VIOLENCIA SOCIAL

Anomia, cansancio e intolerancia detrás de la escalada de los linchamientos

Especialistas analizan la inédita seguidilla de casos registrados en los últimos días en el país desde el Derecho, la Antropología y la Psicología. Los episodios generan un fuerte debate, en todos los sectores de la sociedad.

David Moreira tenía 18 años y acababa de robarle la cartera a una mujer que caminaba con su bebé cuando lo mataron en el primero de  una serie de linchamientos que sumó más de quince en pocos días en todo el país. Las imágenes de un video casero que muestra a Moreira tendido en el piso, sin posibilidad de defensa, mientras varias personas lo patean en la cabeza y pierde visiblemente masa encefálica antes de ser trasladado al hospital donde finalmente murió, produjeron un escalofrío que persiste en la sociedad. El hecho instaló el tema de los linchamientos en el centro de los debates y enfrentó opiniones de lo más diversas, entre las que prevaleció la firme condena a estos delitos. Más divididas estuvieron las consideraciones respecto a las causas que los producen y a cómo evitar que se repitan.
Entre esas causas se mencionan, principalente,  el “hartazgo” de la ciudadanía ante  la inseguridad y_el descontento frente a la respuesta de la dirigencia política, la  justicia y las fuerzas de seguridad dan al problema. Pero también se habla de una creciente crispación e intolerancia social que encuentra en los linchamientos una expresión extrema, aunque es detectable a diario en otras facetas de la vida cotidiana. Y de la existencia de un estado de anomia social que no es nuevo, en el que la transgresión deja de ser la excepción para convertirse en regla._El estado de anomia es un concepto  introducido por el sociólogo Emile Durkheim. Se produce cuando se pierde el sentido de las leyes y sus fines.
Frente a la irrupción de linchamientos en cadena casi todas las opiniones fueron condenatorias, ante un delito considerado aberrante y que la ley castiga hasta con prisión perpetua.
“Nada, absolutamente nada” puede respaldar los linchamientos populares”, destacó el  presidente de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano. Lozano destacó que  los linchamientos “lejos de resolver los problemas los agudiza” y subrayó que “en estas reacciones emocionales violentas  se valora más  la propiedad robada (o por serlo) que la vida del presunto delincuente”.
Y también se mostró especialmente crítico con quienes deberían responder ante el delito al afirmar que “los linchamientos son producto de la inoperancia” de las fuerzas de seguridad.
Del lado de quienes pusieron el acento en el “hartazgo” de la ciudadanía frente a una inseguridad peligrosamente “naturalizada” y potenciada por elementos cada vez más presentes, como las armas y las drogas, se destacaron algunos datos concretos. Como el que surge de la estadística oficial de la Procuración de la Suprema Corte bonaerense, según el cual en la Provincia se registran cuatro asesinatos por día. De cada diez casos, seis fueron con utilización de revolver, pistola, escopeta u otra arma letal.
En medio del debate también hubo dirigentes que apuntaron contra “el tratamiento irresponsable” del tema de parte de algunos dirigentes políticos y medios de comunicación, que a su juicio, disparó un efecto espejo o de imitación, que redundó en la reiteración de casos de los últimos días.
Desde la Asociación Argentina de Profesores de Derecho Penal, por caso, se atacó a “la demagogia punitiva de algunos dirigentes y periodistas que esta semana han tratado el tema  con absoluta irresponsabilidad, justificando estos hechos en una supuesta ausencia del Estado  en materia de políticas de seguridad”.

Opiniones contundentes

Para el antropólogo Héctor Lahitte los linchamientos son un síntoma extremo de un estado de anomia que hace mucho tiempo está instalado en la sociedad argentina y que hace que “la transgresión ya no sea una excepción, sino  que sea permanente”.
Lahitte considera que hay muchos indicios previos que fueron desatendidos y que preanunciaban la llegada de estos episodios que considera “irracionales”, “injustificables” y que “no tienen nada que se parezca a la defensa propia”.
“La sociedad argentina es una sociedad que se acostumbró desde hace tiempo a convivir con el horror, con la naturalización del delito. Se hicieron populares comentarios como ‘hay que llevar algo de plata encima por si te asaltan’ o ‘no hay que resistirse si se sufre un robo’. Todo esto, mientras se ampliaba la brecha entre la sociedad y una dirigencia política que, en materia de seguridad, nunca estuvo a la altura. Ni aún ahora, cuando aparecido este fenómeno nuevo y que representa un terrible retroceso, no aportan soluciones a futuro, sino que se embarca en un debate en torno a las causas que nos llevaron a esto, totalmente a destiempo”.
Lahitte destaca que los linchamientos son, además, síntoma de una creciente intolerancia que se percibe en la vida cotidiana en el marco de una sociedad que vive en un “estado de irritación permanente”.
“Basta con observar lo que es el tránsito en la Argentina y que una disputa por un problema nimio mientras se maneja puede derivar en un hecho trágico, como ha habido tantos. Los valores están trastocados, elementos como la impunidad y la ostentación están presentes a diario y las reacciones irracionales por motivos menores son cada vez más frecuentes”.