Emprender no es solamente una cuestión de jóvenes, sino que abarca también a personas de más edad. Producto de la necesidad, para mantenerse activos o para desarrollar un hobby, los casos se multiplican. Al respecto, Democracia dialogó con cuatro casos de emprendedores juninenses que decidieron reinventarse y eligieron comenzar un emprendimiento luego de jubilarse o al aproximarse a dicha etapa de su vida.
Desde aquellos que necesitan tener un ingreso extra hasta el que se quiere dar el gusto de cumplir un sueño postergado, cada vez son más quienes se preparan para comenzar un negocio
Tal es el caso de Marcela Marcellino, de 62 años, quien está al frente de Tía Keka, un emprendimiento de budines y alfajores que inició hace dos años: “Un día llegó el momento de jubilarme y si bien al principio, cuando las cosas no estaban tan caras, podía solventar mis gastos sin ningún problema, a medida que fue pasando el tiempo me di cuenta de que con mi jubilación mínima no me iba a alcanzar”.
Sobre el origen de su proyecto, relató que fue su hijo quien la incentivó para que comience a vender sus producciones en las plazas: “Fue ahí que me incorporé a la Feria de Emprendedores de la Municipalidad. Empecé de a poquito, hasta que me fui haciendo conocida”, indicó.
“Hoy en día no te puedo decir que vivo de lo que vendo, pero me ayuda mucho cuando voy a las ferias porque con eso me voy arreglando. Es decir, con lo que vendo puedo pagar la luz y los gastos de mi casa”, explicó Marcela. Para muchos, la idea de emprender comienza cuando se jubilan, como relató Francisco Bazterrica, de 75 años, quien junto con su esposa Zulma, de 68 años, llevan adelante “Ternura”, su proyecto de juegos didácticos infantiles.
“La iniciativa comenzó en el 2002, ante la necesidad de hacer una actividad. En ese momento teníamos negocio al público, pero una vez que nos jubilamos, empezamos a llevar la mercadería al Mercado Artesanal de Junín (MAJ) y el local lo cerramos”, detalló. Y agregó que, si bien en un primer momento asistían a las distintas ferias en Junín y también en la Ciudad de Buenos Aires, luego de un accidente que tuvieron hace cinco años la rutina se modificó: “Después de ese hecho habíamos quedado medio en stand-by, pero ahora retomamos, llevándole al MAJ todos nuestros productos”.
Quienes ya se han animado a emprender aseguran que una de las claves es enfocarse en las fortalezas individuales y desplegar la vocación que cada uno pueda llegar a tener: “La que se haya jubilado y sepa realizar algún tipo de manualidad, que lo haga”, sostuvo Marcela, y agregó: “Lo aconsejo porque es muy bueno para la mente, para la cabeza. Son cuatro o cinco horas que te olvidás del mundo y te distraés. A mí me pasaron muchas cosas en mi vida, y esto es una salida, un entretenimiento. No pienso y estoy ocupada”.
Marcela destacó la cantidad de gente que conoció de la mano de su emprendimiento: “Nos hicimos amigos de los otros emprendedores que no están en mi rubro, que venden otras cosas. Nos fuimos conociendo a medida que nos juntábamos en las plazas. Hoy en día somos cuatro muy amigas: una que vende sahumerios, otra mujer que tiene su proyecto de alhajas, y otra señora que lleva perfuminas y ropa”.
En ese sentido, indicó que “hay mucha gente con problemas, que no solo le pasa a uno, sino que estamos todos más o menos iguales”. Y agregó: “Al que no se le murió una hija, tuvo inconvenientes personales, y la mayoría empezó a ir a las ferias para distraerse y, como resultado, pasamos tardes hermosas”.
Por otra parte, es una realidad que para los mayores de 50 años las oportunidades de conseguir un trabajo en relación de dependencia se reducen: “Desgraciadamente para nosotros, para quienes estamos en la tercera edad, no hay nada. Quizás está la posibilidad de hacer talleres, pero el tema de asistir a las ferias te permite disfrutar del aire libre”, indicó. También está el caso de aquellos que optan por una mayor flexibilidad horaria para permitirse aprovechar el tiempo en su casa y con su familia. Como le sucedió a Cecilia Greco, de 51 años, quien está al frente de “Alma y Dulzura” desde 2020, un emprendimiento de pastelería artesanal.
