Nació en Agustina, se crió en Junín y se graduó en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Sin embargo, los aprendizajes más valiosos en la vida de Rubén Dicún estuvieron en Europa: precisamente en Bruselas producto de una pasantía laboral de AIESEC en la que fue uno de los 15 seleccionados en todo el mundo para hacerla.
En diálogo con Democracia, Dicún recordó su infancia; compartió cómo fue su desarrollo profesional; dio detalles de su tercera experiencia profesional en Estados Unidos y resaltó el lugar ocupado por su familia.
Infancia
“Mis abuelos escaparon de la primera guerra mundial con mi papá y mi tío y se instalaron en Agustina. Mi abuela, abuelo y tío trabajaban en la estancia Mendizábal”, contextualizó sobre sus raíces ucranianas.
En función a su biografía compartió: “Nací en Agustina en 1965. Mi primaria la hice en la Escuela N°15, la primaria, en la Kennedy. Tengo excelentes recuerdos y ha sido un escalón muy importante en mi formación”.
“Mi papá tenía dos actividades: era ganadero y tenía la estación de servicio y camiones de transporte. Mi vieja ayudaba en todo eso. Mi infancia ha sido feliz, una vida de pueblo, con mucha tribu alrededor: primos, abuelos y amigos de mis padres”, contó.
Respecto a su vínculo con nuestra ciudad indicó: “Cuando tenía 13 años, nos mudamos a Junín y seguí los estudios en el Comercial. Vivíamos cerca de la terminal, sobre la calle Belgrano”.
En tal sentido, sobre lo que implicó tal cambio señaló que “fue parte del proceso. Cuando vivía en Agustina venía mucho a Junín. Desde los 6 años, iba tres veces por semana para estudiar inglés en el Instituto Shakespeare”.
“Fueron épocas espectaculares con amigos increíbles con los que sigo en contacto. Gente que te forma y que te acompaña”, valoró.
Bélgica
Tras haber finalizado el colegio secundario, Dicún eligió mudarse a Buenos Aires para continuar con su formación académica. “En mi casa siempre fue una onda empresaria y sabía, desde joven, que iba a seguir algo relacionado con los negocios. Fui a la Universidad de Buenos Aires a estudiar Ciencias Económicas”.
Allí continuó con la Licenciatura en Administración de Empresas. Al respecto, dijo: “Lo tomaba como algo natural y que había que pasar por esos lugares. Me encantaba la idea de irme. Valoro mucho la asociación y la gente con la que te juntás: muchos jóvenes que le interesaban cambiar el mundo. Siempre fui una persona visionaria y con capacidad de construir el futuro”.
Y siguió: “En la universidad me gustó mucho lo internacional. Me contacté con AIESEC, que promueve las prácticas internacionales rentadas para estudiante de negocios y me encantó”.
“Había muchos estudiantes de economía, informática y finanzas, y me involucré con esta organización sin fines de lucro, con mucha capacitación y un cuerpo asesor de empresarios que fomentaban el espíritu superador y desarrollarse. Te hablo cuando recién había asumido Alfonsín, otro contexto”, relató.
De Agustina, pasando por Junín y Buenos Aires, para cruzar el charco y llegar a Europa, donde continuaría con su formación profesional.
“En el 89, fui uno de los elegidos para desarrollar un año y medio de pasantías en Bruselas, Bélgica. Tras hablar con mis padres, fui a hacer experiencia”, recordó.
Y describió: “Éramos 14 jóvenes de todo el mundo que habían seleccionado y estuvimos viviendo juntos. Teníamos dos casas alquiladas donde vivíamos y trabajamos juntos. Allá cumplí 25 años. Fue algo fundacional: estábamos en contacto con empresarios globales en una época donde no había Internet”.
Además de todo lo aprendido en mesas de negocios, uno de los aprendizajes más valiosos tiene que ver con lo afectivo. “Estando afuera aprendí a amar más a mi país. Soy un enamorado de la Argentina y creo que tenemos una sociedad muy culta. Tuve una inmersión de argentinidad”.
Su satisfactoria experiencia en Europa no termina con tal vivencia, ya que, antes de volver a nuestro país, Dicún fue seleccionado para ocupar un puesto laboral nuevamente en Bélgica.
“Fui el encargado del desarrollo de jóvenes de las universidades de México, Costa Rica, Guatemala, Colombia, entre otros lugares de Latinoamérica. Mucho viaje y desarrollo intelectual hablando con decanos, ministros de Educación, y jóvenes”, detalló sobre aquel desafío.
Y, acerca de toda la experiencia impulsada por AIESEC, consideró: “Me ha permitido transformarme en un líder con mentalidad global. Esa visión la logré ahí que no me lo daba la UBA: lo que menos me importan eran los impuestos, sino esta visión de liderazgo”.
