Juan Carlos Vila: “Estoy contento por lo que logré como cirujano plástico”
Tras iniciarse laboralmente en Buenos Aires luego de recibirse en la UBA, volvió a nuestra ciudad para escribir su historia personal y profesional. Forjó una destacada trayectoria de cinco décadas desempeñándose en los ámbitos público y privado. Actualmente, se mantiene más vigente que nunca a través de conferencias y la redacción de artículos académicos. “Tengo los recuerdos más lindos del hospital y, al día de hoy, me cruzo con gente que me agradece por cómo los atendí”, dijo.
No hay dudas de que en el mundo de la medicina cada especialidad compete una compleja labor tanto de formación como de desarrollo profesional. De todas las ramificaciones posibles, una de las más delicadas y que más relevancia ha cobrado con los años es la cirugía plástica.
En ese marco, y con la particularidad de ser un representante juninense a nivel nacional, Juan Carlos Vila ha sabido escribir su propia historia como un reconocido trabajador en el mundo de la cirugía. Para eso, eligió el mundo de la salud pública y se ocupó también de desempeñarse en el ámbito privado forjando una destacada trayectoria de casi cinco décadas que se extienden al presente.
En diálogo con Democracia, Vila recordó su infancia, abordó los años de estudio en medicina en Buenos Aires, contó cómo fueron sus comienzos laborales en la cirugía plástica y realizó un balance de su trayectoria como profesional.
Infancia
La particularidad del caso de Vila, más allá de su notable andamiaje laboral, pero relacionado con ello, tiene que ver con el transcurso del tiempo vivido en nuestra ciudad. Por eso, a varias décadas de distancia, al rememorar el inicio de su vida juninense, describió: “Mi infancia fue linda. En casa de puertas abiertas donde no existía el miedo ni el peligro.
Disfrutábamos de la calle, de andar en bicicleta y juntarnos con amigos en el campito, entre otras cosas. Era otra vida. Me crié en una casa ubicada en calle Belgrano a la altura 130 y después, junto a mis padres, nos fuimos a la calle 25 de Mayo entre Rivadavia y Roque Sáenz Peña”, relató y resaltó que “ahí fue donde pasé la última parte de la infancia y adolescencia”.
Propio de las mudanzas familiares, Vila transitó por distintas instituciones educativas que tenían que ver con la distancia o cercanía a su casa. Al respecto, contó: “Al principio fui a la escuela N°1 y después pasé al Normal y, finalmente, terminé en el Nacional. Cuando terminamos el colegio, me fui a Buenos Aires a estudiar medicina y cumplir mi sueño”.
Sobre sus andanzas juveniles, recordó: “Era vago en el secundario, pero me iba bien. Terminé con algunas amonestaciones por ser un poco revoltoso por distintas anécdotas”.
De tal forma, con 18 años y la idea de un proyecto de vida en claro, Vila se mudó a la gran ciudad y eligió la Universidad de Buenos Aires para formarse académicamente en la Facultad de Medicina.
Medicina
Acerca de su vínculo con el rubro, manifestó: “Siempre dije que iba a ser médico. Me acuerdo que tenía cinco años cuando ya se lo decía a mi mamá. Era mi sueño desde chico pese al hecho de que nunca tuve a nadie cerca ni algún familiar. Hasta puedo decir que era un chico sano que ni siquiera iba al médico”.
“Me gustaba ser médico y el hecho de curar. Es algo que no puedo explicar. De niño jugaba con un escarbadientes que era una inyección”, fundamentó.
En tal sentido, respecto a la sede que eligió para estudiar, indicó: “Buenos Aires porque fue donde iban mis amigos. Además, estaba la posibilidad porque teníamos un departamento para vivir y estudiar. Vivía en Córdoba y Azcuénaga, es decir, a dos cuadras de la Facultad”.
Sobre lo que implicó tal proceso de formación, consideró: “Me la banqué. Al principio venía bastante seguido a Junín hasta que me adapté, y después cambió todo”.
Asimismo, resaltó el rol de su esposa en tal proceso y expresó: “Me puse de novio con mi mujer, que falleció, y nos acompañábamos mutuamente. Disfruté mucho y también sufrí mucho porque medicina no es fácil y eran muchas horas de estudio”.
“Se iba todos los días a la Facultad, cuatro horas de cursada más los trabajos prácticos, y casi el resto del día se seguía con libros. En esa época no había bromas: todo con mucho respeto, controles y exámenes estrictos. Esa fue una camada muy tajante de formación”, compartió.
En torno a sus últimos años universitarios, recordó su paso por el Hospital de Clínicas: “A partir de cuarto año era ir de 8 a 12 y no había tolerancia para llegar tarde. Por más que fueran tres minutos, te ponían media falta. Había que ser puntual y se era muy estricto”.
“La manera de evaluar consistía en un examen práctico ante el paciente, un examen oral sobre la cursada y otro examen escrito con diez preguntas con docentes. Antes era más difícil que ahora”, expuso sobre la metodología perfeccionista que se buscaba en aquellos años.
