Distintas ocupaciones y oficios hasta que encontró su lugar. Más conocido por la referencia del comercio que emprendió que por su nombre propio. Un trabajo desde el silencio acompañando a distintos colegios y clubes. Todo ello fue posible por su labor incansable durante más de tres décadas al frente del negocio. Se trata de la historia de vida de Rubén Quiroga, fundador del maxikiosco y librería La Fontaine. Y fanático de Sarmiento.
“Cuando era chiquito me cambié el nombre porque no me gustaba Antonio y me cambié por Rubén”, aclaró para iniciar.
En diálogo con Democracia, Quiroga recordó su infancia; recordó momentos de su vasta trayectoria laboral, como la génesis del comercio La Fontaine; y describió su relación con Sarmiento.
Comienzos
“Nací en Junín, pero mi papá trabajaba en La Invencible y vivimos ahí hasta mis cuatro años. Después nos mudamos a Junín. Mi mamá era ama de casa y mi papá policía en un destacamento”, inició.
Sobre aquella infancia juninense recordó: “Jugábamos con tierra y con la pelota. Fui a la escuela N°3 que estaba en el lugar donde está ahora, en Rivadavia y España. Después se demolió e hizo una nueva. Estuve ahí hasta quinto grado y nos mudamos a Villa Belgrano”.
“Continué en la Escuela N°18 y terminé en la N°16. En esa época se hacían los campeonatos intercolegiales y la 16 siempre salía campeona. Teníamos un patio muy grande y jugábamos al fútbol con la pelota de trapo porque tampoco había otra cosa”, siguió.
Sin embargo, las responsabilidades de la vida recaerían a una temprana edad para Quiroga y no pudo iniciar sus estudios secundarios ya que “no tenía las posibilidades”, según indicó.
Por eso, uno de sus primeros trabajos fue con los diarios. “Tenía un reparto de 500 ejemplares por día. Entraba a las cuatro de la mañana y hasta que no se repartía todo no podía volver”, comentó.
Luego de esa primera experiencia, inició una larga trayectoria por distintos rubros y oficios. Al respecto, relató: “A los 15 me fui a vivir con mi tío a Buenos Aires, en Moreno, en el barrio La Perlita. Trabajé de lavacopas en una confitería en Parque Patricios, donde todos eran hinchas de Huracán. Fui ascendiendo y terminé en la caja”.
No solo el buen desempeño lo llevaron a ascender de puesto, sino que también las relaciones. En tal sentido, indicó: “Mi papá me hizo entrar en los ferrocarriles y me mandaron a Santos Lugares”.
“Estuve cuatro años y me fui a vivir al Sur con un amigo contador. Fue un cambio muy rotundo al punto que la pasé mal los primeros meses”, rememoró.
A cientos de kilómetros, un suceso determinó su andar: “Yendo a ver a Sarmiento tuve un accidente que dejó como resultado la destrucción total para el auto y decidí cortar con la distancia y volver”, narró.
Su vuelta no fue a Junín, puntualmente, pero sí a un lugar más cercano como la ciudad de Buenos Aires. “Un amigo me ofreció trabajar de taxista y lo hice durante cinco años. Era otra época, sin asaltos, y trabajaba de noche”, señaló.
Otro aspecto no menor era que Quiroga tenía a parte de su familia en la gran ciudad. “Mi hermana vivía en Haedo y trabajaba en una peluquería y ahí conocí a mi señora”, describió.
Con el transcurso del tiempo, formó su propia familia y tuvo a su hija Paola. “Se casó y se fueron a Junín cuando ella quedó embarazada. Mi mujer, ante ese escenario, dijo que quería estar cerca de ella y nos volvimos”, sintetizó sobre su mundo familiar.
Comercio
Al igual que pasó en el cambio entre Buenos Aires y el Sur, donde le costó tal transición, volverse a Junín no le resultó nada sencillo a Quiroga en un comienzo.
“Me había acostumbrado a la vida en Capital: los partidos en cancha de Vélez a la que siempre íbamos, seguíamos a Maradona cuando estaba en Argentinos y tenía mi trabajo en el taxi”, enumeró sobre las cosas que dejó atrás de su vida porteña.
Al regresar incursionó en la producción de un programa deportivo local que le posibilitó un gran relacionamiento con distintas personalidades. Al respecto, señaló: “Una de las personas que conocí tenía un almacén y le dije que quería hacer algo relacionado. Encontré un local sobre Arias y Borges donde hoy sigue estando La Fontaine”.
Tal suceso marcó un antes y un después en la hoja de vida de Quiroga, ya que, encontró una estabilidad, quizás similar a la que tenía en sus últimos años en Buenos Aires, y le permitió desarrollarse y ganarse un lugar en la sociedad.
“Trabajamos mucho con mi mujer y nos fue bien gracias al colegio Marianista, la escuela N° 22, el jardín N° 907 y los clubes. Estuve durante más de 20 años. Hoy estoy más grande y cansado, y le di las llaves a mi hija y yerno”, detalló.
