Melisa junto a su madre en Copenhage (Dinamarca).
Melisa junto a su madre en Copenhage (Dinamarca).
MANTENER EL CONTACTO CON QUIENES NO ESTÁN EN ARGENTINA

El otro lado de emigrar: testimonios de familias que tienen a sus hijos viviendo en el extranjero

¿Es más próspera la vida del otro lado del charco? ¿Cuáles son los pros y las contras? ¿Cómo se hace para mantener el vínculo diario con alguien que está a miles de kilómetros? Democracia dialogó con Rubén Dicún, Francisco Gentile, Carlos Mecherques y Elisabet Pajovich para contar lo que representa tener hijos viviendo fuera de la Argentina.

Históricamente el hecho de emigrar ha sido un fenómeno que ha generado numerosos debates en torno a lo que significa y todo lo que conlleva. Resignificar los orígenes, redimensionar las costumbres, conocer nuevas culturas, el desarraigo, crecer, arrepentirse y volver. Todo eso, y mucho más, es lo que se pone en juego en un proceso de tal índole. 

Comúnmente se escuchan los relatos de quienes son los protagonistas de estas situaciones, es decir, quienes se van en busca de nuevas experiencias. Sin embargo, las familias forman parte de ello y no son tan visibilizadas. 

Por eso, Democracia dialogó con Rubén Dicún (cinco hijos en Estados Unidos); Francisco Gentile (hija menor en Dinamarca), Carlos Mecherques (único hijo en España) y Elisabet Pajovich (dos hijas en Europa) para contar lo que significa acompañar tales experiencias a la distancia.

Actualidad

En el caso de Francisco Gentile, su hija Melisa (28 años), se encuentra en Dinamarca, en la localidad de Copenhague. “Quería probar fuera de la Argentina y tenía como primera opción Australia, pero justo vino la pandemia y cerraron las fronteras. Una amiga que había elegido Dinamarca le comentó sobre ese país y, como tenía las fronteras abiertas, se fue a probar”, detalló.

Mecherques, de situación parecida, comentó que su hijo Malek (28) emigró para “hacer un máster de nutrición deportiva en la Universidad Católica de Murcia. Consiguió ser becado por la universidad y hasta fue diploma de honor. Hizo relaciones con personas vinculadas al alto nivel y le ofrecieron hacer el doctorado”.

En tal sentido, sobre el presente de su hijo manifestó: “Es Antropometrista Nivel 3, está dando muchos cursos en distintos lugares de México, Francia e Italia. Lo veo feliz, comprometido con lo que hace y contento”. 

El caso más emblemático de los presentes es el de Rubén Dicún quien tiene a sus cinco hijos (Ignacio, Verónica, Laura, Andrés y Mercedes) viviendo en Estados Unidos. “No es que se fueron, sino que, como familia, nos fuimos a hacer una experiencia todos juntos. Luego junto a mi esposa decidimos volver y nuestros hijos decidieron quedarse porque estaban con sus proyectos personales”, contextualizó.

En tal sentido, afirmó: “Nunca nos fuimos enojados o hablamos en contra de lo que sucedía en la Argentina. No existe el lugar ideal, todo es en función de lo que uno busca”. Elisabeth Pajovich tiene a sus dos hijas viviendo fuera de la Argentina: “Francina (31) está en Francia, es chef y siempre le gustó tener nuevas experiencias en el extranjero. Además, vivió y trabajó en Brasil y España”.

Sobre su otra hija, Daiana (33), relató: “Quiso conocer y eligió Barcelona. Es arquitecta y la atrajo la historia del arte e infraestructura. Está trabajando en una empresa de telecomunicaciones”.

 

Vínculo a la distancia

Acerca de la manera en que interactúan y se mantiene una relación pese a los miles de kilómetros, Dicún reconoció que “la comunicación es distinta, más llana y rápida por distintas plataformas todas las veces que quieras. Cuando vivía en Bruselas, en el 90, tenía tres minutos para hablar y era carísimo”. 

Al tener cinco hijos fuera del país, no es nada sencillo coincidir colectivamente. Por eso, compartió: “Tenemos agendas para encontrarnos en determinado momento. Por ejemplo, para los cumpleaños hacemos una video llamada de toda la familia”. También consideró: “Los medios de transporte que son otra cosa y los límites geográficos se han achicado de alguna manera. Mi madre habla de Dallas y hay formas para ir o que vengan”.

