Pasó de estar a tres horas de perder la vida por un accidente que tuvo a convertirse en campeón argentino en ciclismo al año siguiente. Esa la síntesis de vida de Claudio Impala, quien nació entre bicicletas y se volvió una referencia en dicho rubro.
En diálogo con Democracia, compartió sus inicios en el rubro; realizó un balance de su vida como ciclista; resaltó el hecho de terminar la escuela siendo adulto; y valoró el lugar ocupado por su familia.
Infancia
“Mi mamá (Teresa) fue ama de casa y mi papá (Felipe) era bicicletero. Tengo lindos recuerdos de aquella época: tener una choza y jugar con amigos. Vivíamos en una casa humilde sobre la calle 12 de Octubre, cerca de la cancha de Sarmiento”, introdujo Impala sobre sus primeros tiempos.
Precisamente, en la misma casa donde vivían, su padre tenía la bicicletería donde trabajaba y comenzó el negocio familiar. De esa forma, siguió: “Un día llegaron dos personas de traje y dijeron que habíamos sido adjudicados a un departamento en la torre 1 del Barrio Fonavi, donde pasé toda mi infancia y conservo los mejores recuerdos”.
En lo que hace a su faceta deportiva en la infancia indicó: “Jugué en los clubes Newbery y Moreno, lejos de casa, pero que estaban cerca del negocio de papá. Cómo es la vida que, después de tantos años, hoy tengo el negocio en frente de Moreno”.
Y describió: “Después de la siesta y las tareas bajamos todos a jugar. Un edifico de casi 40 departamentos bajábamos a jugar a la bolita, a la escondida y la pelota. Después empecé a trabajar”.
En lo que hace a su vida escolar, Impala realizó la primaria en la escuela N°40; registró un breve paso por la escuela N°16 e hizo parte del secundario en el Comercial. Luego, tuvo que postergar la finalización de su formación secundaria y concretarlo de adulto.
En simultáneo a su adolescencia, incursionó en el mismo rubro de su padre: la reparación de bicicletas y comentó: “Trabajé con él para tener dinero y también para comprarme una camiseta o algo que quisiera”.
Ciclismo
Retomando su faceta deportiva, más allá de su efímero paso por el fútbol local, la gran pasión de Imapala fue el ciclismo. Al respecto, narró: “Siempre por mi papá porque él corrió toda la vida. Arranqué a los 8 y fui intermitente. Tuve un impasse entre los 13 y los 20. Me casé de joven, retomé y a los 22 dejé de correr siempre dedicándome al trabajo. Dejaba de correr 8 meses y corría 3 años”.
“Así hasta los 36, cuando retomé y lo hice continuo hasta los 47, es decir, 11 años ininterrumpidos en la categoría Máster. Siempre que lo practiqué fue de manera apasionada y de la mejor forma dentro de mis condiciones: compitiendo, entrenando y cuidándome”, consideró.
Acerca de su distanciamiento de la disciplina explicó: “Dejé hace unos meses porque me estaba costando hacerlo bien: se me mezcla lo laboral y la faceta deportiva. Nunca fui un ciclista ganador, pero sí clasificador o entre los cinco primeros. Sé que voy a volver y el ciclismo te lo permite porque es por categorías donde hay muchas y hasta de 70 años”.
Abordando su mirada sobre el crecimiento del ciclismo opinó que “cada vez se profesionaliza más. Antes uno de élite solo se cuidaba y hoy encontrás cualquier Máster que entrena seis días a la semana con un entrenador y al séptimo día corre. Además, te tenés que mantener en forma, hacer pretemporada y gimnasio”.
En torno a tal evolución dijo: “A nivel local, nacional e internacional va en progreso y no sé cuál será el tope. Cada vez hay mejores corredores y se está mejor preparado. Antes uno de 50 años era viejo y hoy lográs que corra en élite. Al margen, es muy costoso y se realiza de manera amateur. Ningún ciclista en la Argentina vive en el ciclismo”.
Más allá de su pasión por el ciclismo, Impala siempre tuvo las cosas. “Lo mío siempre fue lo laboral antes que de manera ciclística. Cuando uno corre se la pasa invirtiendo, no recibiendo” y fundamentó: “Una de las causas por las que dejé de correr, como tengo mi negocio en calle Javier Muñiz, fue porque pusimos una sucursal en República que atiende mi señora. Me cuesta hacer todo bien entonces me dedico bien a lo comercial”.
Como “palabra autorizada” del ciclismo, también abordó lo que ha sido la implementación de la bicisenda en nuestra ciudad. Al respecto, opinó: “Fue algo espectacular, pero hay que resaltar que el ciclista no puede andar por la bicisenda, ya que es imposible porque anda a 40 kilómetros por hora junto a otra persona que va paseando y disfrutando del paisaje”.
“El ciclista competitivo no puede andar en bicisenda, sino en ruta abierta. Por eso, se usa mucha la Avenida Circunvalación y el Camino a la Laguna. Esto lo salió a aclarar de una manera perfecta el Gobierno local en su momento”, remarcó.