Respecto de la denominación que le puso al comercio expuso: “En Caballito, sobre Rivadavia, había una confitería con ese nombre y nos gustaba mucho ir junto a mi señora. Por eso le pusimos ese nombre”.
Mirando en retrospectiva, al hacer un balance de esa etapa en su vida, analizó: “Representa mis años de trabajo; fue donde me hice de amigos; me permitió haber estado con mi hija cuando nació mi primera nieta Karen”.
“De la parte de colegios, los chiquitos que iban al jardín de infantes hoy son profesionales y donde me ven me saludan. Que te recuerden de la manera en que te recuerdan es la mejor herencia que le puedo dejar a mi hija. Me hacen sentir que hice las cosas bien. Es una gran satisfacción que mi yerno y mi hija que sigan mis pasos”, valoró.
También compartió una enseñanza de sus largos años de oficio en el almacén: “Un viajante de Buenos Aires me dijo que era un trabajo de centavos y de horas. Yo me levantaba antes que abrieran los colegios y me iba a las 22. Estuve trabajando diez años sin tomarme un día de vacaciones”.
“Mi nieto Matías y mi nieta Karen también tienen negocios y se encaminaron en el mismo rubro”, contó y aseguró: “A cualquiera en cualquier profesión: que trabajen y traten bien a la gente. Las personas cuando las tratás bien vuelven”.
Sarmiento
La persistencia en el trabajo y su pasión por el Verde son dos características distintivas en la vida de Quiroga. Lo interesante es saber cómo fue que surgió su vínculo con el club que, al día de hoy, acumula más de siete décadas de relación.
“A través de un tío que era muy fanático. Me llevó a la inauguración del Eva Perón y pude ver a aquel Racing y River con todas sus estrellas. Fue la experiencia más linda de mi vida”, ubicó en el tiempo y definió: “Sarmiento lo es todo, inclusive la familia”.
Actualmente registra un dato difícil de conseguir. “Del 52 a ahora me vi todos los partidos. El otro día hablé con el Gallo Melillo y me preguntó por el mejor equipo que vi en mi vida: el Sarmiento del 63. El del 80 era otra cosa, distinto, pero el que mejor jugaba, para mí, fue el del 63”, dijo.
Y siguió: “Lo vi en todas las categorías y en todas las canchas. La gente de Junín no sabe valorar lo que tiene. Sarmiento está en Primera y hablan los medios nacionales de eso. Mis amigos de Buenos Aires me dicen ´che, hablan de Junín´”.
Como un fiel representante de la evolución del Verde a lo largo del tiempo analizó: “Mis nietos se han hecho fanáticos del club y hoy ves chicos que son hinchas exclusivamente de Sarmiento. No como antes que se era de un equipo de Buenos Aires y de Sarmiento”.
Sin embargo, su vínculo con el club trasciende lo pasional, ya que, hoy pudo lograr dar otro paso en su vida. Al respecto, contó: “El mejor premio que me dio Fernando Chiófalo es ser integrante de la comisión directiva. Me siento muy orgulloso y trato de trabajar en todo lo que se pueda colaborar: venta de camisetas, bonos y otras acciones”.
Precisamente, sobre su relación con el actual presidente del Verde, compartió: “Siempre iba al comercio y discutíamos mucho de futbol. Él me decía que nunca le decía nada lindo, sino que eran todos reproches. Y yo le respondía que quería lo mejor para el club y había que decirle las cosas para seguir mejorando. Nos hicimos muy amigos”.
Junín
Con idas y venidas, por haber vivido en otras partes del país, nuestra ciudad fue el lugar donde comenzó la historia de Quiroga y es donde disfruta de sus días en la actualidad. Al respecto, definió a Junín como el lugar “donde estuve siempre. Es la mejor ciudad y representa el amor al lugar donde uno nació. Lo es todo para mí”.
Como parte de su desarrollo, indicó: “Tiene mucha historia en la parte deportiva con Marcilla en automovilismo; clubes como Argentino y Ciclista en básquet; Sarmiento que lo representa en la máxima división del fútbol, y Newbery y Moreno que también estuvieron ahí”.
Propio de su lugar como comerciante, y por el hecho de, como se dice popularmente, “haberse hecho de abajo”, abordó la situación social y opinó: “Como cuando estaban los talleres del ferrocarril en su época de esplendor, estaría bueno tener un lugar así que dé oportunidades y más lugares de trabajo”.
“Es una ciudad justa: tiene la universidad, la Laguna de Gómez, el Parque Borchex y teatro todos los días. Siento que tenemos todo con una parte de cultura importante. Hay que darle un valor inmenso a todo eso”, agregó.
Finalmente, en concordancia con su relato, remató: “El haber vivido afuera me permite revalorizarlo y darle más valor”.
En la actualidad, mientras su familia continúa con el desarrollo comercial, Quiroga disfruta del tiempo compartido con ellos y sigue de cerca el día a día de su pasión más fuerte: el presente de Sarmiento en la Liga Profesional.
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