Pensar hoy en el Junín del bicentenario cuando falta más de una década puede parecer un ejercicio demasiado ambicioso. Pero si tenemos en cuenta que nuestro presente se explica en buena medida por las decisiones y acciones que tomamos o llevamos adelante en el pasado y que del mismo modo el futuro dependerá de las cosas que hagamos o dejemos de hacer en el presente, ese ejercicio adquiere una relevancia primordial.
Es común que los argentinos tengamos sana envidia del funcionamiento de las cosas en los países más desarrollados, pues tales cuestiones no son producto de la casualidad sino de la premeditación, la planificación, la participación ciudadana, el compromiso y la visión compartida del futuro común.
El Junín que imagino para el bicentenario debería cimentarse sobre esos principios, el de la recuperación de la planificación pensando en el bien común, en la necesidad del crecimiento armónico de la ciudad con oportunidades para todos retomando el liderazgo regional que potencie al noroeste bonaerense en su conjunto. Donde las grandes obras que se lleven adelante en la ciudad no sean el producto del interés de hacer negocios de algunos particulares, sino que los particulares inviertan en el desarrollo de la ciudad sobre la base de lo que los propios juninenses hemos decidido, haciendo prioridad el interés general sobre el interés particular. Donde se recupere el rol del Estado municipal como agente promotor del desarrollo económico, social y cultural del territorio y sus habitantes, conducido por un grupo de hombres y mujeres que pongan por delante el interés de sus conciudadanos antes que el del grupo de gobierno.
Para llegar al Junín del bicentenario hacen falta acciones y obras grandes y pequeñas. Podríamos hacer aquí una lista abundante de las unas y de las otras, pero sólo bastará con enumerar algunas de aquellas que muestren el interés y la decisión de ocuparse tanto del corto como del mediano y largo plazo. Desde los problemas cotidianos que agobian a muchos vecinos de la ciudad como por ejemplo anegamientos de barrios enteros en días de lluvia, falta de viviendas sociales impulsadas por el municipio, ausencia del estado municipal en los sectores más vulnerables de la sociedad, incremento de la actividad del narcotráfico y de la inseguridad.
Pero lo urgente no debe dejar de lado abordar las cuestiones importantes, sin pretender quitar importancia a muchas de las urgencias cotidianas. Lo importante en este caso será la forma de pensar y planificar el futuro de la ciudad, y tamaña responsabilidad no puede ser sólo el fruto de lo que piensan unos pocos “iluminados”. Ese proceso debe ser “conducido” por una gestión que sea capaz de resignar protagonismo sin temor a perder poder de decisión, que sea capaz de comprender que el mejor beneficio para el futuro de la ciudad sería legar a las futuras generaciones un proyecto pensado, consensuado y en plena ejecución que deberá ser continuado por los que vengan y así sucesivamente.
Sólo para esbozar algunos de los desafíos que, desde mi modesta opinión, deberían formar parte de la agenda del bicentenario y no podrían estar ausentes:
-definición y consolidación del perfil productivo de la ciudad: que incluya la interacción público-privada para la generación de empleo, la definición de planes estratégicos para el turismo, los servicios, las nuevas tecnologías, el conocimiento, aprovechando las ventajas comparativas del territorio.
- la integración de la ciudad a través de la refuncionalización y puesta en valor del predio de los ex talleres ferroviarios, y que va mucho más allá de la construcción de un viaducto o bajonivel. Esto debería involucrar y sentar a la mesa a los estados local, provincial y nacional y a los ciudadanos juninenses como principales actores de la suerte de su territorio.
- la definición de políticas públicas de promoción, desarrollo y asistencia social tendientes a favorecer la igualdad de oportunidades evitando el clientelismo político. La educación, la formación y capacitación, la contención y el apoyo profesional deberían ser los pilares de aquellas políticas públicas. Esta será una de las cuestiones básicas que permitan pensar en un desarrollo armónico de la sociedad juninense tendientes a erradicar la pobreza y la exclusión.
Todo lo expuesto puede parecer en algún sentido algo utópico o irrealizable. Pero sólo pensando, como decía al principio de estas líneas, que el futuro depende en parte de lo que hagamos en el presente, seremos capaces de entender que el desafío merece la pena. Claro que este cometido debe ser liderado por gente que esté decidida a llevarlo adelante con ideas, convicción y mucho trabajo.
Imaginar el futuro implica elevar la mirada más allá del presente. Desde hoy empecemos a pensar que tenemos una enorme oportunidad por delante.
JUNÍN DEL BICENTENARIO
COMENTARIOS