PERSONAJES DE NUESTRA CIUDAD

Eduardo Duhagon: “Volar y sacar fotos forman parte de una necesidad interior”

Fue precursor del aladeltismo en Junín y luego fue pionero de la práctica de parapente. También fue el impulsor de un récord mundial de paramotor. Además, es un apasionado de la fotografía, en la que se especializa en aéreas y aves.

Eduardo Duhagon nació en Junín. Es el menor de dos hermanos, hijos de un matrimonio conformado por un ferroviario y comerciante, y una ama de casa.
Hizo el primario en el San José y el secundario en el Marianista. Luego, estudió ciencias económicas en Buenos Aires, pero antes de los dos años dejó los estudios y regresó.
A partir de ahí empezó su carrera en el comercio. “Yo soy esencialmente vendedor”, dice, aunque su actual trabajo es en el sector administrativo del hospital y la fotografía social.
Con todo, su pasión está en el aire.

Precursor en el aladelta

Corría el año 1978 y Eduardo estaba en el Parque Natural Laguna de Gómez, junto con un grupo de amigos, y allí vieron aterrizar un aladelta. “Ahí empieza mi historia con el vuelo”, recuerda.
El grupo quedó deslumbrado por lo que había presenciado, porque era algo nunca visto hasta entonces. Se acercaron al aladeltista, que era un hombre de La Plata, iniciaron el contacto, y al poco tiempo estaban haciendo un curso para aprender este deporte en City Bell.
Los que iniciaron esa aventura fueron los hermanos Walter y Daniel Miranda, Luis Casartelli y Eduardo Duhagon.
Se trataba de una actividad muy poco frecuente en todo el país, sobre todo en el llano de la provincia de Buenos Aires, ya que éste es un deporte ideal para hacerlo en la montaña.
“Una vez que hicimos el curso básico –explica Duhagon–, empezamos a hacer remolques acá, en la Laguna. Todavía no se podía hacer con camionetas, porque era muy peligroso, entonces los hacíamos en el agua, con una soga fija a una lancha. Salíamos, dábamos una vuelta chiquita y acuatizábamos”.
En efecto, no había muchos lugares donde practicar. Los fines de semana entrenaban despegue y aterrizaje en el hospital, donde había una suerte de cava porque habían sacado una gran cantidad de tierra por una obra que estaban haciendo.
Y también practicaban, cuando podían, en los puentes de la avenida de Circunvalación: “El problema era que para hacerlo teníamos que cortar la ruta, entonces se armaban unos líos bárbaros y venía la policía y nos sacaba. Recuerdo que aprovechamos el día que Argentina jugó la final del Mundial de 1978 para tirarnos del puente porque no había nadie en la calle”.
Luego comenzaron a hacer algunos viajes: primero fue Olavarría, luego Merlo, donde “ya era otra cosa”, ya que se tiraban desde alturas de 600 a 800 metros.
Más tarde se compraron un aladelta con motor que les permitiría volar más en el llano.
Para eso, consiguieron a Ricardo Delmastro como sponsor, propietario de una casa de ropa, quien les pagó la mitad del equipamiento a cambio de pintar el logo en la vela, con lo que empezaron a hacer vuelos más largos.
A partir de esa adquisición los empezaron a convocar de diferentes lugares de la provincia para los festivales aéreos, ya que eran prácticamente los únicos que volaban en aladelta. “Éramos como unos bichos raros”, define Duhagon.

Del parasail al parapente


“Si comparamos las épocas –explica Eduardo– con lo que nosotros volábamos a fines de los 70 era como un cascote, a diferencia de lo que hacemos hoy, que es mucho más seguro y más placentero”.
Al poco tiempo empezaron con el parasail, “que es un paracaídas de remolque que se usaba en lugares como México o Miami”.
Después de algunos años, el grupo dejó de practicar esta actividad. Cada cual siguió con su vida y dejó a un lado el deporte.
Pero a finales de los 90, Eduardo vio por televisión el parapente, le gustó como posibilidad para volver al deporte de altura y convocó a su grupo para acompañarlo en esta nueva aventura.
“Yo siempre había tenido en la cabeza aquel parasail –rememora– que era como un parapente pero más rudimentario, pensando que sería lindo poder tirarme de una montaña con ese equipo. Cuando vi el parapente, dije ‘es eso’. El que se sumó fue Walter Miranda. Yo me ocupé, investigué sobre el tema y terminamos comprando un parapente en junio de 1999”.
Según dice, en esos primeros años le ayudó mucho Marcelo Lombardi, “un muchacho de Junín que ya estaba haciendo parapente”.
El desarrollo de la actividad fue paulatino: “Arrancamos con parapente libre, y al año ya empezamos a hacer paramotor, con el que podíamos volar todos los fines de semana”.
Luego de volar mucho tiempo en Junín, empezaron a viajar: en el 2002 fueron a Merlo, después al Cuchi Corral en Córdoba, a Tucumán y así fueron descubriendo lugares.

