El seleccionado argentino de básquetbol masculino se consolidó como la Generación Dorada de la disciplina cuando obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos Atenas 2004, donde volvió a conseguir la proeza de ganarle al representativo de los Estados Unidos, conformado íntegramente por exponentes NBA.
Hace casi 15 años, el equipo del DT Rubén Magnano se sacó de encima a Italia en la final (84-69) y concretó ese sábado 28 de agosto (junto a la consagración en Buenos Aires 1950 en la Copa del Mundo desarrollada en el Luna Park) una de las gestas históricas del básquetbol.
Además, ese seleccionado albiceleste pudo festejar un título, tras el sabor amargo que había dejado la final perdida con Yugoslavia (77-84, en tiempo suplementario) por el Mundial Indianápolis 2002, cuando se provocó el primer cimbronazo y se derrotó por primera vez a un combinado NBA estadounidense (87-80), cortándole un invicto de 58 partidos.
La preparación del equipo argentino rumbo a la competencia deportiva en la capital griega había sumado más dudas que certezas. “¿La verdad? No nos hallábamos como equipo y se notaba cierto fastidio”, contaba tiempo atrás el pivote Fabricio Oberto, en una charla informal que mantuvo con un representante de Télam.
“Pero en un momento hicimos un click, nos dijimos algunas cosas y la situación cambió”, agregó el cordobés que llegó a la NBA y fue campeón con San Antonio Spurs (2007), junto a un amigo bahiense llamado Emanuel Ginóbili.
Para colmo, el debut no asomaba sencillo: enfrentar a la base del campeón mundial vigente por esos días, que por los vaivenes de la cruenta guerra de los Balcanes había trocado en la denominación Serbia y Montenegro.
El partido inaugural para el conjunto albiceleste fue ‘palo y palo’. Y se definió recién en el último suspiro, cuando la chicharra entregaba el índice sonoro de la conclusión, a partir de esa recordada conversión de ‘Manu’ Ginóbili arrojándose casi en palomita y encestando la bola en el aro, luego de hacerla rebotar en el tablero. Esa victoria 83-82 despertó las mejores sensaciones.
En la ronda clasificatoria, Argentina hilvanó triunfos sobre China (82-57) y Nueva Zelanda (98-94), pero también derrotas ante España (76-87) e Italia (75-76).
El cruce de cuartos de final asomaba durísimo, no sólo por la fortaleza del rival a enfrentar sino por el escollo que suponía medirse con el local. Grecia era entonces el adversario menos pretendido por todos.
En el contexto de un partido parejo, el equipo de Magnano pudo extraer una ligera ventaja al promediar el último cuarto, con un Walter Herrmann determinante. Y así se impuso por 69-64.
En semifinales esperaba, una vez más, los Estados Unidos. Ese mismo combinado norteamericano lucía las presencias juveniles de LeBron James (19 años) o Carmelo Anthony (20) pero aún mostraba esa falta de “hambre de gloria” que sí exhibieron otros seleccionados posteriores.
El equipo de Larry Brown asomaba como un escollo muy complicado, más allá de que había rozado el ridículo casi dos semanas antes con una derrota lacerante ante Puerto Rico (73-92), la peor de la historia para un conjunto compuesto por valores NBA.
En la semifinal, Argentina llevó la delantera casi siempre y ya al término del primer tiempo ganaba por 42-33. “La ventaja se mantenía entre 12, 14, 16 puntos. En algún momento nos decíamos ‘Tengamos cuidado que estos tipos van a reaccionar!!! Y no reaccionaban, o mejor dicho, nos los dejábamos!!!”, relató el ex pivote chaqueño Rubén Wolkowyski, otro de los argentinos que supo llegar a la NBA, jugando para Seattle Supersonics.
Más allá de un intento yanqui de recuperación, el equipo albiceleste pudo controlar la embestida y sumó uno de los triunfos épicos de su historia: 89-81, con un Oberto que –encima- se retiró con una fractura en uno de sus dedos de la mano izquierda.
“Habíamos pasado lo más difícil. Sencillamente, no podíamos imaginarnos perder la final con Italia, con todo respeto”, dijo tiempo después el ala pivote Luis Scola, figura del quinteto albiceleste, con 25 puntos. El triunfo llegó como consecuencia de un mejor desempeño colectivo y Argentina se abrazó a la gloria olímpica.
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