Pajovich utiliza las video-llamadas como medio. De tal forma, comentó que “todas las mañanas hablamos con Daiana porque ella trabaja desde la casa. Con Francina tengo menos contacto porque no puede tener acceso al celular donde trabajo”. Y relacionado con lo expuesto por Dicún, Pajovich valoró el tema del transporte al manifestar que “en mi caso, tengo la posibilidad de organizarme y visitarla una vez al año o que ellas vuelvan al país a estar con nosotros y compartir en familia”.

Gentile expresó que su vínculo a la distancia “es más espontaneo en función de cómo se van dando los días. Melisa estandarizó la comunicación y planteó que, mínimamente, una vez por semana nos manda un resumen de como estuvieron sus cosas. Tenemos un WhatsApp de familia que por ahí alguna cosa se manda”.

Respecto al hecho de extrañar dijo: “No es fácil. Quizás lo vas manejando con las ocupaciones para que el día se haga más corto y para tener la mente en muchas cosas”.

Por su parte, Mecherques indicó que Malek “trabaja mucho desde la casa por los cursos y las universidades. Siempre buscamos un momento para charlar ya sea una vez por semana o todos los días. Depende de cuando se pueda”.

Al igual que Pajovich, Mecherques, también valoró: “Él estando radicado allá, uno tiene la posibilidad de visitarlo, estar y compartir un período y volver”. De tal forma, a través de las plataformas digitales y los medios de transporte vigentes en la actualidad, que difieren mucho a los del pasado, posibilitan que el hecho de extrañar sea llevado delante de una manera “menos dolorosa” y amena.

 

Partida

Sobre lo que significa la génesis de la partida, que es el motor principal que impulsa a las personas a irse, Gentile señaló que Melisa “había tenido algunas experiencias viviendo en otros lugares: un año en Oxford (Inglaterra) y seis meses en Lisboa (Portugal)”. 

“Ella tenía un entrenamiento de vivir afuera siempre por temas vinculados al estudio para perfeccionar sus idiomas y su profesión”, añadió.

En concordancia a ello se pueden citar los casos de Daiana y Francina Melo que, según su madre (Pajovich), su partida fue “un recurso y hubo una parte de necesidad para poder crecer de forma autónoma e independiente en lo económico. No es que allá vayan a ser ricas, pero sí tienen la posibilidad de sostenerse modestamente solas”.

Diferente es lo vivenciado por Dicún. “Nosotros nos fuimos para hacer una experiencia como familia, pero es distinto a cuando mis abuelos se fueron de Ucrania y no querían volver. Mi abuela llorando decía que Argentina era su país y Ucrania la había echado. Todo depende de qué esté buscando uno”.

Mecherques tuvo un proceso similar a Gentile, ya que, cuando su hijo terminó la secundaria, vivió un tiempo en Australia para perfeccionar su dominio del idioma inglés. “Cuando volvió, dijo que quería estudiar nutrición y lo acompañamos en la decisión. Le preguntamos dónde y eligió La Plata. Una vez finalizada, dijo que quería emigrar”, rememoró. 

“Cuando se fue, nosotros cerramos la puerta y apretamos los dientes, pero nunca le dijimos que no a algo porque entendíamos su postura y nos parecía lo mejor si es que él lo quería”, describió.

 

Prejuicios 

Son varios los prejuicios, a favor y en contra, de la manera de “vivir del otro lado del charco”, como popularmente se le dice a emigrar hacia Europa.

Acerca de este prejuicio, Gentile analizó: “Quizás es más estable y, en el caso de algunos países como Dinamarca, es muy seguro, pero eso no quiere decir que sea más próspero que Argentina. Creo que la diferencia está planteada en dos aspectos: estabilidad económica, en países casi sin inflación, y seguridad”.

Pajovich adoptó una posición más radical en torno a la prosperidad que se vive fuera del país. “Hay más oportunidades y es más seguro. Allá no se ve que te maten para robarte el auto o teléfono, que acá sí pasa. Droga y delincuencia hay en todo el mundo, pero no veo que sea como acá con un manejo tan abierto y seamos víctimas constantes”, opinó. Y referido a lo económico comentó: “Acá, en una pareja, tienen que trabajar los dos con un muy buen sueldo para poder alquilar. Allá con uno que trabaje con un buen sueldo se puede alquilar un departamento”.

Dicún, con su vivencia personal a cuestas fuera del país y hoy viendo a sus hijos, analizó: “Se ve prosperidad desde el punto de vista económico. Muchos jóvenes que se van no van a trabajar en sus profesiones, van a generar un ingreso porque son países donde el entorno económico facilita que el que trabaja gana”. 

Asimismo, coincidió con la mirada de Gentile y consideró que “Argentina es un país fantástico: tenés la mejor carne del mundo, los mejores paisajes y la gente fantástica. Sí necesitamos que todos los ciudadanos tengan un pasar económico mejor”.

