El edificio del CIBA, en Jorge Newbery 261.
El edificio del CIBA, en Jorge Newbery 261.
PERTENECIENTE A LA UNNOBA

La investigación regional como principal motor: el CIBA cerca de su 10° aniversario

Democracia dialogó con su directora, Carolina Cristina, quien hizo un repaso de las líneas de trabajo de este espacio multidisciplinario que fue inaugurado en febrero de 2015. El impacto del desfinanciamiento del gobierno nacional en materia de ciencia y tecnología.

El Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA) de la Unnoba está a pocos días de cumplir diez años desde su inauguración. Dicho espacio multidisciplinario abrió sus puertas el 19 de febrero de 2015 y desde aquel día, hasta la fecha, gran cantidad de investigadores y becarios – del Conicet y de la mencionada casa de estudios – se desempeñan allí buscando el desarrollo del país y de la Universidad. 

Sin embargo, este grupo de científicos juninenses ya se había constituido años antes. “Durante los cinco años previos veníamos trabajando en el edificio Eva Perón (Jorge Newbery 355). Ahí ya teníamos nuestro laboratorio y éramos muchas personas. Por eso necesitábamos más espacio y por suerte se pudo construir este edificio”, indicó la directora del CIBA, Carolina Cristina, quien además es secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia de la Universidad.

En diálogo con Democracia, recordó los inicios de aquel sueño que hoy – y hace ya diez años – es una realidad. “Actualmente, dentro del edificio, contamos con un bioterio para los animales y después en el primer piso están los laboratorios. También tenemos el auditorio, oficinas y una sala de equipamiento común”, detalló. 

Dicho grupo de trabajo, al que se hace referencia, está conformado por 25 personas. “Hay investigadores ya formados; becarios, que son los investigadores en formación o los jóvenes, que hacen un postdoctorado, un doctorado, una tesis o un trabajo final de grado; y también está el personal técnico que se encarga del mantenimiento del equipamiento y del material de uso diario”, enumera Cristina, sin querer olvidarse de ninguno de los integrantes de este espacio compartido diariamente. 

Las líneas de investigación del Centro se centran en el microambiente de los tumores, en la inmunogenética de las infecciones, en la inmunoneurología del estrés crónico y en los tumores neuroendócrinos resistentes a las terapias.

“Dichas líneas de trabajo se sustentan en proyectos de investigación conducidos por los directores de los laboratorios y a su vez son parte de las líneas de trabajo de los becarios de ese laboratorio”, sostuvo Cristina. 

La bioquímica y doctora en neuroendocrinología destacó que “el Centro pertenece a la Universidad”. “Acá somos docentes de la Unnoba, pero también somos investigadores y becarios del CONICET y de la CIC, que es la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires. Dichas instituciones aportan a la infraestructura, al equipamiento, a la beca - para los que están en formación – o bien, a los sueldos de los investigadores”, señaló.

Remarcó, también, la importancia de las colaboraciones con otros investigadores en el país y en el exterior. “Cada equipo de investigación tiene sus colaboraciones. Son trabajos en conjunto entre los distintos grupos de acá dentro, también con otras disciplinas dentro de la universidad y con otras universidades de Buenos Aires, del país.

Según estableció, la conexión se da cuando se trabaja en un tema similar o en algo que complemente la investigación que se está realizando en el Centro. “También sucede cuando tienen un equipamiento que podemos usar; entonces empezamos una colaboración con intercambio de becarios, quienes hacen pasantías en el país o en el exterior. De esta forma aprenden una técnica y desarrollan algo que después se comparte. En ciencias se colabora con grupos que tienen afinidad en lo técnico y en la temática”, explicó. 

Qué se está investigando en Junín

A la hora de detallar el trabajo actual del Centro, Carolina Cristina explica que en cada uno de los laboratorios “están los tesistas doctorales que son los que tienen ‘los planes más fuertes’ y después los tesistas que aprenden técnicas de biología molecular, así como la metodología de la investigación, dentro de un laboratorio como el nuestro”. 

Además, están los postdoc que son quienes ya terminaron su doctorado y tienen “un nivel mayor de formación”, según indicó. “En esa nueva etapa, en la que se encuentran, lo que hacen es completar las publicaciones, avanzar en la investigación y se preparan para presentarse a la carrera de investigador. Son todos los escalafones que hay hasta que entras a carrera de investigador. Y acá en el Centro hemos ido consolidando cada uno de esos escalones”, sostuvo. 

Por otra parte, Cristina hizo hincapié en el trabajo de investigación desarrollado por el laboratorio de neuroendocrinología. “Allí se analizan tumores de hipófisis y de próstata. Tenés a las becarias que trabajan en la próstata, en las terapias dirigidas, en las terapias farmacológicas y cómo las señales de las células tumorales afectan la respuesta de los pacientes a esas terapias. Y en la otra línea, en la de tumores de hipófisis, tenés becarias que tienen sus planes en esa línea de trabajo y que estudian marcadores nuevos que puedan ayudar al pronóstico de los pacientes con distintos tumores de hipófisis”, detalló. 

El futuro de la investigación

La situación económica y política actual golpea de lleno al sistema científico nacional, desde el cambio de gobierno. Con un presupuesto deliberadamente reducido, sin nuevas convocatorias para proyectos de investigación y con recortes en becas doctorales y posdoctorales.

“El financiamiento es fundamental para movernos, para avanzar, mucho más en las nuestras experimentales; donde compramos insumos y materiales que muchas veces son importados y se pagan en dólares. Imagínate lo que es no contar con financiamiento a diario para poder adquirirlos y sumado a que siempre tenés que reparar un equipo o traer algo nuevo o una parte de un equipo”, explica Cristina quien, además, hace hincapié en un punto “no menor”, según ella: el pago de las becas de los recursos humanos que están en formación. 

“Todo esto genera incertidumbre en el ambiente y en nuestro sector que hace que no tengas previsibilidad y que no sepas cuándo podés comprar, cuándo podés avanzar, cuándo podés hacer el experimento, qué va a llegar, a qué vas a poder acceder y hasta dónde. Entonces las tesis se demoran y los experimentos se hacen hasta donde se puede”, remarcó. 

Por otra parte, la docente sostiene que este desprestigio a las Ciencias Sociales y a las ciencias en general “nos deja en una posición muy desvalida respecto a la investigación en otros países”. “Esto desgasta los equipos, desarma los grupos de investigación y después volver a construir todo esto no se da de un día para el otro, porque cuesta mucho tiempo formar gente; mucho tiempo y mucha dedicación”, indicó.

Respecto a las expectativas para este año, señaló que “no hay esperanzas, todavía, que esto vaya a cambiar”. “No pareciera que vaya a ser diferente al año anterior. Además, al venir de un 2024 con tanto déficit, este año lo vamos a sentir más todavía”, expresó.

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