“Durante veinte años tuve negocios con horarios de comercio y desde los 16 años que estoy detrás de un mostrador. Entonces cuando cerré y comencé con esto en mi casa, a mí me ayudó mucho para pasar tiempo con mi hija más chica y con mi familia en general”, contó Cecilia.
Aseguró que la diferencia entre trabajar en un local y realizar este tipo de actividad es el contacto con la gente: “En el negocio la gente compra y se va, pero con Alma y Dulzura las personas después te envían un mensaje o te nombran en las historias de Instagram”.
Otro de los beneficios es el ahorro de los gastos fijos que conlleva el mantenimiento de un local físico: “Esos gastos cada vez eran mayores, y ahora logré abaratar todo eso, es decir, el alquiler, la luz, impuestos, etc. Fue una de las cuestiones que me incentivó para seguir con Alma y Dulzura”.
El uso de las redes para emprender
Existe el mito de que las personas mayores de 50 años no se llevan bien con la tecnología, y si bien en otra época esto podría haber sido así, en la actualidad la mayoría tiene celular, cuenta con redes sociales, paga con QR y se comunica a través de WhatsApp, al igual que los más jóvenes.
A la hora de emprender, la tecnología ayudó a que el contacto con los vecinos y potenciales clientes sea más directo; tal como lo explicó Cecilia de “Alma y Dulzura”: “Con el negocio solamente llegaba a la gente del barrio. Entonces, cuando empezamos con las redes sociales, con el Instagram, venía gente de Villa Belgrano, de Villa del Parque o de Padre Respuela, es decir, de zonas a las que antes jamás hubiera podido llegar teniendo solo el negocio físico”.
La cercanía con aquellos interesados en adquirir los productos de “Alma y Dulzura” se volvió más estrecha: “Cuando empezamos a subir las fotos a Instagram, los clientes comenzaron a pedirnos el teléfono y ahí armamos un grupo de difusión por WhatsApp, donde les enviaba el menú del día”.
Y aseguró que su “piedra en el zapato” fue el manejo de las redes sociales: “Mi mamá, por ejemplo, que tiene 80 años, maneja mejor que yo la computadora. Fue algo que nunca me llamó la atención, entonces tuve que aprender desde cero a cómo responder las historias de Instagram, por ejemplo”.
En el caso de Marcela, destacó la combinación de ambas formas de contacto: “Tengo Instagram que se llama Budines Tía Keka, y después utilizó el boca en boca. Muchas veces se contactan por redes luego de haber comprado mis budines o alfajorcitos en las ferias”.
Las ventajas de emprender
Los motivos para comenzar un emprendimiento luego de los 50 años pueden ser variados y personales, pero la mayoría coinciden en que dicha actividad tiene como beneficios la ganancia económica que genera y la oportunidad de mantenerse activos por muchos años más: “Por un lado, está la parte económica, porque con mi señora estamos los dos jubilados y siempre es bueno tener un poquito más. Y, por otro lado, para estar en actividad, porque si bien uno tiene a sus nietos que demandan tiempo, no es algo de todos los días”, explicó Francisco Bazterrica.
Marcela Marcellino sostuvo que emprender fue un antes y un después en su vida: “A mí, sinceramente, me cambió bastante a como estaba. Había sufrido la pérdida de mi hija y fue una etapa muy dolorosa para mí. Hasta que me di cuenta de que quedarme encerrada no me hacía bien. Porque, si bien tengo 62 años, todavía tengo un poco de vida para disfrutar”.
Para Alicia Julián, de 63 años, empezar con su proyecto “Amor de mami”, que vende indumentaria infantil y accesorios, no fue por una necesidad económica, sino por “la satisfacción que genera tener este emprendimiento”, expresó. Alicia tiene otro trabajo de lunes a viernes, pero que combina con esta otra actividad: “Los findes voy a exponer la ropa a las ferias, pero en la semana recibo la mercadería, la preparo, subo las fotos a las redes, respondo consultas”.
Remarcó, además, que ”Amor de mami” es una actividad familiar: “A veces me ayudan mis hijos Pablo y Antonella cuando pueden, porque ellos tienen sus trabajos; y mi nieta Francesca, de 4 años, que se encarga de entregarle las bolsas a los clientes”.
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