiero agrandar lo que hice pero me tocó esto y lo pude superar. Siempre lo hablo con mis hijos sobre afrontar las cosas, ir para adelante. Una forma de ver la vida que mamé de mis abuelos y mis viejos.
-Parece que caíste en un equipo ideal. ¿Qué rol tenés, qué te piden?
-Es verdad. Este esquipo es una familia, de los mejores que me ha tocado integrar. Hay que pensar que, si la temporada pasada no se suspendía por la pandemia, Pesaro era el candidato N° 1 para descender, apenas había ganado un partido. Y encima jugando en una plaza histórica del básquet. En esta temporada vuelve a tener el presupuesto más bajo, pero el coach hizo un gran trabajo en formar este grupo, primero pensando en sumar buena gente y de equipo. En mí confió, en lo que le dije sobre cómo estaba y ahora tengo libertades y confianza para desplegar mi juego. No soy solo un tirador, como en otros equipos. Puedo hacer un poco de todo, como me gusta. Así estamos, hoy quintos, a la par de muchos conjuntos que tiene mucho más dinero, como la Virtus, que contrató ahora a Belinelli, que vale tres o cuatro veces nuestro plantel.
-Hablame un poco de Scola, quien la sigue rompiendo a los 40. Vos estás en la misma competencia, que tal vez no tiene el nivel de hace 15 años, pero sigue siendo la Lega y Luis es su goleador, nada menos.
-Es verdad que hoy hay un solo equipo de Euroliga cuando en mi época en Fortitudo o cuando Manu estaba en Kinder había cuatro, pero eso no quita que sea muy competitiva y que tenga una característica que recién comentaba: cualquiera le gana a cualquiera, aunque haya presupuestos muy distintos. Y lo de Luis es impactante. Está intacto. Y lo ayuda jugar un partido por semana. Se prepara como ya sabemos y ese día se exprime. El resto es conocido: siempre tuvo puntos en la mano y no me sorprende que sea el goleador, porque al juego de siempre, de espaldas, le agregó el perimetral, el tiro y poner la pelota en el piso. Si tuviera que apostar, no tengo dudas de poner dinero a favor de que terminará como el capo cannonieri de la temporada. Un hito más en su carrera.
-Y vos, viendo tu nivel, ¿soñás con ir a Tokio? ¿Es un objetivo?
-(Piensa) Sueño, obviamente que sueño, está dentro de mi lista de objetivos. Sería como estar en Space Jam 3 (se ríe). En realidad, mi prioridad es tener una temporada sana, pasarla bien, divertirme… Si eso me alcanza para ir a una preselección, bienvenido sea. Yo sueño y trabajo para que pase. No lo voy a ocultar y negar, pero a la vez respeto mucho las condiciones de todo.
-¿A qué te referís?
-Yo, a esta edad, ocupo un lugar distinto al que tenía hace 10 años atrás en la Selección. Lo sé y me adapto. Si alcanza, bienvenido y si no, no habrá ningún problema. Soy argentino y el primer hincha de la Selección, esté o no. Disfrute el subcampeonato mundial, fuera de la cancha, como cuando jugaba, porque la mística a la que entrás cuando te pusiste la camiseta queda. Siempre sos parte del equipo aunque no estés en el plantel.
-Tenés gran relación con Oveja (Hernández), quien hoy no está pero tal vez pueda volver. Siempre fuiste una debilidad suya, no sé si has hablado con él desde que estás jugando a este nivel…
-No. Hablar no he hablado. Él no es el DT hoy y más allá de la amistad que nos une, no tengo por qué hablar de esto. Él no me debe nada y yo tampoco a él. Yo respeto mucho la camiseta de la Selección y acá no hay meritocracia. No hay que imponerse. Sergio, o a quien le toque, decidirá los 12 mejores para Tokio y el resto apoyará, como siempre.
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