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Daniel Jaule, en el play off ante Ciclista, el 9 de abril en Junín.
TORNEO NACIONAL DE ASCENSO

Daniel Jaule, símbolo de la pasión

La historia del regreso al club en el que se inició en el básquet grande. Una llamada que cambió la vida del DT, los dirigentes y toda la ciudad.

Los sentimientos, la nostalgia, el gesto inequívoco del destino, recuerdos que se confabulan en un rápido repaso mental de imágenes felices. Una palabra cambia todo, una llamada modifica planes de vida, de trabajo, e invita a tomar decisiones que no siempre son lógicas, pero que brotan del corazón. Algo de eso le debe haber ocurrido a Daniel Jaule cuando en México recibió el mensaje de los directivos de Petrolero de Plaza Huincul ofreciendo que se haga cargo del equipo local para reestructurar el básquet de la institución. No era un pedido cualquiera. Venía del equipo que le permitió crecer como entrenador 30 años atrás.
Esta vez fue una llamada de whatsapp y en aquel lejano 1987 fue una visita personal en el marco de un Argentino en Corrientes. Los tiempos cambian, las emociones no. La llamada fue de Guillermo Pérez, hoy dirigente, y en aquel momento jugador de las inferiores. Jaule dijo sí, primero por unos meses, que ya duran dos años, y que llevó a pequeño club de un lugar remoto de la hermosa Argentina a la segunda categoría del básquet nacional.
“Después de estar 9 años en el exterior, un día recibo una llamada de Petrolero, club en el que me inicié a los 22 años. Mis jugadores de aquel momento ahora son empresarios políticos, padres de familia. En principio eran tres meses de trabajo para organizar el club, pero surgió la posibilidad de la compra de la plaza en el TNA y querían que yo estuviera en el proyecto. Rescindí el contrato en México y me instalé en Plaza Huincul. Dejé todo lo que funciona bien en el alto rendimiento para apostar a estar con mi familia, prioricé un asado con mi gente a quedarme afuera un año más”, asume su elección Jaule, quien explica el brusco cambio que asumió al llegar a un equipo novato en la categoría: “Petrolero pasó de un torneo local al TNA y ese salto es gigantesco. Traté desde mi experiencia de profesionalizar los estamentos y lograr que se identifique la provincia con el equipo. Realizamos un trabajo global con las inferiores y de a poco los chicos se incorporan al equipo y varios ya tuvieron minutos”.
“El club tiene 250 chicos que entrenan en la cancha de Petrolero, pero no podemos jugar TNA allí, porque es chica. Jugamos en Cutral Có en el gimnasio municipal, que tiene muchísimas actividades, hay que coordinar horarios y eso a veces desgasta”, explica el entrenador, quien como todos en Petrolero, siente fuerte el deseo de la casa propia.
A Cutral Có y a Plaza Huincul los separa apenas una calle, es prácticamente una misma ciudad con dos nombres diferentes, un aglomerado neuquino que llega a los 80 mil habitantes. Y muchos de ellos tienen una pasión tan férrea que se hace difícil de explicar. Pasión por el básquet y por Petrolero.
“En aquel momento cuando llegué al club había sólo equipos hasta infantiles y en apenas tres años estábamos peleando en la vieja Liga B por el ascenso a la A. Lo perdimos con Santa Paula en la temporada que subieron ellos, Boca y Regatas de San Nicolás. Esa esencia quedó en la gente desde hace 30 años, es muy loco lo que pasa, la gente llora por el equipo, la cancha siempre está llena. Quizás en la lejanía eso no se note tanto, pero es todo un fenómeno social”, explica Daniel Jaule, quien, aunque no lo diga, quedó prendado por esa misma pasión: “Eran otros tiempos, de visitante era imposible ganar, en la previa de los juegos te rompían el colectivo. Recuerdo que en un octogonal lo llevamos al Gallo Pérez cuando recién volvía de España”.
Hoy, en su segunda temporada, Petrolero Argentino está repitiendo instancia de cuartos de final y el objetivo está cumplido. “Ha salido todo muy bien, otra vez en cuartos de final, y si se quiere este año con un tinte de hazaña, ya que en el mejor momento se lesionaron jugadores importantes pero el equipo mantuvo dinámica e identidad de juego”.
