“Chacho” Sarobe junto a su gran pasión: los caballos.
“Chacho” Sarobe junto a su gran pasión: los caballos.
RECONOCIDO VETERINARIO

Oscar Ignacio Sarobe: “Me apasiona abrir la veterinaria todos los días”

Impulsado por el amor hacia los animales, se formó académicamente en La Plata, decidió volver a nuestra ciudad para desarrollarse profesionalmente y se convirtió en una referencia con cuatro décadas de trabajo ininterrumpido.

Deporte, familia y trabajo suelen ser los ejes que han estructurado y ordenan la vida de muchas personas. Tal hecho no es coincidencia, ya que, tiene que ver con el valor que representan los distintos ámbitos como espacios de formación integral para la persona.

Un ejemplo local es el de Oscar Ignacio Sarobe que da muestra de ello a través de su afecto por la familia; la importancia que atribuye al deporte como “escuela de vida”; y también a la veterinaria como profesión a la que se dedica desde hace más de cuarenta años. Precisamente, casi todo su desarrollo lo alcanzó en su local ubicado en calle Liliedal 69.

En diálogo con Democracia, Sarobe recordó su infancia juninense cerca del centro de la ciudad; compartió cómo fue que inició su vínculo con el rugby; repasó su vida universitaria platense; analizó el crecimiento institucional de Los Miuras; y valoró el lugar ocupado por los animales en su vida personal.

Infancia

Nacido, criado y radicado en nuestra ciudad, Sarobe acumula varias décadas de vivencias locales. Sobre lo que fue su infancia rememoró: “Donde estuve hasta los seis años era una casa ubicada en las calles Villegas y Urquiza, es decir, de la plaza Nueve de Julio a dos cuadras. Después nos mudamos a Mitre, cerca del Banco Provincia”. 

Con formación escolar primaria en el escuela N°24 y, luego, en la N°1, Sarobe finalizó el secundario en el Nacional. Tal crecimiento siempre acompañado de la figura de sus padres, quienes fueron su sostén y las figuras formativas más cercanas.

“Mi papá trabajaba en un taller donde estaba con la venta de cosechadoras. Era un buen vendedor, lo llamaron para trabajar a Buenos Aires y luego pasó a Santa Fe. Todo eso nos permitió desarrollarnos”, expresó. 

Acerca de la figura materna contó: “Mamá siempre tuvo muchas actividades como la administración de algunas boutiques y, después, puso un instituto de belleza. Era una mujer muy presente y compinche y, más allá de que trabajaba, nunca faltaba esa cuota de madre de las comidas especiales y demás”.

“Una infancia realmente linda, sin que me sobrase mucho ni me faltase nada. Con el encanto de la infancia de la época, compartiendo: jugando a las bolitas y a los autitos con amigos. También íbamos a pescar al carpincho desde muy chico y pasábamos horas. Feliz y libre, sin los riesgos de hoy en día”, recordó. 

Y valoró: “Con la particularidad espectacular que, al día de hoy, seguimos en contacto y compartiendo actividades con pares con quienes hemos compartido desde que teníamos seis años. Una de las cosas más importantes de la vida es conservar buenos amigos”. 

Además de la amistad y las anécdotas acumuladas con amigos, Sarobe reconoció el surgimiento de su vínculo con los animales en el marco de esa etapa de su vida. Al respecto, y enmarcado en la infancia, señaló que “con varios amigos era que teníamos perros de las calles, les dábamos de comer y eso fue un poco el disparador de mi amor por los animales”. 

Veterinaria

Siguiendo con el desarrollo de su trayectoria, al finalizar el colegio secundario, Sarobe tenía en claro cuál profesión seguir y, a su vez, también había decidido dónde formarse: la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). 

“Desde que tengo uso de razón quise ser veterinario. En un principio mi idea, mientras estudiaba y por la afinidad con el campo, era desarrollarme como veterinarios de grandes animales”, contextualizó sobre su evolución en el sector. Sin embargo, propio de los vaivenes de la vida y de su crecimiento, definió su perfil laboral de otra forma.

“Tuve una sociedad con Gastón Ferrari y Eugenio Dupuy. Luego dejan la veterinaria y me asocio con Marcelo García que se dedicaba a atender grandes animales y yo empecé a trabajar en pequeños”, reseñó y agregó: “Después me dediqué exclusivamente a la atención de mascotas que tiene el encanto que podés hacer la parte clínica de forma más profesional sin tener en cuenta tanto el tema costo. Hoy hay un alto valor sentimental y cuando atendés vacas se basa más en lo económico quizás”. 