 

Balance

Si bien los recorridos familiares y trayectorias de cada caso son particulares, siendo heterogéneos entre sí, Democracia invitó a los entrevistados a hacer un análisis sobre lo que es, y el desarrollo que implica, tener un hijo en otro país.

Dicún consideró que “todas esas experiencias, si son bien valoradas, te hacen crecer siempre. Es difícil el desarraigo, pero depende de lo que uno está buscando. Cuando vos estabas allá no olvidarte que te llevás a vos mismo, no que estás en otro lugar vas a ser otro. Los hábitos y costumbres son las mismas para uno”.

Precisamente, hizo foco en el aspecto de “compartir”. Al respecto, indicó: “Valoro mucho la gran familia, la tribu, no solo papá y mamá, tíos y abuelos. Acá ese relacionamiento es muy fuerte que deriva de nuestras raíces italianas y españolas y no lo vi en Estados Unidos”. 

“Muchas veces ocurre que querés estar, pero, cuando estás, en realidad, no lo haces porque seguís conectado con las redes y no aprecias el contacto y el mate. Es importante valorar ese instante en el presente que después te sirve cuando estas lejos”, valoró.

Mecherques siguió con la perspectiva planteada por Dicún y expuso: “El ADN nuestro no lo perdemos nunca, pero es obvio que el cruzar el mar y bajar en otro lado te abre la cabeza y ver otras realidades”. Y, en función de lo visto a través de su hijo Malek, valoró dos aspectos: económico y seguridad. “Hoy por hoy los precios son menores en un supermercado español que en uno argentino, aunque parezca increíble”.

“Otro punto es la tranquilidad que tenés para circular y no estar pendiente a que te pase algo. Cuando estaba en La Plata lo llamaba porque no tenía noticias y me decía que estaba en la calle y no podía usar el celular porque le podían robar. Si lo veo como padre, tengo que estar feliz que esta allá y no acá”, relató.

Pajovich realizó una síntesis y manifestó: “Han madurado en su desarrollo personal y en lo que es la economía. Al no tenerlos cerca, eso se nota bastante”. 

Gentile, quien ha estado fuera del país por temas laborales, pero no viviendo, abordó la parte contextual y señaló que el fenómeno de emigrar “no es de ahora, se da desde hace décadas. Todos los procesos que conozco son similares, te vas adaptando y acomodando, pero es duro dejar la Argentina. Debe ser para cualquier persona que emigra de su país natal. 

 

Mensaje

Al momento de esbozar un mensaje dirigido para aquellas personas que tienen el deseo de emigrar, pero, por distintas razones, no lo han hecho, Pajovich respondió: “Yo lo intentaría. No vas a estar peor que acá en cuanto a lo económico y vas a adquirir nuevas cosas como en lo referido a lo cultural y experiencias nuevas”, señaló Pajovich y opinó: “El lugar se hace con los afectos, no con la cosa material. Por ejemplo, para mí la casa no es símbolo de nido o afectos, sino las personas que nos rodean y lo que se crea en torno a eso”.

A su turno, Dicún aclaró que “no soy pro irse y no los voy a incitar a que se vayan. Los invito a construir las condiciones a que nos quedemos. Si te sirve para hacer una experiencia, te parece buenísimo para que abras tu cabeza ya sea algo personal o profesional. Es un proceso personal”.

De símil perspectiva, Gentile expresó que “no todo es color de rosas y los chicos pasan por distintos ámbitos de ánimo. Si tenes ganas de conocer y vivir en otro lado, siempre está la posibilidad de volver”. Y desarrolló: “Emigrar es un aprendizaje, pero también tiene sus riesgos y peligros de frustración. Argentina es un buen país para vivir independientemente de los problemas históricos que tenemos”. 

Finalmente, Mecherques esbozó que “lo primero que hay que tener claro es que la edad influye para irse. Vale la pena que la gente joven que quiere tener una experiencia es más valida y la posibilidad de volver esta siempre está. Después, con más obligaciones y otras cosas, se hace mucho más complicado”.

“Segundo, que se tenga claro que el esfuerzo es innegociable en todos lados. Vas a ir dando pasos, saltos y tropezones, pero con trabajo y tozudez se va a alcanzar el objetivo”, cerró. En todos los casos contemplados, ninguno de los casos abordados tiene pensado regresar al país al corto plazo, aunque no descartan tal opción llegada su caso. Por su parte, las familias acompañan a la distancia, pero bien de cerca desde lo afectivo, el crecimiento de sus hijos y revalorizan la cultura nacional.

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