Nació en Bahía Blanca el 12 de agosto de 1907 y a la edad de veinte años se recibió de abogado mientras trabajaba como periodista.
El 17 de octubre de 1931 fundó Diario Democracia. Comenzaba ese año, una de las décadas más difíciles en la historia del país, la ciudadanía estaba agobiada por una profunda crisis política, económica y social. Lebensohn comprendió las dificultades y con una clara visión de las necesidades futuras de la Argentina, dedicó su vida al quehacer político para configurar la “Patria soñada”. Predicó en todos los frentes.
Trajo savia nueva y vientos vigorosos para reverdecer el follaje radical. Desde su Radicalismo renovado y renovante arrojó, sin descanso, flechas anhelantes al futuro, con fe y tenacidad. Su puño se alzó contra las injusticias, su voz y su corazón libre se volcaron para proclamar la rebeldía de su país sojuzgado.
Moisés Lebensohn tenía un lenguaje moderno y preciso, si se quiere austero por decisión, que transmitía racionalidad y emoción en perfecto equilibrio.
Su vocación por la tierra prometida le insumía todo el día. Son de su autoría el prólogo al libro sobre Yrigoyen “Pueblo y Gobierno” que editó la editorial Raigal y “Acción Municipal” que es una compilación de las informaciones periodísticas con motivo de su actuación en el Concejo Deliberante de Junín, desde 1936 a 1940.
En “Los problemas del radicalismo” se transcribe su magnífico discurso en Congreso de la Juventud Radical realizado en Chivilcoy de 1942.
En el libro “Lebensohn. Pensamiento y Acción” con prólogo de Julio Oyhanarte, se recopilan algunos de sus discursos más conocidos, entre los que se destacan sus medulosas intervenciones en la Convención Constituyente de 1949.
El concepto de Nación
En la concepción de Lebensohn la nación no nace porque sí, no es un acto natural, espontáneo, es la consecuencia de los fundadores de la nacionalidad que trazaron un por qué y un para qué. Es una creación humana que tiene objetivos inalterables y cuya modificación implicaría un quiebre de ese acto fundamental.
Las palabras de Lebensohn eran: "Un argentino no puede ser buen argentino en oposición a las inspiraciones que promovieron nuestra formación nacional, porque la patria argentina se constituye precisamente para realizar la concepción de vida informada en esas inspiraciones. El patriotismo argentino no es sólo el sentimiento que nos vincula al rincón del mundo en que vimos la luz primera y nos liga en un haz indestructible a sus tradiciones, recuerdos, perspectivas y emociones. Es todo eso, pero fundamentalmente es lealtad a los principios de justicia y libertad que dieron nacimiento a esta tierra. Antes de estos principios no existía la Argentina, existía la colonia".
El primer deber
Lebensohn decía que “el primer deber consistía en definir nítidamente qué tipo de país queremos construir. Cada argentino, por humilde que sea, debe saber con certeza cómo serán los perfiles de la sociedad que edificaremos, la organización de la economía, del trabajo y la cultura. Cómo será la vida de los hombres que tienen el derecho y el deber de conocer su destino”.
Para Moisés se trataba entonces de “un problema de doctrina y de conducta; sin aquella no se nos comprenderá, sin ésta no se nos creerá” sostenía.
La gente
Lebensohn tenía resuelto, en lo filosófico, la primera pregunta que tiene que hacerse todo político: ¿la gente o las cosas? Optó por la gente y a partir de allí le resultaba fácil la respuesta a los distintos planteos. La decisión no era solo intelectual, sino también personal.
Lebensohn prefería no tener bienes para no hacerse conservador y tampoco deudas para no perder libertad.
Cargos partidarios y públicos
Fue concejal en Junín de 1936 a 1940; presidente del bloque de diputados radicales de la Convención Nacional Constituyente de 1949; presidente del comité de la Provincia de Buenos Aires en 1950 y presidente de la Convención Nacional de la UCR en 1953. Lo sintético de este párrafo sirve para objetivizar que las ideas y el accionar en política muchas veces superan la acumulación de cargos.
Su muerte
Mientras se desempeñaba como presidente de la Convención Nacional de la UCR, el 25 de abril de 1953, Lebensohn -que impulsaba la "Línea Combatiente"- triunfó con su posición luego de su último discurso.
Había reaparecido en el radicalismo el disenso entre los más cercanos a lo que había sido la Unión Democrática y los intransigentes. Los primeros pretendían la abstención electoral buscando la caída de Perón y los segundos encabezados por Lebensohn pensaban que sin recuperación del pueblo no existía la posibilidad de realizar los cambios estructurales que el país precisaba.
Pocos meses después de esa Convención, el 13 de junio de 1953, a los 45 años, Moisés Lebensohn falleció. Murió inquieto, incómodo ante la realidad, intransigente y compresivo, generoso pero con el rigor ideológico con que había iniciado su vida pública. Moi, como le decía su esposa Dora, no pudo más y dijo: “No debo morir ahora que tenemos tanto que hacer en la República, hay que luchar, luchar, luchar…”.
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