Al igual que fue tomando un rumbo y haciéndose de un lugar en el mundo veterinario local, como parte de su identidad también estuvo el negocio montado. “Tuve la suerte de tener un local bien puesto, esforzándome mucho”, señaló y proyectó: “Queda cómo asignatura pendiente poner una clínica con tres profesionales con especialización. Sería un sueño que tengo no es imposible cumplirlo. Todavía, a pesar de mis años, me entusiasma el hecho de progresar en la profesión”.

Asimismo, al abordar el crecimiento del rubro, Sarobe, analizó: “Ha ido mejorando mucho el desarrollo de la profesión. Las mascotas ocupan un lugar importante en el ámbito familiar y por lo tanto se puede atender mejor y la gente hace controles. También en cuanto a diagnóstico y métodos complementarios: análisis de todo tipo, electrocardiograma y ecografías para un mejor tratamiento”.

Los Miuras

Además del amor incondicional por los animales, otra de las facetas de Sarobe tiene que ver con el deporte y su pasión por el rugby. Al respecto, indicó que “siempre hemos hecho deporte en casa. De chiquitos jugábamos mucho al tenis o al fútbol”. 

“Hasta que una vez en el Social apareció de Eduardo Cognini con una pelota de rugby. Muchos de mis amigos se prendieron y terminé siendo un apasionado. Le debo muchísimo al rugby y a Los Miuras en particular. La gente de ahí vale mucho y está en el club. Es uno de los clubes que más ha crecido en Junín en los últimos años”. 

En tal sentido, fundamentó lo expuesto al resaltar que “cuando arranqué a los 14 años jugábamos en canchas prestadas y hoy el club tiene sus propias instalaciones producto de su trabajo incondicional y desinteresado de la gente que trabaja en la comisión”. 

“Jugué hasta los 42 años y luego armamos un equipo de veteranos. De esa forma pudimos viajar por distintas provincias y hasta llegamos a ir a Uruguay. Gracias al rugby pude ir a Sudáfrica en el 2001 y me ha dado mucho. Al presente, con más de 60 años, tengo las ganas de volver a la cancha”, enfatizó. 

Acerca de su perfil como jugador de rugby señaló: “Siempre jugué de centro. Fue medio de casualidad, ya que, al principio todos íbamos probando y me desarrollé en esa parte del equipo”. 

Más allá de su pasión por la ovalada, Sarobe resaltó el lugar ocupado por el deporte como espacio de formación en valores en la vida de las personas. Al respecto, señaló: “Mi mujer se ríe porque a cualquier familia que entra al consultorio le pregunto qué hacen sus hijos y trato de convencer a las madres que consideran que es un deporte bruto”. 

“Si bien es un deporte de contacto, prima la caballerosidad y eso te lo enseñan, ya que, es un espacio formativo. No podés jugar con mala intención porque hacés un desastre y te lo transmiten. Por ejemplo, es llamativo que un jugador de rugby se acerque hablándole mal a un árbitro sobre alguna decisión”, explicó. 

Por eso, acerca de las personas que guardan prejuicios sobre la práctica, indicó: “Les diría que traten de acercarse al club y que no se van a arrepentir. Hay lugar para todos y todos los físicos, sea alto, bajo, flaco o gordo”. 

“Los Miuras ocupa mucho y es una parte muy importante de mi vida. Hoy quizás no estoy tan cerca como hace unos años atrás, por el hecho de la edad y, además, uno empieza a tener otras actividades. Ahora juego al golf también, me ha atrapado mucho y es coincidente los días de partido y los torneos”, enfatizó. 

Cierre 

Largas jornadas de estudio; viajes por partidos de rugby; y centenares de animales atendidos. Al momento de realizar un balance de su trayectoria, Sarobe manifestó que es "un bendecido porque he tenido la suerte de poder desarrollarme profesionalmente, de poder jugar este deporte tan lindo y haber llegado a jugar bien, divertirme y hacerme de amigos”.

De tal forma, reflexionó: “Ser profesional es cualquiera porque se trata de la constancia de sentarse algunas horas a leer y tener la suerte de tener un viejo que te banque. Ser buena persona no es tan fácil y creo que lo soy es por haber jugado al rugby y haber estado en Los Miuras”.

“Soy un agradecido a Dios que trabajo de lo que me gusta. A pesar que hace 40 años que estoy ejerciendo, me apasiona todos los días abrir la veterinaria”, añadió.

Finalmente, para graficar su análisis personal, metaforizó: “Sería algo así como la canción ´Gracias a la vida que me ha dado tanto´. Y concluyó: “Además del deporte y el trabajo, tengo la dicha de tener cinco hijos maravillosos. No puedo pedir más”.

Con más de cuatro décadas de actividad y una vigencia que se extiende al día de hoy, Sarobe se volvió una referencia en el mundo de la veterinaria local como así también en la vida diaria del club Los Miuras: ambos lugares que significan su cable a tierra y donde vuelva su pasión en la diaria.

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