Pereyra, junto al staff deportivo, acompañando a Matthysse en la coronación.
Pereyra, junto al staff deportivo, acompañando a Matthysse en la coronación.
PREPARADOR FÍSICO Y SOMMELIER

Gerardo Alberto Pereyra: “Orgulloso de haber defendido mis convicciones siempre”

Integró el equipo deportivo que entrenó y acompañó al boxeador Lucas Matthysse a ser campeón del mundo. Luego de varios años entre gimnasios y guantes, decidió seguir su vida profesional en otro rubro. A través de una inquietud sobre el vino, investigó y se adentró en el mundo de la enología. En la actualidad lleva diez años como sommelier, brinda asesoramiento y es docente en la Escuela Argentina de Vino. “Siempre fui de no hacer lo común”, se definió.

Gerardo Pereyra pasó de formar parte de un equipo campeón del mundo en boxeo a integrar una empresa que produce un vino bonaerense. Todo en cuestión de años y con la misma convicción.

En diálogo con Democracia, recordó su infancia en Chivilcoy; contó cómo fue que desembarcó en Junín; abordó los años como preparador físico; y dio detalles de su paso a sommelier.

Infancia 

“Mis padres vivían en un campo en Chivilcoy y, cuando se separaron, junto a mi madre y mi hermano mayor nos volvimos a Rafael Obligado, de donde era la familia materna.

Luego vinimos a Junín porque mi madre consiguió trabajo acá. Tenía 6 años y fui a la escuela N°7 y, después, hice toda la primaria en la escuela N°2”, introdujo sobre su biografía.

En lo que respecta al secundario, Pereyra, lo hizo en el colegio San Ignacio. Acerca de aquellos años indicó: “Jugábamos al fútbol con mi hermano en La Loba y después nos pasamos al Defensa. Siempre manejé bien el criterio y me di cuenta que no era para mí”. 

Tras su experiencia en el fútbol y en el rugby, continuó con su bagaje deportivo en el mundo de las defensas personales. “A los 15 fui a taekwondo. Ahí descubrí el gusto por la pasión física y fue fundamental la figura de Chung Chang Keh. Un tipo ejemplar y siempre agradecido a que se la haya jugado y apadrinado para la carrera y lo demás”, contó. 

Preparación física

Finalizada la trayectoria escolar, Pereyra, a los 18 años, decidió seguir con el estudio del profesorado en educación física y eligió la localidad vecina de Lincoln para hacerlo. Habiendo cumplido tal objetivo, regresó a nuestra ciudad para desarrollarse laboralmente.

“Esas cosas de quijotes. Siempre fui de no hacer lo común y lo que hacen todos. Cuando me recibí vi que todos caían en la misma: cargo en escuela o, como se dice peyorativamente, terminás tirando la pelotita sin hacer nada distinto. Nunca me anoté para ser profesor en la educación pública”, consideró. 

De tal manera, se desempeñó entre 1993 y el 2015 en el reconocido gimnasio “Olaf”, mientras que, de manera simultánea, también trabajaba junto al “Gallego” Alcolea y en instituciones deportivas en Arribeños y Ascensión.

Otra de sus facetas laborales era la atención particular que ejerció durante más de diez años. “Me dediqué a hacer rehabilitación de lesiones en tobillo, rodilla o de columna. Estaba enfocado en trabajar algo paliativo”, expuso.  

Sin embargo, decidió ponerle fin a raíz de un nuevo desafío laboral. En torno a esto afirmó: “Me llegó una propuesta para armar una escuela municipal de rugby entre el 2002 y el 2003. Me servía para trabajar en un solo lugar y tener un ingreso permanente, a diferencia de la otra manera que era cambiante y hacía no menos de 30 km por día para atender y que me rinda”, explicó.

Si bien la concreción del proyecto no resultó a la expectativa que tenía, sí significó su comienzo laboral en la gestión pública y se extiende al día de hoy mediante el acompañamiento deportivo, en los trabajos de musculación fuera del agua, del equipo de natación de la municipalidad. 

Paralelamente a ello, Pereyra resaltó las figuras de Cuti Barrera y Jorge Di Leo en lo que es su vínculo con el boxeo. Por eso, recordó: “Me pidieron una mano para la preparación de Lucas Matthysse y en inicios de 2012 arrancamos para la pelea con Danny García”. 

Uno de los frutos logrados en su trabajo fue el ser parte de la coronación de Matthysse como el mejor del mundo en su categoría. Acerca de lo que significó esa instancia contó:

“Después de haber trabajado con Matthysse me di cuenta que puedo matar al preparador físico porque ya no tiene ninguna otra cosa por la que subir. Pereyra ya tuvo un campeón del mundo. ¿Qué otra cosa podés buscar entre los profesores?”.

“Preparaste a alguien que fue campeón del mundo y arriba de un ring te dice ´gracias porque me ayudaste a ponerme así y lo hicimos juntos´. No hay otro escalón más arriba. En el momento que se convierte en campeón interino dije ´chau, listo. No más´”, siguió. 

Sobre la figura del púgil que estuvo radicado en Junín durante más de una década compartió: “Lo admiraba mucho por sus virtudes. Una gran defensa y una pegada que no tenía nadie en la categoría. En superligero él hacía guanteo con supermedianos, es decir, 15 kilos más que él y pegándose intensamente. Le han tirado dos mil piñas en el round y ni le han dado”. 