Estados Unidos
Dicún, visión global y mundo: la relación entre este tridente no se agota en Bélgica, sino que continuaría en la Argentina y, además, en Estados Unidos.
Acerca de lo que significó el regreso al país afirmó: “Vuelvo con 26 años y dos objetivos claros: terminar mi sistema educativo universitario y el hecho de tener una familia acá.
Entonces, en ese momento, empecé a mirar en esa perspectiva. El mundo empresario de alto nivel tiene sus complejidades y no me imaginaba el líder en que me quería convertir sin una familia”.
“Me di cuenta que necesitaba dedicarle tiempo a mi vida personal: otra arista a la que le tenía que dedicar más atención. De hecho, compartíamos esa visión con Alicia: cuando nos graduamos, dijimos que nos casamos y nos volvimos a Junín”.
Precisamente, Alicia, su esposa y madre de sus cinco hijos, también supo ser otra integrante de AIESEC, espacio donde se conocieron y comenzaron su relación.
Tal regreso a Junín implicó el hecho de reinsertarse a un nuevo escenario. “Siempre me interesó volver y mantener mi mirada global. El mundo te abre la cabeza y te permite ver otras aristas que no tenés diariamente. Actuar localmente con mirada global, siempre lo tuve presente. Empecé a ver de qué manera podía hacerlo en Junín”, señaló.
Tras sus primeros pasos, a nivel local, en La Pequeña Familia y en el Banco de Junín, llegó la primera oportunidad internacional. “En el 95, una empresa holandesa de semillas llamada VanderHave necesitaba alguien con mi perfil. Ingresé en el rubro agrícola que es donde me mantengo hoy. Mi primer jefe fue el ingeniero Jorge Moutous y él, un visionario, me invita a unirme a su equipo”.
En paralelo y durante varios años, Dicún ejerció la docencia en la Unnoba en el área económica. Pero, fiel a su espíritu proactivo, atrajo una nueva oportunidad en el exterior.
“Nos interesaba la posibilidad de hacer una experiencia internacional en familia. En el lugar donde trabajaba surge la posibilidad de desarrollar una unidad de negocios nueva en Estados Unidos y lo planteé en familia”, rememoró.
“Fue consensuado, armado y recontra pensado. A los chicos les gustó la idea de ir en familia y les resultó interesante poder aprender inglés y otra cultura. Todo eso nos llevó a sostenernos y unirnos mucho más. Estábamos en un ´shock´ donde no conocíamos a nadie hasta entrar en comunidad”, analizó.
En la actualidad, su relación con Estados Unidos se mantiene más vigente que nunca: no solo en lo que hace al plano laboral, sino, específicamente, por el hecho de que sus cinco hijos (Ignacio, Verónica, Laura, Andrés y Mercedes) se encuentran viviendo y desarrollándose allí.
En torno a esto manifestó: “Es un modelo que puede resultar extraño, pero, si lo pensás adecuadamente, lo podés llevar a cabo. Si para ir en auto de Junín a San Rafael son 8 horas, y para ir en avión de Ezeiza a Dallas son 9 horas. Todo es cuestión de organizarse”.
“Somos lo que pensamos. Es importante someter la cabeza a pensar en cosas que uno puede lograr. Si no lo pensás, no lo vas a lograr nunca. Nuestra vida está armada con viajes, con una mirada global y ahora tengo un yerno mexicano, uno hondureño y una nuera mexicana”, comentó.
Visión de Junín
Con presente en la localidad santafesina de Venado Tuerto, Dicún miró en retrospectiva y contó: “Regresamos porque queríamos dedicarle más tiempo a nuestra familia y queríamos ser parte del acompañamiento. Estoy trabajando como gerente general en una empresa llamada Nuseed”.
Respecto al lugar que ocupa Junín en su vida valoró: “Me encanta y y voy permanentemente porque mi mamá (Marilú) vive ahí. Tenemos una casa donde se inició nuestra familia: un lugar que te marca y genera pertenencia. También quiero recordar a mi padre Nicolás”.
“Significa nuestra formación de nuestra familia y nuestro desarrollo profesional también. Es un lugar hermoso: los recuerdos donde uno estuvo como el Club Social y el colegio Marianista están en mí y mi familia”, enfatizó.
Sobre su percepción en torno a la ciudad analizó: “Ha crecido mucho y necesitaría más desarrollo que, de hecho, está teniendo. Tiene características administrativas y es un polo regional importantísimo. Va a seguir creciendo y, en un futuro, va a tener que tener colegios bilingües, es decir, lugares que tengan un pensamiento global”.
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