Expansión del deporte

Cuando empezaron con el parapente eran “cinco o seis”, algo que se mantuvo durante algunos años. Sin embargo, en un momento se produjo “una explosión” de este deporte, comenzó a juntarse más gente y en el año 2004 Eduardo y sus compañeros originales empezaron a dar cursos.
Desde entonces, los viajes se hicieron cada vez más seguidos. Entre los destinos elegidos, la ciudad chilena de Iquique fue la que más los sedujo: “Ahí se puede volar todos los días a toda hora. Es un lugar que tiene una brisa pareja, que entra del mar continuamente, lo que nosotros llamamos laminar. Para mi gusto, es el mejor lugar porque volás siempre y tenés dos lugares muy particulares para hacerlo: uno que se llama ‘de alto hospicio’, en el que uno se tira de la montaña, cruza toda la ciudad y aterriza junto al mar; y otro que se llama ‘palo buque’, que son unas dunas de arena gigantes, en las que uno sale volando casi desde abajo”.
Ya en 2008 se armó la Asociación de Parapentistas. En la actualidad, la agrupación cuenta con más de 90 socios de toda la zona.

Récord mundial

Duhagon fue el promotor de un hito dentro del deporte que tuvo alcance mundial y fue el de alcanzar un récord homologado por Guiness de cantidad de paramotores volando al mismo tiempo en un mismo lugar.
La idea la trajo un parapentista salteño a un encuentro realizado en Junín. Contó que en Brasil habían intentado hacerlo y sólo pudieron salir a volar 75 parapentistas, mientras que en los encuentros en Junín solían volar muchos más.
A Eduardo le gustó la idea y después de cierta reticencia inicial, logró convencer a sus pares de la Asociación de intentarlo. Pero la sorpresa vino cuando mandaron el pedido a Guiness, quienes les otorgaron el permiso y les informan que el último récord lo habían alcanzado en Francia, con 210 paramotores. “Ahí se nos complicó, porque nosotros veníamos haciendo unos 120 por encuentro, así que teníamos que duplicar esa cantidad”, relata.
Sin embargo se puso en campaña. Se asesoró, recibió colaboración del Municipio, las fuerzas vivas de la ciudad y los colegas de distintas localidades. “Además –agrega– uno de los sponsors nos consiguió al campeón mundial de acrobacia en parapente, el español Raúl Rodríguez, que para los del ambiente, era como jugar al fútbol con Maradona o Messi. Eso atrajo a mucha gente”.
El 30 de noviembre se llevó a cabo la prueba y terminaron volando 224 parapentistas: “Fue un día muy ventoso, por lo que alguna gente no pudo salir, sino subían más paramotores. En mayo, finalmente, nos mandaron el certificado ratificando que habíamos alcanzado el récord. Para nosotros es una satisfacción enorme, de algo que empezó medio como jugando y terminó con esta marca internacional”.

La fotografía

La otra pasión de Duhagon es la fotografía, una actividad que empezó como una afición desde chico. “Cuando tuve mi primer trabajo lo primero que me compré fue una máquina de fotos”, explica.
En la actualidad, trabaja realizando fotos sociales, aunque también se especializa en fotos aéreas, de manera comercial.
“Y después hago para mí”, dice, para luego agregar: “Me gusta mucho sacarle a todo lo que sea de la naturaleza y desde hace unos tres años me estoy dedicando a sacarle a las aves. Al volar las encuentro muy fácilmente, cuando estoy en la Laguna me voy a lugares en los que está lleno y nadie las molesta, y ahí encuentro mucha cantidad y variedad”.
A la hora de analizar su inclinación a las aves, señala: “Supongo que tienen que ver también con el vuelo, que es lo que a mí me atrae”.
Según dice, tienen pendiente hacer fotos con cóndores, por lo que en poco tiempo viajará a las Altas Cumbres para sacarles fotos, de manera de poder terminar una exposición que está armando: “A las muestras no les doy un enfoque comercial, porque tendría que armarlas de otra manera. Esto es para darme el gusto porque las fotos son para mostrarlas”.

Balance

Duhagon asevera que para él, tanto volar como sacar fotos configuran “una necesidad interior”, y profundiza: “Todo ser humano tiene cosas buenas y malas y en mí, cuando voy a volar, afloran las buenas. Entonces quiero repetir ese momento para sacar lo mejor de mí, que me hace sentir tan bien. No sé si es una conexión con el universo, con Dios, con el infinito, con la naturaleza, pero yo me siento plano cada vez que hago eso, igual que cuando saco fotos. Yo pongo pasión en ambas actividades. Cuando las hago, termino lleno”.