Lo recuerdos del club Los Indios son un montón. Empecé a jugar de chiquito, que más allá de ir a hacer un deporte era ir a compartir un rato con los chicos de mi edad, quienes después terminaron siendo compañeros hasta los quince-dieciséis que me fui. De todos ellos tengo un recuerdo enorme. Íbamos a los encuentros de cebollitas, que antes se usaba mucho eso. Ir a Córdoba, por ejemplo, a compartir 4 días momentos muy lindos en los que se intercambiaban un montón de cosas. Parábamos en casas de familia y teníamos que alojarlos cuando ellos venían para acá.
Tuve a Pirulo como entrenador, que me marcó mucho. Nos tenía un amor increíble. Tenía una pasión por el básquetbol tremenda. Luego estuve la mayor parte con el Negro Mansilla y al final un poquito con Raúl Scaglione. Con el Negro teníamos un gran equipo. Inclusive llegamos a clasificar hasta para los torneos bonaerenses. De ahí también surgió que tuve algunos llamados para probarme en clubes por esos bonaerenses. Hoy en día Los Indios es mi club.
En mi salida de Junín tuvo una parte importante Pepe Moreno. Yo era muy amigo del hijo y nos gustaba entrenar un montón. Cuando estábamos de vacaciones nos íbamos a entrenar con Pepe y él es un apasionado del deporte y le encaba entrenar. Nos habría el club y pasábamos horas. Pepe tenía mucha llegada con un sinnúmero de clubes. Y me hizo llegar una propuesta que me invitaban a un campus en Echagüe de Paraná.
Antes no había redes sociales, no era fácil en ese momento tener esa posibilidad. Y Pepe me la dio, estoy muy agradecido hasta el día de hoy.
Eran 70 chicos. Fueron cinco días de entrenamiento a full. Se dividía en dos. Una semana iban 40 y otra, 30. Estaban Pablo Columba y Facundo Müller de asistente. Me llaman cuando terminé de entrenar y me invita a practicar con la primera.
Uno no es consciente en ese momento de lo que le puede pasar. Lo hice igual que lo hacía en Los Indios y fue lo que me dio ese plus de tener la chance de quedarme.
Me llamaron al teléfono fijo de casa al otro día que llegué a Junín. Hablaron con mi vieja, que me transmitió el mensaje. Fue una alegría enorme y me empecé a dar cuenta de que podía hacer una carrera con el básquetbol. Fue medio duro salir de casa, los viejos estaban duros. La secundaria incompleta, yo era muy chico. Pero fue a charlar el Negro Mansilla a convencer a mis padres de que era una chance única, que me veía un futuro promisorio.
Allá seguí la escuela y nos tenían cortitos con los estudios y las prácticas. Así arranqué como reclutado de la cantera del club.
Mi llegada a Italia fue porque Echagüe en ese momento estaba en una situación económica muy difícil. Y se vio obligado a jugar con todos los pibes. Estaban Pablo Jaworski, Federico Van Lacke, Antonio Porta, los mellizos Fernández, que la mayoría también triunfó en el básquetbol. Vino el presidente a hablar con nosotros a decirnos que íbamos a jugar el TNA, que en ese entonces era durísimo.
Ninguno pensó en el dinero, sino que íbamos a jugar. Trajeron un americano y dos nacionales mayores. El resto, del club. Y nos fue muy bien. Llegamos a jugar cuartos de final, de un año que era impensado a dónde íbamos a terminar. Fue el primer año de Santander como entrenador y el nuestro como jugadores. Lo que jugaba a nuestro favor era que hacía cuatro años que veníamos jugando juntos y eso fue un plus porque nos conocíamos sobremanera.
Cuando terminó el campeonato nos invitaron a un campamento de verano que se hizo en España. Fuimos y jugamos. Había chicos de todas partes del mundo. Fue una semana y media. Ahí fue cuando me llegó la posibilidad de Italia. Me llamaron del Aironi Basket Novara en la Liga 2. Justo se me terminaba el contrato de dos años en Echagüe, llegaron a un arreglo y me fui a jugar a Italia.
Esta temporada en Olímpico de La banda venía bien. Perdimos la semifinal de la Sudamericana, nos quedó un sabor amargo porque el equipo estaba para ganar.
Veníamos muy bien, pasando dos cuadrangulares, pero en un mal cierre de un juego quedamos afuera. Si pasábamos ese juego, había muchas chances de ganar la sudamericana.
Y en la Liga veníamos bien. En mitad de tabla. Justo en un momento de repunte para meternos entre los ocho de arriba y con cuatro partidos de local nos vimos afectados por la Pandemia, que dio el cierre abrupto del certamen. La parte más linda, donde el jugador disfruta más, que son los play off, no pudieron ser.
Los últimos años me vengo sintiendo muy bien. Físicamente estoy bien y con muchas ganas de seguir jugando. Disfruto jugar, los viajes. Y cuando uno siente esas cosas quiere decir que le puede seguir dando cosas lindas al equipo que le toque en su momento.
Cuando yo pierda el mínimo interés, esté falto de ganas de entrenar, será el momento de decir hasta acá llegué.
A los 38 años me siento muy motivado, con ganas de que arranque la Liga. Mi mayor deseo es que todo pueda volver a la normalidad, seguir jugando una o dos temporadas más. Cuando finaliza cada año uno evalúa cómo se sintió, si disfrutó o sufrió. Vengo teniendo los últimos dos años –de Peñarol a Olímpico- una cantidad de minutos muy elevados de lo que venía teniendo antes. Estoy promediando más de 30´ y no termino cansado o que me cueste recuperarme. Por eso digo que me gustaría seguir jugando. A mí no me va retirar la Pandemia, al contrario, me va a encontrar más fuerte cuando vuelva. Es más, estoy entrenando en casa con todo. Me estoy preparando para la Liga que viene.
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