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José Luis "Tatote" Pagella: "Jugar un mundial con la camiseta de tu país es algo inigualable"

El basquetbolista recuerda sus años dorados en este deporte que lo acompañó durante toda su vida. Sus comienzos en 9 de Julio, el seleccionado argentino y el doble más importante de su carrera, que le dio a la Argentina el primer triunfo ante la Unión Soviética.

A principios de la década del setenta, comenzó a asomar en el básquet nacional un juninense que desde chico se inició en este deporte y lo practicó por más de cincuenta años. El apodo de “Tatote” empezó a ser nombrado por los seguidores del básquetbol y aún hoy se mantiene como el único jugador local que disputó un campeonato mundial con la “celeste y blanca”. Además, luego del 29 de agosto de 1979, su nombre quedaría en la historia por el doble que anotó en el último segundo de juego ante la Unión Soviética en el estadio Obras, que le permitiría a la Argentina conseguir su primera victoria ante el conjunto soviético, que por esos años y antes de su disolución, era junto con EE.UU. la máxima potencia en este juego.

- ¿Cómo arrancó “Tatote” Pagella en el básquet?
De muy chiquito iba con mi hermano al club 9 de Julio, estábamos todo el día ahí picando la pelotita: por esos días las canchas eran de baldosas y sin techo. Fui creciendo y disputaba lo que en ese momento eran los torneos locales, jugaba en menores, juveniles, segunda y primera. Después todo se fue dando, primero la selección local, luego la provincial hasta que llegué a la selección argentina, que fue toda un sueño hecho realidad.

-En esa época no había tantos medios para mostrarse y menos jugando una liga local, ¿cómo logró que lo vieran para llegar al seleccionado?
Era difícil. Arranqué en un provincial en Punta Alta en el que disputamos la final contra Bahía Blanca y jugué muy bien. Ahí me convocaron a la selección provincial juvenil para el torneo argentino de 1970. Salía los viernes a la noche para Bahía, iba hasta Olavarría porque no había un colectivo directo, esperaba cuatro horas otro micro y llegaba el sábado. Era un sacrificio, pero lo hacía con gusto: gracias a eso llegué a la selección argentina.

-Además en 1973 pudiste obtener el Sudamericano juvenil con la celeste y blanca, otro ejemplo de que el esfuerzo sirvió…
Sin duda. Fueron años muy lindos, ganamos de punta a punta, imaginate si todo ese sacrificio valió la pena (risas). Yo era muy disciplinado y responsable, para mí, era lo mismo una convocatoria a un Mundial, que a un Torneo Argentino, siempre intentaba mejorar en todo, me iba al club a tirar solo, me esforzaba en el gimnasio para estar bien físicamente y por suerte puede tener actuaciones sobresalientes y lograr ser convocado en 1974 al seleccionado mayor.

-¿Qué te pasó cuando supiste que ibas a jugar el Mundial?
Una alegría única, las cosas se fueron dando muy rápido y llegar a ese nivel fue algo increíble. Intervenir en el Mundial de Puerto Rico con la camiseta de mi país fue una experiencia extraordinaria e inigualable y a partir de ahí se fue consolidando mi estadía en la selección.

-Otro aspecto raro en tu vida basquetbolística fue que estando en la selección nacional, tuviste que hacer el servicio militar, ¿cómo fue ese año?
(Risas) Algo extraño pero lo tenía que hacer, así y todo, con permiso de la fuerza jugué un Panamericano. En ese año varios clubes de Buenos Aires me habían venido a buscar y elegí River. Los fines de semana me daban permiso para ir a jugar, pero de lunes a viernes no veía la pelota, sólo corría (risas). Fue un año anormal, perdí un poco el ritmo de juego y me alejé del seleccionado, pero después salí del servicio, me quedé con el equipo de la banda roja y pude volver.

-Ya en la Capital, ¿la vida y el juego eran distintos?
Sí, me cambió todo. Además, no es lo mismo la tranquilidad de un pueblo a la vida de allá, pero me sirvió mucho para estar más cerca de competencias importantes. Igual, a veces viajaba a Junín a reforzar a algún equipo y una vez Argentino jugaba un amistoso contra la selección y Quique Biurrun me llamó para jugar. Tuve un gran rendimiento y ahí pude retornar al seleccionado.

-O sea que ese partido en Junín te dio la chance estar jugando en el estadio Obras frente a la Unión Soviética, en donde Argentina le ganó por primera vez gracias a tu doble en el último segundo…
Sí, ahí se me cumplió otro de los sueños que tenía de chico. Había sido un partido muy parejo, punto a punto. En la última jugada Martín tira, yo entro corriendo por detrás de todos y cuando veo que la pelota toca el aro salto para cachetearla, pega en el tablero y entra: giré la cabeza y el reloj se puso en cero, el estadio explotó en un grito y hasta me sacaron en andas. (risas) Fue otra gran satisfacción que me dio este deporte. Creo que toda esa generación hizo mucho por este juego y se siente parte de este momento del básquet argentino.

-Ese grupo de jugadores que hacía mucho venía jugando logró además clasificar a los Juegos Olímpicos, ¿Qué sentiste primero cuando lograron el objetivo y segundo cuando se enteraron que no iban a viajar a Rusia?
El momento de la clasificación fue una alegría inmensa, el equipo estaba creciendo y logró su meta. No te puedo explicar lo que sentimos en ese momento, porque ir a un Juego Olímpico es un sueño de todo deportista. Cuando nos enteramos que Argentina se sumaba al boicot contra Rusia y no íbamos a los Juegos fue una desazón terrible, creo que de las más grandes de mi vida. No sabíamos cómo consolarnos porque las oportunidades se dan una sola vez y habíamos luchado mucho para llegar ahí. Desgraciadamente, no pudimos estar.