Y al final se fue, aunque siga formalmente en el cargo hasta el dos de diciembre. Seguramente en este lapso, hasta asumir sus nuevas funciones en Italia, estará aprendiendo o repasando sus conocimientos del idioma del Dante.
En los comentarios cotidianos, de muchos medios inclusive, se ha iniciado el habitual proceso de olvido. Algo que ha permitido que en Argentina, los políticos del populismo, se permitan muy frescos y sin empacho, renegar y hasta criticar a gobiernos anteriores de los que formaron parte.
Pero quienes no compartimos el proyecto (no digo ideología porque ésta no existe), debemos, en cierto modo, estar agradecidos, ya que sus innumerables desaciertos nos confirmaba a diario, lamentablemente, que nuestra opinión sobre la gestión del Gobierno era la correcta.
La personalidad del ex secretario de Comercio pienso que merece un análisis, recordando sus actitudes agresivas, cualquiera fueran sus interlocutores, inclusive con exhibición de armas, su concurrencia a eventos rodeado de barrabravas oficiando de guardaespaldas. Quizá con intervención de un psicólogo o psiquiatra.
Creo que hay dos etapas, bien definidas, en la gestión de Guillermo Moreno: en la primera, fue un ejecutor a ultranza de las medidas dispuestas por Néstor Kirchner, a partir del año 2005. Es casi obvio recordar que a partir de ese año, luego del alejamiento del cargo de Lavagna, el difunto Presidente fue el real ministro de Economía, hasta que se produjo su deceso.
En este lapso, puede considerarse muy trascendente la intervención en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), que permitió digitar a piacere la información estadística del país, lo que posibilitó, entre otras cosas, “economizar” en el pago de los dividendos emergentes de los bonos de deuda, atados a la inflación.
En la segunda etapa aflora con toda su intensidad la imaginación creativa e hiperactiva del Secretario y así tuvimos, entre otros emprendimientos, el congelamiento de precios, el control de exportaciones e importaciones, blanqueo, cepo del dólar, tarjeta Supercard, etc, etc. Todos signados por el fracaso.
Obviamente, no podemos dejar de pensar que todas estas desmesuras tienen obligadamente que haber tenido el visto bueno de alguien ubicado en una escala jerárquica superior.
Para finalizar -todo esto ya es historia-, ojalá que los recientes cambios en el Ejecutivo Nacional corrijan drásticamente el rumbo y sea para bien. Tanto el nuevo jefe de Gabinete como el flamante presidente del Banco Central poseen la experiencia necesaria.
Con respecto al designado ministro de Economía, Kicillof, tengo mis reservas. Su formación marxista le da un perfil exageradamente estatista. Con todo lo que hay que negociar y conciliar no creo que sea lo mas conveniente y no olvido que en una oportunidad manifestó: “…la seguridad jurídica es algo horrible”. Sin ésta y con el agregado inflacionario, no habrá capitales nacionales o extranjeros dispuestos a invertir en el país.
TRIBUNA DEL LECTOR
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