CUANDO LOS JÓVENES VIAJAN SIN LOS ADULTOS
Vacaciones adolescentes: ellos disfrutan y los padres sufren
La adrenalina de la plena libertad choca con la responsabilidad de tener que cuidarse solos
Ya es un clásico de todos los veranos. Como en una gran aventura, grupos de adolescentes disfrutan de sus primeras vacaciones solos, aunque, desde lejos, los padres deban vivir una quincena llena de preocupaciones.
“Las expectativas de los chicos tienen que ver con diversión total, desbordes, pero también con asumir la responsabilidad de cuidarse solos, sin la mirada vigilante del adulto. Pero también se juega la ambivalencia de no querer ser controlados y el temor que esto mismo genera”, explica la psicóloga Adriana Franco, especialista en Niños y Adolescentes.
“El deseo y las fantasías de viajar, de alejarse de los padres en compañía de los pares -añadió- es algo saludable para los adolescentes” y en relación con las expectativas de los jóvenes aclaró que “habitualmente es mucho más inquietante la película que se imaginan antes de viajar que lo que luego ocurre verdaderamente”.
Ese primer viaje es en general entre los 16 y 18 años, suelen salir en grupos de chicas o chicos, y en menor medida amigos y amigas juntos.
Para la mayoría de ellos el destino es la Costa Atlántica, donde alguno de los padres suele ir antes para alquilarles una vivienda, y muchas veces también algún familiar o amigo veranea por la zona para que los chicos tengan un referente al que acudir y tener cierto control sobre la situación.
Con respecto al rol de los padres, la psicoanalista Cristina Castillo, especialista en pareja y familia, apuntó que la preocupación de los padres más inmediata son los riesgos externos. No está bueno dejarlos a la buena de Dios, pero tampoco está bueno para el pibe que los padres se compliquen con una mirada tipo lupa, sino tener cierto registro de los lugares dónde va a ir, con quién va a ir, y estar convencidos de dejarlos ir. Yo escucho a los papás y más que la desconfianza en el hijo, es la desconfianza en lo externo, con quien se va a juntar, que le pueden convidar, y esto es algo que como adultos sabemos que no podemos manejar”.
El tema de los excesos es otro de los miedos. “Es la escena temida de los padres y también tienen razón -señaló la licenciada Franco- porque pivotean entre reconocerlos en su capacidad de asumir responsabilidades y un temor terrible a que no estén ellos para actuar, y terminan dando el permiso y confiando en ellos, pero con muchísimas recomendaciones”.
“Las expectativas de los chicos tienen que ver con diversión total, desbordes, pero también con asumir la responsabilidad de cuidarse solos, sin la mirada vigilante del adulto. Pero también se juega la ambivalencia de no querer ser controlados y el temor que esto mismo genera”, explica la psicóloga Adriana Franco, especialista en Niños y Adolescentes.
“El deseo y las fantasías de viajar, de alejarse de los padres en compañía de los pares -añadió- es algo saludable para los adolescentes” y en relación con las expectativas de los jóvenes aclaró que “habitualmente es mucho más inquietante la película que se imaginan antes de viajar que lo que luego ocurre verdaderamente”.
Ese primer viaje es en general entre los 16 y 18 años, suelen salir en grupos de chicas o chicos, y en menor medida amigos y amigas juntos.
Para la mayoría de ellos el destino es la Costa Atlántica, donde alguno de los padres suele ir antes para alquilarles una vivienda, y muchas veces también algún familiar o amigo veranea por la zona para que los chicos tengan un referente al que acudir y tener cierto control sobre la situación.
Con respecto al rol de los padres, la psicoanalista Cristina Castillo, especialista en pareja y familia, apuntó que la preocupación de los padres más inmediata son los riesgos externos. No está bueno dejarlos a la buena de Dios, pero tampoco está bueno para el pibe que los padres se compliquen con una mirada tipo lupa, sino tener cierto registro de los lugares dónde va a ir, con quién va a ir, y estar convencidos de dejarlos ir. Yo escucho a los papás y más que la desconfianza en el hijo, es la desconfianza en lo externo, con quien se va a juntar, que le pueden convidar, y esto es algo que como adultos sabemos que no podemos manejar”.
El tema de los excesos es otro de los miedos. “Es la escena temida de los padres y también tienen razón -señaló la licenciada Franco- porque pivotean entre reconocerlos en su capacidad de asumir responsabilidades y un temor terrible a que no estén ellos para actuar, y terminan dando el permiso y confiando en ellos, pero con muchísimas recomendaciones”.