¿Qué sentís ahora que sos campeón mundial de Fórmula 1?”, le preguntó el periodista brasileño Galvao Bueno a Ayrton Senna, cuando finalmente pudo ganarle a su compañero de equipo, Alain Prost, el campeonato de la temporada 1988. “Realmente no puedo creer lo que me está sucediendo. Lo que más recuerdo es la última vuelta, cuando supe que Dios estaba conmigo en mi coche”.
Estas palabras abrieron un gran debate en los medios e “hizo ruido” en el ámbito de la Fórmula 1. Alain Prost comentó: “No solo es bueno pilotando, sino que él mismo haya dicho haber estado con Dios, lo hace peligroso“. Claro que la peligrosidad de la que hablaba el francés poco tenía que ver con un ser irracional, sino por el hecho de sentirse con más confianza que el resto de sus oponentes.
La creencia religiosa de Ayrton fue un factor relevante en la trayectoria de su carrera deportiva. “Yo soy creyente, pero de ahí a decir que manejé con Dios…”, ironizaba Prost. Senna nació el 21 de marzo de 1960 en el estado de Sao Paulo, Brasil. Su propio destino le entregó desde muy chico la habilidad para conducir el karting que le había construido su padre (Milton), dotado de frenos a discos y un motor de picadora de caña que alcanzaba los 60 km por hora.
Un amigo y vecino de la familia, João Alberto, quedó impactado la primera vez que lo vio correr: “Fue escalofriante. Ayrton tenía unos cuatro años y todo el mundo lo veía andar en el kart. Ya en la primera vuelta en la calle de tierra, nos quedamos impresionados con la noción que él ya tenía”.
La comunión entre máquina y hombre se tejían de manera evidente, y aunque a veces ambos tenían diferencias, Senna se proponía “domar” las dificultades. Un caso fue el de la incomodidad que presentó Ayrton cuando perdió una carrera de karts bajo la lluvia. Su hermana Viviane, contó que después de aquel trago amargo, Ayrton práctico durante muchos días bajo la lluvia o pista mojada, realizando inclusive jornadas tan largas que no regresaba a su casa a almorzar.
Sin lugar a dudas, y argumentando él mismo su capacidad bajo condiciones climatológicas adversas, Ayrton fue el mejor de su especie. Esta capacidad le sirvió como sello identificatorio a lo largo de su carrera, generando un nuevo sinónimo de la palabra lluvia: al hablar de agua se estaba hablando de alguna manera de “SENNA”.
Esas condiciones “anfibias” del joven paulista, junto a su deseo de mejorar, le valieron la fortaleza psicológica para llegar al grado de excelencia deportiva. Su pericia estuvo marcada por la pedagógica experiencia del entrenamiento riguroso y las relaciones humanas que forjó durante su profesionalización.
Entre los seguidores de la Fórmula 1, estaban los pragmáticos que seguían a Alain Prost, y los románticos a Senna. La ingenuidad de Ayrton lo privó de darse cuenta rápidamente del negocio económico de la categoría.
"La comunión entre máquina y hombre se tejían de manera evidente, y aunque a veces ambos tenían diferencias, Senna se proponía ´domar´ las dificultades".
Por aquellos años, el francés Jean Marie Balestre, era el presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), y tenía una estrecha relación con su compatriota Alain Prost. Tanto la prensa, como las controversiales medidas que adoptó Balestre en contra del brasileño, contribuyeron a la “Guerra Senna-Prost”.
La disputa deportiva desmedida entre ambos acaparó el centro de atención, generando consecuencias en el seno mismo del equipo McLaren, donde Ron Dennis comento: “este es el resultado por tener a dos pilotos con hambre de victoria”.
Finalmente la bomba explotó en el circuito de Suzuka (Japón) el 22 de Octubre de 1989. En la chicana previa a la recta principal, Senna intentó pasar a Prost, frenando un poco más tarde para así ganar la cuerda derecha. Ambos autos chocaron y quedaron sobre una zona de escape. Prost abandonó, y Senna consiguió retomar la carrera con asistencia externa.
Por tal motivo, quedó excluido de la carrera y el ganador del campeonato 1989 fue Alain Prost. “Para ser sincero, me alegro de que esto haya terminado, porque creo que se ha puesto imposible trabajar con Ayrton” sentenció el francés.
En 1990, Alain Prost se transformó en piloto de Ferrari. De esta manera, Senna, tenía la posibilidad de conseguir su segundo título como referente indiscutido de McLaren. En declaraciones, el francés seguía sosteniendo que la creencia religiosa del brasileño, lo hacía un inmortal dentro de una pista de competición, poniendo en peligro a los demás pilotos. Pero los comentarios nada tenían que ver con lo que Senna sentía. El accidente de Martin Donelly en el Gran Premio de España, lo marcó de manera significativa. Ayrton se acercó hasta el lugar del accidente y junto al cuerpo mal herido del británico, se dio cuenta de que a pesar de lo que había experimentado, no dejaría de correr.
Nuevamente, y como si el destino quisiera usar el mismo escenario, Suzuka fue el lugar para definir el título de 1990, entre dos viejos rivales: Prost y Senna, al igual que la temporada anterior pero en diferentes escuderías. La primera curva fue testigo de un nuevo choque, dejando como resultado el abandono de ambos, que consagró campeón al brasileño a pesar de lo sucedido.
Como flamante tricampeón en 1991, “logró ser profeta en su tierra”, al ganar el Gran Premio de Brasil el 21 de Marzo. Senna sufrió un espasmo muscular a pocas vueltas del final, trabándose la 7ma marcha de velocidad. Sin embargo, este hecho no impidió la gran hazaña de vencer ante su gente. Continuando con sus creencias declaró: “El (Dios) me iba a dar esa carrera después de todo, y eso es lo que pasó. Dios me dio la carrera”.
El británico Nigel Mansell, perdió sus chances de ganar el título ante Senna al despistarse en la última carrera de la temporada, permitiéndole al brasileño obtener su tercer título mundial.
Las temporadas 1992 y 1993 lo tuvieron relegado ante la aparición de la electrónica y el cambio radical en la construcción de los vehículos. Senna no se acostumbró a las nuevas tecnologías. Los campeones fueron Nigel Mansell y posteriormente Alain Prost, dando paso al retiro definitivo del francés.
Ayrton Senna Da Silva, encontró la muerte el 1 de Mayo de 1994, en la peligrosa variante Tamburello del circuito Enzo y Dino Ferrari (San Marino). Ese año había revolucionado la prensa mundial por su alejamiento de McLaren y su llegada a la escudería Williams. Un elemento de la parrilla de suspensión se desprendió del vehículo, y se incrustó atravesando su casco y su cabeza. En consecuencia, perdió el control de su máquina e impactó contra el muro de contención.
Nadie puede saber si aquel día, el mismo Dios que lo acompañó en su última vuelta en Suzuka, estaba con él. Pero lo que todos saben es que ese mismo Dios fue quien le dio la confianza de una campaña con tres títulos mundiales: 161 carreras corridas, 41 victorias, 80 podios, 65 pole-position y 19 vueltas rápidas en carreras.
“Los accidentes pueden sucederle a cualquiera de nosotros. Algunas cosas podemos calcularlas, pero otras son inesperadas. Esas inesperadas son las más peligrosas”, Ayrton Senna.
* Periodista especializado en automovilismo e integrante de 'La Escudería' desde el año 2005. Editor de la revista Grand Prix en 1980. Columnista de la sección Deportes del Diario EL DIA entre los años 1976 y 1982.
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