Y valoró: “Cuando me recibí y voy a hacer la residencia fue ahí cuando me di cuenta de que varias preguntas correspondían a las revistas médicas que veía. Todo lo que estudiaba estaba relacionado con ese mundo académico”.
“De cuarto a sexto fueron de esa manera, y cuando fui a dar el examen de residencia lo hice en 45 minutos. Pero no porque era brillante, sino porque la mayoría de las preguntas eran las que había estudiado años anteriores”, agregó. Y comentó que antes “tenías que ir de camisa, corbata y zapatos. Ojo, yo acepto los cambios porque no soy retrógrado, pero en aquellos años había que mostrar respeto y también demostrarlo con la imagen y las formas”.
Cirugía plástica
Seguramente por la formación adquirida y el empeño puesto, Vila eligió el universo de la cirugía plástica para especializarse y desarrollarse. “De entrada me gustaba la cirugía e hice la residencia en cirugía general. Me gustaba mucho la cirugía plástica no solo por lo estético, sino lo reconstructivo”, enfatizó.
Fue en Buenos Aires donde dio el puntapié inicial de su trayecto laboral. Trabajó en el Hospital Salaberry –que después pasó a ser el Santojanni–, donde llegó a ser Jefe de Plástica con 29 años.
Pese a estar en permanente contacto y seguir trabajando a la distancia para algunos hospitales porteños, a comienzos de la década de 1980 decidió volver a nuestra ciudad para echar raíces. “Durante 30 años viajé a Buenos Aires a trabajar y después volvía a Junín”, señaló.
A nivel local, estuvo en el Hospital Ferroviario y, en el año 1982, ingresó al por entonces denominado Hospital Regional. Si bien su trabajo se dividió en dos ramas, cirugía reconstructiva y la cirugía estética, también se ocupó de desarrollarse en el sector privado a través del trabajo en distintos institutos médicos como así también su propio consultorio.
Por eso, resaltó la figura del médico José Juri, quien, según señaló Vila, “fue un maestro para mí, me quedaron infinidad de recuerdos. Sigue siendo parte de la historia de la cirugía plástica a nivel nacional. No tengo más que agradecimientos, conmigo se portó muy bien”.
“La parte de cirugía reconstructiva me interesaba muchísimo y la ejercí en plenitud en Junín. La cantidad de experiencias que tuve me permitió modificar técnicas quirúrgicas, mostrar diferentes maneras de trabajar traumatología maxilofacial y tumores. Me han llamado asociaciones de cirugías plásticas, he dado conferencias, y me permitió hacer una trayectoria a mi gusto suficientemente linda”, contó.
De los cientos recuerdos y anécdotas que podrían citarse, hay una que sintetiza a la perfección la figura de Vila: “Tengo los recuerdos más lindos del Hospital de Junín. Me ha pasado de estar doce horas operando un traumatismo maxilofacial complejo y que la gente quede viva y viviendo de una forma normal”.
Siguiendo con tal perspectiva, valoró que “al día de hoy me cruzo con gente que me agradece por la forma en que los atendí. A mis pacientes los atendía a todos igual: tanto el que tenía o no dinero”.
Cierre
Con una distinguida y longeva trayectoria que se extiende al día de hoy, al hacer un balance sobre su recorrido, Vila analizó: “Me fui de la cirugía plástica, pero algo quedó. Estoy armando trabajos científicos para la Revista Argentina con foco tanto en estética como en reconstructiva”.
“Sigo enamorado de la cirugía plástica. Mi mujer se enojaba conmigo porque decía que lo más importante de mí pasaba por la cirugía plástica”, resaltó y abordó lo que significó el dejar de operar: “Dejé cuando me sentí muy cansado y cuando a las manos no las sentía con la soltura de siempre. Los años me hacían notar que no estaba como antes. Ahí decidí dejar”.
Sin embargo, más allá de su performance profesional, el legado Vila se mantiene en plenitud en el presente y no solo por la figura de “Juanqui”, sino también a través de su hijo Nicolás, quien eligió la misma profesión que su padre.
“Es un placer lo de mi hijo. Viví para mi carrera y para enseñarle a Nicolás. De hecho, ya a los 18 años lo llevaba conmigo al quirófano y, cuando empezó a estudiar medicina, estaba permanentemente al lado mío”, dijo sobre uno de sus hijos.
Finalmente, concluyó: “Le brindé todo lo que podía como así también el conocimiento personal y de colegas. Todo eso, más su experiencia, hacen que tenga una gran carrera.
Estoy muy orgulloso de sus conocimientos y capacidad. Sé lo que hace para seguir creciendo y ser un cirujano muy preocupado en hacer las cosas bien”.
En el presente, y tal como compartió antes, Vila es testigo del desarrollo profesional de sus hijos y despunta la pasión por la cirugía plástica a través de la redacción de artículos académicos y la participación y exposición de conferencias en el mundo de la medicina.