El interlocutor en aquel whatsapp era Guillermo Pérez, quien ahonda en la idiosincrasia de institución: “Es un club de barrio, chico, muy familiar, con tres o cuatro disciplinas y las más representativas son el básquet y el fútbol. Nos consideramos papás dirigentes. Pensamos en Daniel Jaule como cabeza de este proyecto porque hace muchos años el llegó a un club con pocos jugadores y fue una revolución. Yo me crié ahí dentro y Daniel generó el cambio de mentalidad. Pero después el club tuvo problemas económicos, descendió e incluso estuvo cerrado, sin actividad, pero en el ’99 decidimos con amigos a empezar de cero en un galpón con piso de baldosa, techo que se llovía y sin aros. Llamamos a chicos y nos preguntaban las madres si alguna vez íbamos a jugar un partido. Pero este club tiene historia y rápidamente se pudieron armar todas las categorías. Ya después de unos años se tomó la idea de buscar entrenadores para mejorar el nivel, trabajar full time y llegamos al punto en que había que dar el salto de calidad. Entonces pensamos en preguntarle a Daniel para ver si quería venir al torneo local, que es fuerte, llegan buenos jugadores, lo llamé, le comenté la estructura que habíamos rearmado y si podía venir en el receso. A él le gustó mucho la idea y después de varias charlas llegó a Plaza Huincul por unos meses y ahí empezó un poco la historia de la vuelta de Petrolero a la liga, que ya lleva dos años en el TNA”.
“Tomamos el desafío de la invitación de la AdC. Este es el segundo año y creemos que mejoramos mucho, aunque todavía falta. El primero año fue de muchísimo aprendizaje, pasamos de ser papás dirigentes de un torneo local a ser dirigentes del profesionalismo en el TNA, pero apoyados en la experiencia de Daniel”, analiza Guillermo Pérez, quien reconoce cumplidos los objetivos deportivos pero se traza desafíos enormes en lo dirigencial: “Queremos seguir jugando el TNA, llegar a cuartos de final es algo muy bueno, no nos enloquece ascender, el objetivo es formar jugadores propios porque la cantera es buena y de proyección. Lo que sí tenemos como proyecto es tener un estadio propio, que seguramente tardará un poco, pero el sueño está. Estamos felices con el apoyo del gobierno provincial y municipal más las empresas locales”.
Y Pérez también se aferra a la idea del guiño del destino con el regreso de Jaule: “Daniel es del club. Vino muy joven y logró grandes cosas, su regreso representa la esencia de Petrolero, la historia del club en La Liga. Era el momento. Las cosas siempre se dan por algo”. Y rubrica lo que todo el que pasa por Petrolero asegura: “Se juega con el corazón, se deja todo, es un club con mucha garra, siempre hay que dar el resto”.
También el capitán Mariano Castets reconoce la valentía de la gente de Petrolero, y asume la responsabilidad de que la gente se identifique con ellos. “El club tiene un equipo humano excepcional, trabajador y honesto. Esa es la base que debe tener cualquier proyecto. Como todo equipo que recién empieza y en una ciudad con poca experiencia en el básquet profesional existen falencias, pero no son relevantes cuando hay intención de salvarlas y aprender de ellas”, explica el perimetral que ha vivido mil batalles en las diferentes categorías nacionales y del exterior.
“Hay que tener mucha valentía para incursionar en esta industria, que te da tantas satisfacciones pero a la vez es sacrificada y necesita un proyecto a largo plazo, en detrimento muchas veces de los objetivos a corto plazo que puedan ser planteados. Por falencias me refiero a elementos que en principio muchos clubes no tienen, como disponibilidad de cancha, gimnasio propio, instalaciones que hasta a grandes clubes les cuesta muchísimos años conseguir. Por eso hay que valorar doblemente el esfuerzo de todos porque las cosas funcionen, remarco la buena voluntad de todas las personas que forman parte de esta comunidad, las ganas, el trabajo y el amor por el deporte están”, resume Castets. 
La gente de Plaza Huincul se reencontró con su pasión, con el sentimiento que genera Petrolero, y parece haber más garra que nunca en tierras neuquinas. Todo gracias a que Daniel Jaule atendió la llamada y el corazón no le dejó terreno de acción a la razón.

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