Comercio
El negocio familiar que lo vio nacer y él potenció es su gran pasión y donde aboca la mayor parte de su tiempo. Al día de hoy, ya son más de tres décadas las que lleva en el circuito con vísperas a lograr muchas más.
“Para mí es un orgullo cumplir 35 años. Nunca hice otro trabajo. Arrancamos muy de abajo, no teníamos venta y era solo reparaciones. Cuando tenía 20 años, mi padre me dio la libertad y la responsabilidad de manejar el negocio y él siguió trabajando a la par”, reseñó en torno a su biografía laboral.
Y señaló: “Hoy tengo una sucursal de ventas y en el negocio que estoy yo atiende mi hijo a la tarde y hacemos reparaciones. En el último tiempo se vendieron muchas bicicletas, se generó mucho empleo y falta mucha mano de obra”.
Sobre su metodología laboral contó: “Tomo trabajo los días lunes, cuando recibo más de 60 bicis y trabajamos durante la semana. La idea es llegar al sábado con todo listo y el negocio vacío. Hay gente que no le gusta, pero, de esa forma, yo cumplo con todo el mundo y me va bien”.
“La semana que más bicicletas reparé fueron 83 junto a mis dos nenes. De promedio, no bajan de 55 por semana. En verano aumenta a 60 y en invierno bajan a 40. Por mes, aproximadamente, son 180 bicicletas y dos mil al año”, compartió acerca de los datos cuantificados en su negocio.
Dicho fenómeno no es natural y, por el contrario, es causal. Por eso, Impala explicó que “se incrementó mucho por la cantidad de ventas pos pandemia. Generalmente, quienes venden, son casas que no ofrecen un servicio pos venta y todo cae en la bicicletería”.
No solo Impala percibió este fenómeno, sino también otros sectores tal como compartió: “Hace unos años me llamaron de la Unnoba para dar clases y era un mínimo cuatro días semanales de tres horas, pero era imposible en tema tiempos. Me hubiera encantado hacerlo y tuve que decir que no”.
El “no” de Impala tiene una razón de ser: la alta demanda de trabajo que implica su desarrollo laboral. De tal manera, sostuvo: “Al día de hoy, mi padre me da una mano y me adelanta trabajo centrando ruedas en su casa. Lo hace como hobby y para mantenerse activo”.
“Me levanto temprano a las 6:30; desayuno y a las 8 abro. Atiendo de 8 a 12 y de 16 a 19, cuando cierro y me quedo adelantando trabajo. Ahora que no corro en el ciclismo y sigo después de las 12, cuando antes a las 13 estaba entrenando y tenía otros tiempos”, detalló.
Con varios años en el rubro valoró: “Últimamente me doy cuenta que estoy atendiendo mejor al público y lo aprendí de ver atender a mi señora (Jimena). Soy muy perfeccionista y tengo un trabajo más individualizado. Puede fallar un trabajo como a cualquiera, pero yo me voy a dar cuenta y soy muy atento. En ese caso lo reconozco y lo digo”.
En el presente, Impala administra dos unidades de negocios: una ubicada en Muníz 417 (punto de venta) y otra en República 1133 (punto de reparaciones). Anteriormente, se encontraba en Liliedal 282, lugar donde estuvo durante 16 años antes de mudarse.
Mensaje
Un aspecto no menor vinculado a su vida personal es su espíritu de buscar mejorar e ir por más. En ese sentido se inscribe el hecho de haber finalizado la escuela de adulto concluyendo así con una asignatura pendiente.
“Mi papá no ejerció una presión para que lo terminara en su momento, como puede ser que ocurra hoy. Por eso, me aboqué al trabajo”, recordó y continuó: “Mis dos hijos iban a la primaria y sentía como que me faltaba la autoridad para decirles que terminen la secundaria”.
“Se anotaron mi señora, mi hermana y una amiga para finalizar los estudios secundarios y salimos por sorteo mi señora y yo. Empezamos en la escuela N°12 y terminamos en la N°7. Fuimos todos los sábados durante tres años y culminamos en el 2012”, reseñó.
Al momento de analizar lo que fue tal paso personal manifestó: “Te abre la cabeza. Al día de hoy tengo una hoja de Excel que trabajo comercialmente y lo aprendí en la secundaria.
Es como haber aprendido a hablar y tratar de otra manera al cliente”.
“Que sirva como ejemplo. Lo hice sin miedo y cero prejuicio y me fue bien. A tal punto que hicimos un grupo que hoy nos juntamos a almorzar en familia. Hay que animarse. Nunca es tarde y se puede”, resaltó y proyectó: “Me encantaría hacer un curso de administración de empresas, pero ya es privado y es complejo. Mi papá decía que el saber no ocupa lugar”.
Con un gran presente, Impala logró hacerse de un lugar en la comunidad local a través de los años y el trabajo ininterrumpido en el sector superando las tres décadas y proyectando nuevos desafíos para el futuro.
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