OPINIÓN

El enfoque se centró en el análisis: avances y frustraciones en la lucha contra el cáncer

Cada año en el mes de junio se realiza en Estados Unidos la reunión de la Sociedad Americana de Oncología clínica. Durante 4 días, más de 30.000 especialistas de todo el mundo deliberan acerca de los temas relacionados con la prevención y cura del cáncer. Este año la Sociedad celebró el 50 aniversario de su fundación y, como ocurre siempre en estas circunstancias, el enfoque se centró en el análisis de lo hecho hasta ahora, para preguntarse luego hacia dónde vamos.
Para los que estamos en esta pelea (no encuentro palabra más exacta) desde hace más de 30 años, fue sin lugar a dudas reconfortante. En mi caso personal empecé a ejercer la especialidad poco después de que Richard Nixon declarara la “guerra contra el cáncer” y la OMS lanzara la consigna de “la cura para el año 2000”. Haber llegado al año 2014 sin lograrlo y sentir que falta mucho, es algo desalentador y frustrante. Sin embargo, por una vez, el esfuerzo de mirar hacia atrás pensando hacia adelante nos hizo bien.

De la euforia a la desilusión


Recordamos las épocas en que contábamos con unas pocas drogas y la radioterapia estaba en pañales. Había pocos medicamentos de soporte y los tratamientos significaban una dura experiencia para los pacientes, que muchas veces culminaba en fracaso.
Durante estos 30 años pasamos de la euforia a la desilusión casi sin transición. Demasiadas veces dijimos “ya está, lo tenemos”, para luego comprobar que se escapaba como arena entre los dedos, mientras buscábamos con desesperación la llave que cerrara la próxima puerta y así, poder acorralarlo. Este año, la Sociedad nos pidió que votáramos uno de cinco acontecimientos seleccionados que representaron una bisagra en el tratamiento del cáncer. No tiene caso describirlos aquí. Sólo los especialistas conocemos su importancia. Pero analizarlos como una línea continua y no como hechos aislados nos hizo comprender la esencia del proceso y comprobar que no nos hemos desviado del objetivo.

Estrategia

La generación de equipos multidisciplinarios para elegir la estrategia terapéutica (porque de eso se trata, de una estrategia para ganar la pelea) transformó a la oncología en una especialidad de vanguardia en épocas en que el médico era uno y, si bien sus decisiones se basaban en conocimiento puro, eran absolutamente personales e inconsultas: el “criterio médico” era una frase mágica y todopoderosa.
Por esos tiempos se incorporó el concepto del cáncer como enfermedad crónica, cambiando la esencia del enfoque y permitiendo incorporar al paciente y a su familia en la toma de decisiones. El desarrollo de escalas de medición de calidad de vida como herramienta de evaluación de resultados demostró la relevancia del bienestar percibido, sobre todo cuando no era posible lograr mayor sobrevida.
Entendimos que debía ser el paciente el que debía elegir cómo vivir el tiempo que tenía por delante y empezamos a pensar en la calidad de ese tiempo. Tuvimos la certeza de que las grandes cirugías de los 80 eran parches poco útiles a largo plazo y que la llave era detectarlo precozmente. Surgieron las campañas en los medios advirtiendo la necesidad del examen mamario, del Papanicolau, de la determinación del PSA y tantas más. Transformamos el conocimiento esparcido en forma anárquica en información simple y accesible.

Hábitos saludables

Más tarde, cuando pudimos desentrañar los orígenes del cáncer y comprobar que la historia pasaba por los genes y que aquello que creíamos que lo provocaba era en realidad un disparador, fuimos más cerca aún de los orígenes y dijimos; hay que evitar despertarlo. Entonces, consensuamos hábitos saludables que hoy son la forma de vida habitual en muchas sociedades.
Y luego miramos el final y nos planteamos cómo ayudar a enfrentar lo inevitable y surgieron los cuidados paliativos. Elaboramos guías para el dolor, el insomnio, la anorexia, la depresión y tantos otros aspectos que sobrevuelan la enfermedad. La forma en que el mundo se comunica en nuestros días, no fue poca cosa a lo largo de este proceso. Una campaña de prevención o detección temprana no requiere más logística que la de elaborar un mensaje claro en un lenguaje simple. Ya no teníamos que pensar cómo llegar a tal o cual grupo social. Internet fue un miembro más de nuestro equipo multidisciplinario.
No fuimos pioneros en decirle al paciente toda la verdad. Como latinos, sentíamos que debíamos proteger al paciente de la realidad de un futuro de corto plazo. Pura omnipotencia. Así quedaba en nuestras manos (y en nuestros temores y esperanzas), cómo iba a ser el tiempo que él tenía por delante. No sé si lo decidimos nosotros o nos obligó el paciente al acceder a información de manera fácil y rápida, pero lo cierto es que empezó a exigirnos respuestas sobre tiempos, remisiones, tratamientos y más. Tuvimos que cambiar. Fue un alivio para todos.

Los costos

Mientras sucedía todo esto, entró en juego el costo del tratamiento. Una vez más teníamos que decidir quién iba a recibir cuál tratamiento, manejando los recursos escasos de la mejor manera. ¿Cuál sería la mejor manera? Otra vez la omnipotencia. Aparecieron los PMO (Programa Médico Obligatorio) que dejaban afuera todo lo nuevo.
Nos obligaron a realizar meta análisis e incorporar el costo en los estudios. A igual respuesta, el más barato sin considerar la toxicidad: inaceptable. Utilizamos escalas de calidad de vida para dejar el costo afuera de las decisiones.
Sí, es un camino largo, pero seguimos caminando. Sobrevolar el presente con una mirada más abarcativa nos permite comprender que hemos hecho mucho.
Todo contribuyó: la detección temprana, las conductas preventivas, las técnicas quirúrgicas y tratamientos médicos novedosos. Es cierto, no logramos “la cura”, pero curamos más, con mejor sobrevida y de mejor calidad.
La cura definitiva del cáncer se va a lograr lentamente, de a poco, por suma de conocimiento acumulados. No va a ocurrir, con seguridad, la aparición de un iluminado que proponga una poción mágica. No será de súbito, ni de improviso, pero va a llegar. Mientras tanto, hemos comprendido que hicimos las cosas bien y marchamos hacia el objetivo sin claudicar. Treinta años después, nuestros pacientes no sólo viven más sino que viven mejor. ¿O no nos obligan a hacer malabares para que los tratamientos no coincidan con sus paseos o vacaciones? Después de todo, somos herederos de la medicina griega, y ¿no dicen ellos que su objetivo es lograr que el paciente muera joven lo más tarde posible?