Muchas vivencias conmovedoras y anónimas se esconden entre las paredes del Hospital Interzonal “Abraham Piñeyro” de Junín. La inmensa mayoría no llegan a ser conocidas por el público, después de todo es el drama humano el que acapara buena parte del protagonismo de la actividad diaria y quienes se acercan por la dolencia propia o de un ser querido.
Claro que en el volumen gigante de gente que circula cada día por los pasillos del centro asistencial, a veces una historia particular queda anclada en la emoción de todos los trabajadores del hospital.
Es el caso de Mateo, un bebé que nació hace tres años en el nosocomio de avenida intendente de la Sota y que, por un problema congénito, desde entonces vive internado en la sala de Terapia Intensiva Infantil.
Rodolfo Álvarez, empleado de la institución médica, reflejó en un escrito el lazo afectivo que se forjó entre el personal médico, los enfermeros y el niño, a quien muchos ya consideran –afirma- un hijo adoptivo.
El escrito redactado por Álvarez, al que tuvo acceso Democracia, expresa lo siguiente: “Tres añitos ya y Mateo sigue allí, peleando por su vida con un problema insoluble que la medicina denomina microcefalia. No podría estar en otro lado, el costo carísimo que tiene una internación diaria en una terapia intensiva torna imposible que Mateo pueda estar en otro lugar que no sea un hospital público y gratuito, porque nadie podría afrontar tres años de alta complejidad”.
“Pero además del precio monetario que ocasiona Mateo y su terrible condición, hay otro valor que no se puede medir en dinero. Se trata del afecto, la emoción, el amor con que durante estos tres añitos de vida el personal ha rodeado y cuidado al niño. ¿Cuánto vale la alegría de atenderlo y casi haberlo adoptado como hijo? Porque las enfermeras de la sala son, todas, un poco sus madres ya. Le compran los pañales, le regalan remeritas, otra lleva un equipo y algunos CD para que escuche música, otra un día lo carga y lo saca a un patio interno del Hospital para que él sienta que existe algo llamado sol.”
“Y varias veces uno encuentra a alguna de estas mujeres geniales llorando escondida detrás de una pared. Son tres años y el amor es diario, la ternura es todos los días y la impotencia muchas veces también. Pero se llora un poco y se ajusta el cinturón y se sigue. Por Mateo y por tantos niños con problemas agudos que sólo se atienden en un hospital público y gratuito. La pequeña y grande historia de Mateo recorre todo el Hospital y los trabajadores, todos, aportan una moneda para que el ‘gordo’ tenga siempre pañales descartables, aunque a esta altura de su vida, con el amor gigante de las ‘chicas’ le alcanza para sentir la vida y sentirse querido cada día. ¿No será que se trata de eso cuando hablamos de un Hospital público y gratuito, de eso, del amor, y no de otra cosa?”.
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