En torno a su filosofía personal como “profe” manifestó: “Cuando los entrenaba les decía que ser boxeador es ser las 24 horas. Futbolista podés ser cuatro horas, pero boxeador es todo el día; es vivir pensando en que en algún momento del año hay una competencia y en esa no podés fallar”. 

“Digo fútbol porque es el de la Argentina, pero aplica a otros. Uno tiene revancha todos los findes. En boxeo se da cada tanto y te despertás en el hospital, a comparación del fútbol sacás del medio”, profundizó e hizo una autocrítica: “Hemos desaprovechado oportunidades ideales para él (Matthysse) que lo podrían haber convertido en el mejor boxeador de la historia de Argentina”.

Sommelier

La trayectoria de Pereyra continuó desarrollándose lejos de los gimnasios, sino que fue y es alrededor de los viñedos. Precisamente, en lo que es su relación con el vino recordó:

“Cada tanto iba a visitar a mi papá a Chivilcoy y probaba algunos de esos vinos fraccionados que venían en el San Martín”. 

Con el correr del tiempo fue la curiosidad y el deseo de mayor conocimiento lo que lo motorizó a formarse en la materia. “En el 2007 me iba en micro de Junín a Belgrano, en Buenos Aires, para tomar un curso de un día en la semana en la Escuela Argentina de Vino. Así hice la carrera de sommelier”. 

“La gente admiraba esa locura de irme entre cuatro horas, hacer el curso y volver. Era una convicción”, enfatizó.

El asistir a nuevos espacios y capacitarse le posibilitaron conocer nuevas personas y, de esa forma, descubrir nuevas oportunidades. Al respecto, sostuvo que “un profesor del curso, que primero fue docente y hoy es amigo, asesoraba en los inicios de lo que es hoy la Vino y Bodega Gamboa, que era algo latente”. 

“Empecé a ayudarle con tareas de viñedo que era lo más desconocido en la parte práctica”, sostuvo e indicó: “Justo ese año, en Junín, Mariano Tessone me pregunta si era posible poner una viña. Le digo que justo me agarraba en un momento ideal porque estaba yendo a Campana a ver y aprender. Vi que la planta sobrevive, tiene fruta y podíamos hacer vino entonces. Había que probar”. 

Luego de un impasse por agenda personal y de lo que conlleva la transición de un mundo laboral a otro, Pereyra se tomó un tiempo para retomar su desarrollo como enólogo. 

La pandemia y un curso virtual lo conectarían al mundo vitivinícola. “En 2020 todo el mundo estaba haciendo cursos virtuales por lo que era la pandemia. Yo daba clases y Eduardo Gamboa fue a uno de los cursos, charlamos y me comentó lo que estaban trabajando. Le propuse que era algo difícil llegar a término con la fruta y que esté sana para elaborar vino”. 

Y siguió: “Le dije que no le iba a pedir dinero, pero que no quería perder porque no me sobraba. Que me paguen los viáticos para ver en qué podía ayudar”. 

De tal forma, en un proceso de arduo trabajo, en el 2021 se registraron los primeros vinos de elaboración Gamboa. “Actualmente van por la cuarta edición y soy el jefe de bodega a cargo de las elaboraciones”, detalló. 

Al día de hoy, Pereyra acumula más de 10 años de experiencia en el sector. Por eso, recomendó: “Quien quiera emprender una viña debe tener en cuenta que es un trabajo anual en el que hay que ser muy efectivo en cada una de las cosas que se hace porque si fallás hay que esperar un año para la revancha”.

“En estos lugares por las condiciones de clima y suelo tenemos muchas dificultades para llevar adelante la madurez de la fruta con cuestiones de sanidad. Los proyectos tienen que tener en cuenta que haciendo vino en la provincia de Buenos Aires es difícil hacer un negocio de vino en sí”, informó sobre la materia. 

También resaltó que el caso de Gamboa “tiene turismo internacional, restaurante y todo eso sostiene el gasto fijo de un viñedo. Es caro y lleva mucha demanda de gente”. 

Haciendo uso de su lugar como enólogo compartió: “Todos los vinos identificados con la variedad están relacionados con la concentración. Del código alimentario argentino es la única bebida alcohólica incluida, no requiere una fecha de caducidad porque puede cambiar lo que pasa adentro de botella y nunca es nocivo para la salud”. 

Asimismo, brindó una serie de tips para la degustación de vinos: “Al probarlo tiene que tener equilibrio, ser amable el tenor alcohólico, una entrada medianamente dulzona, tenerlo algunos segundos en la boca para saborearlo antes de tragar”.  

Cierre

Al momento de hacer un balance por su vasta trayectoria, Pereyra analizó: “Me enorgullece más que siempre he defendido mis convicciones y se alimentan todos los días de lo que uno hace. Lograr pequeñas satisfacciones para que después haya o no un reconocimiento”.

Tal convencimiento y convicción es el motor en la vida de Pereyra. Así lo reconoció: “Primero hay que comprender el núcleo de lo que uno hace y luego estar convencido. Si estoy haciendo algo en lo que sólo gano dinero, no duermo tranquilo”. 

Finalmente, y fiel a su creatividad y convicción, manifestó una frase para finalizar la entrevista. “Me gustaría terminar con la canción de Calamaro: ´siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón´”, concluyó.

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